Han pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito
de haber sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios.
El tiempo pasa volando. Han
pasado ya las penas y las alegrías. De ellas sólo quedan el mérito de haber
sufrido con espíritu sobrenatural, y de haber agradecido a Dios las
satisfacciones. El pasado deja huella en la biografía que Dios tiene de mí.
El día de hoy podríamos considerar tres cosas:
a) El tiempo pasa.
b) La muerte se acerca.
c) La eternidad nos espera.
La muerte se acerca. Cada día que pasa estoy más cerca de ella. Es necio no
querer pensar esto. Muchos de los que murieron el año pasado se creían que iban
a seguir vivos en éste, pero se equivocaron. Puede que este año sea el último
de nuestra vida. No es probable, pero sí posible. Debo tenerlo en cuenta. En
ese momento trascendental, ¿qué querré haber hecho? ¿Qué NO querré haber hecho?
Conviene hacer ahora lo que entonces me alegraré de haber hecho, y no lo que me
pesará haber hecho.
La eternidad nos espera. Nos preocupamos mucho de lo terrenal que va durar muy
poco. Nos preocupamos de la salud, del dinero, del éxito, de nuestra imagen,
etc. Todo esto es transitorio. Lo único que va a perdurar es lo espiritual. El
cuerpo se lo van a comer los gusanos. Lo único que va a quedar de nosotros es
el alma espiritual e inmortal.
Con la muerte no termina la vida del hombre: se transforma, como dice el
Prefacio de Difuntos. Palabras de Santo Tomás Moro sobre la morada en el cambio
de destino.
Los que niegan la vida eterna es porque no les conviene. Pero negarla no es
destruirla. La verdad es lo que Dios nos ha revelado.
Hoy es el momento de hacer balance. No sólo económico, sino también espiritual
y moral.
Hagamos examen del año que termina.
Sin duda que habrá páginas maravillosas, que besaremos con alegría.
Pero también puede haber páginas negras que desearíamos arrancar. Pero eso ya
no es posible. Lo escrito, escrito está.
Hoy abrimos un libro nuevo que tiene todas las páginas en blanco. ¿Qué vamos a
escribir en él?
Que al finalizar este año, podamos besar con alegría cada una de sus
páginas.
Que no haya páginas negras que deseemos arrancar.
Puede que en ese libro haya cosas desagradables que no dependen de nosotros.
Lo importante es que todo lo que dependa de nosotros sea bueno.
Pidamos a Dios que dirija nuestra mano para que a fin de año podamos besar con
alegría todo lo que hemos escrito.
También es el momento de examinar todas las ocasiones perdidas de hacer el
bien.
Ocasiones irrecuperables. Pueden venir otras; pero las perdidas, no se
recuperarán.
Finalmente, demos gracias a Dios de todo lo bueno recibido en el año que
termina.
De la paciencia que Dios a tenido con nosotros.
Y de su gran misericordia.
Por: P. Jorge Loring SJ | Fuente: Catholic.net
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