La Eucaristía es por
encima de todo un sacrificio: sacrificio de la Redención y al mismo tiempo
sacrificio de la Nueva Alianza. El hombre y el mundo son restituidos a Dios por
medio de la novedad pascual de la Redención. Esta restitución no puede faltar:
es fundamento de la "alianza nueva y eterna" de Dios con el hombre y
del hombre con Dios. Si llegase a faltar, se debería poner en tela de juicio
bien sea la excelencia del sacrificio de la Redención que fue perfecto y definitivo,
o bien sea el valor sacrificial de la Santa Misa. Por tanto la Eucaristía,
siendo verdadero sacrificio, obra esa restitución a Dios.
En este sentido, el
celebrante, en cuanto ministro del sacrificio, es el auténtico sacerdote, que
lleva a cabo –en virtud del poder específico de la sagrada ordenación- el
verdadero acto sacrificial que lleva de nuevo a los seres a Dios. En cambio,
todos aquellos que participan en la Eucaristía, sin sacrificar como él, ofrecen
con él, en virtud del sacerdocio común, sus propios sacrificios espirituales,
representados por el pan y el vino, desde el momento de su presentación en el
altar.
Efectivamente, este acto
litúrgico solemnizado por casi todas las liturgias, "tiene su valor y su
significado espiritual". El pan y el vino se convierten en cierto sentido
en símbolo de todo lo que lleva la asamblea eucarística, por sí misma, en
ofrenda a Dios y que ofrece en espíritu. Es importante que este primer momento
de la liturgia eucarística, en sentido estricto, encuentra su expresión en el
comportamiento de los participantes. A esto corresponde la llamada procesión de
las ofrendas, prevista por la reciente reforma litúrgica y acompañada, según la
antigua tradición, por un salmo o un cántico.
Todos los que participan
con fe en la Eucaristía se dan cuenta de que ella es "Sacrificium",
es decir, una "Ofrenda consagrada". En efecto, el pan y el vino,
presentados en el altar y acompañados por la devoción y por los sacrificios
espirituales de los participantes, son finalmente consagrados, para que se
conviertan verdadera, real y sustancialmente en el Cuerpo entregado y en la
Sangre derramada de Cristo mismo. Así, en virtud de la consagración, las
especies del pan y del vino, "re-presentan", de modo sacramental e
incruento, el Sacrificio propiciatorio ofrecido por El en la cruz al Padre para
la salvación del mundo.
www.aciprensa.com
www.aciprensa.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario