¿De dónde
surge el fuego que anima a tantos hombres y mujeres a llevar el Evangelio a
otros? De una experiencia profunda, íntima, personal, de Jesucristo.
Quien
tiene a Cristo en su corazón, quien siente en sus venas el fuego que el Maestro
vino a traer al mundo (cf. Lc 12,49), necesita darlo a conocer a otros,
porque el amor es, esencialmente, comunicativo.
El Papa
Francisco lo explica en la exhortación “Evangelii gaudium”, sobre todo en los
nn. 264-267. El n. 264 inicia con estas palabras:
“La
primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa
experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero
¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de
mostrarlo, de hacerlo conocer?”
El anhelo
que impulsa a tantos católicos a predicar a Cristo es tan intenso que permite
repetir las palabras de san Pablo: “Predicar el Evangelio no es para mí ningún
motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no
predicara el Evangelio!” (1Co 9,16‑17)
¿Cómo
llegar a esa pasión misionera? De un modo muy sencillo: con la cercanía que
surge desde la contemplación. Quien reza, quien participa en la Liturgia de la
Iglesia, quien se deja tocar por la misericordia, se convierte en misionero.
“La mejor
motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es
detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa
manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez. Para eso
urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día
que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida
nueva. No hay nada mejor para transmitir a los demás” (“Evangelii gaudium”,
n. 264).
Cada ser
humano anhela, a veces sin darse cuenta de ello, el encuentro con Dios
salvador. Cuando nos damos cuenta de ello, somos capaces de comprometer toda
nuestra vida en la tarea de llevar el Amor de Cristo a los otros.
“A veces
perdemos el entusiasmo por la misión al olvidar que el Evangelio responde a
las necesidades más profundas de las personas, porque todos hemos sido
creados para lo que el Evangelio nos propone: la amistad con Jesús y el amor
fraterno. Cuando se logra expresar adecuadamente y con belleza el contenido
esencial del Evangelio, seguramente ese mensaje hablará a las búsquedas más
hondas de los corazones” (“Evangelii gaudium”, n. 265).
Cristo
camina hoy en la historia humana en cada bautizado que celebra, que agradece,
que reza, que vive en la misericordia. Porque ese bautizado transmite, muchas
veces con su presencia humilde y llena de cariño sincero hacia el otro, que
Dios Padre es Amor y que nos lo ha dado todo en su Hijo Jesucristo.
Fuente: Catholic.net
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