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La paz y el amor viene de Dios





Queridos amigos y hermanos en Cristo, el verdadero amor viene de Dios, su  gracia nos capacita para amar y hacer el bien incansablemente, como se nos exhorta en 2 Tesalonicenses 3:13, viviendo en paz y equilibrados, sin ser engañados por ilusiones,  ni por falsas pasiones ¡el verdadero Amor llama al amor, la Paz engendra paz!

La paz tan anhelada la da solo Dios, al que ama, hace el bien y se deja amar, al  que quiere vivir en ella y ser su instrumento, como escribió San Francisco de Asís: “Señor hazme un instrumento de paz”; él vivió con heroísmo las virtudes teologales, en la fe, la esperanza y el amor.  ¿Quieres vivir en paz? ¡Vívela y compártela!, es necesario para progresar en santidad, como dice  en Hebreos 12:14.

¡La paz de Cristo sea contigo! Con esta frase Jesús aconsejó saludar al entrar en una casa: “La paz sea en esta casa” Lucas 10,5.  Algunas veces no somos conscientes que gozamos de paz, sin embargo,  siempre debemos pedirla y procurar no perderla.  “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, danos la paz”,  buscar la paz y seguirla, como dice en 1 Pedro 3:11  ¡si quieres buscarla, búscala!  

“Los que trabajan por la paz y cosechan frutos en todo lo bueno Santiago Capítulo 3:18.  Empecemos por ayudar a otros a encontrar la paz en Cristo, ya que con Él todo es posible. Hermanos  orantes y emprendedores,busquemos, pues, lo que contribuye a la paz y nos hace crecer juntos”, Romanos 14:19, es decir,   vivamos según el Evangelio, con justicia  social,  equidad, conciencia tranquila, dejando a un lado el egoísmo y la indiferencia.

Que el Señor de paz os dé  Él mismo la paz, siempre  y en todos los órdenes El Señor esté con todos vosotros” dice en 2Tesalonicenses 3:16; creamos que  así está escrito, que Dios nos  provee  a cada hogar de paz, de amor y esto bien es multiplicador cuando tenemos la convicción que paz es confiar que con Dios todo lo tenemos y es posible.

*Y la paz de  Dios, que sobrepasa toda inteligencia, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”  Filipenses 4,7.  ¡Señor, haz crecer en nosotros la fe, que Tu paz guarde nuestros corazones y pensamientos y también la de nuestros familiares!
  
Que el Señor os haga crecer más y más en el amor entre vosotros y para con todos, como nosotros lo tenemos para con vosotros”, escribe San Pablo en 1 Tesalonicenses 3,12. ¿Será que hoy amaré más que ayer? ¿A quién no he perdonado,  que falta perdonarme o quien  aún está  resentido conmigo?

Por: Jaynes Hernández Natera, Coordinadora Apostolado María Madre nos reconcilia con Cristo.

¿Vivimos nuestra fe católica?







La fe no es una simple teoría. Es un compromiso que llega al corazón y a las acciones, a los principios y a las decisiones, al pensamiento y a la vida.

Vivimos nuestra fe cuando dejamos a Dios el primer lugar en nuestras almas. Cuando el domingo es un día para la misa, para la oración, para el servicio, para la esperanza y el amor. Cuando entre semana buscamos momentos para rezar, para leer el Evangelio, para dejar que Dios ilumine nuestras ideas y decisiones.

Vivimos nuestra fe cuando no permitimos que el dinero sea el centro de gravedad del propio corazón. Cuando lo usamos como medio para las necesidades de la familia y de quienes sufren por la pobreza, el hambre, la injusticia. Cuando sabemos ayudar a la parroquia y a tantas iniciativas que sirven para enseñar la doctrina católica.

Vivimos nuestra fe cuando controlamos los apetitos de la carne, cuando no comemos más de lo necesario, cuando no nos preocupamos del vestido, cuando huimos de cualquier vanidad, cuando cultivamos la verdadera modestia, cuando huimos de todo exceso: “nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias” (Rm 13,13).

Vivimos nuestra fe cuando el prójimo ocupa el primer lugar en nuestros proyectos. Cuando visitamos a los ancianos y a los enfermos. Cuando nos preocupamos de los presos y de sus familias. Cuando atendemos a las víctimas de las mil injusticias que afligen nuestro mundo.

Vivimos nuestra fe cuando tenemos más tiempo para buenas lecturas que para pasatiempos vanos. Cuando leemos antes la Biblia que una novela de última hora. Cuando conocer cómo va el fútbol es mucho menos importante que saber qué enseñan el Papa y los obispos.

Vivimos nuestra fe cuando no despreciamos a ningún hermano débil, pecador, caído. Cuando tendemos la mano al que más lo necesita. Cuando defendemos la fama de quien es calumniado o difamado injustamente. Cuando cerramos la boca antes de decir una palabra vana o una crítica que parece ingeniosa pero puede hacer mucho daño. Cuando promovemos esa alabanza sana y contagiosa que nace de los corazones buenos.

Vivimos nuestra fe cuando los pensamientos más sencillos, los pensamientos más íntimos, los pensamientos más normales, están siempre iluminados por la luz del Espíritu Santo. Porque nos hemos dejado empapar de Evangelio, porque habitamos en el mundo de la gracia, porque queremos vivir a fondo cada enseñanza del Maestro.

Vivimos nuestra fe cuando sabemos levantarnos del pecado. Cuando pedimos perdón a Dios y a la Iglesia en el Sacramento de la confesión. Cuando pedimos perdón y perdonamos al hermano, aunque tengamos que hacerlo setenta veces siete.

Vivimos nuestra fe cuando estamos en comunión alegre y profunda con la Virgen María y con los santos. Cuando nos preocupa lo que ocurre en cada corazón cristiano. Cuando sabemos imitar mil ejemplos magníficos de hermanos que toman su fe en serio y brillan como luces en la marcha misteriosa de la historia humana.
 
Vivimos nuestra fe cuando nos dejamos, simplemente, alegremente, plenamente, amar por un Dios que nos ha hablado por el Hijo y desea que le llamemos con un nombre magnífico, sublime, familiar, íntimo: nuestro Padre de los cielos.


 Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: es.catholic.net