La Reconciliación o
Confesión
Las cinco
cosas necesarias para hacer una buena y fructífera confesión.
Para explicar las cinco cosas necesarias para hacer una buena y fructífera confesión, lo haremos desde la parábola del hijo pródigo, narrada por San Lucas en el capítulo 15 de su Evangelio.
Cinco
pasos son necesarios:
1. Exámen de conciencia. (El hijo pródigo examina su conciencia).
2. Dolor de los pecados y la contricción del corazón. (Se arrepiente).
3. Confesar todos los pecados. (Hace propósito de volver al padre).
4. Propósito de enmienda. (Vuelve y pide perdón).
5. Cumplir la penitencia. (Paga con buenas obras sus pecados)
2. Dolor de los pecados y la contricción del corazón. (Se arrepiente).
3. Confesar todos los pecados. (Hace propósito de volver al padre).
4. Propósito de enmienda. (Vuelve y pide perdón).
5. Cumplir la penitencia. (Paga con buenas obras sus pecados)
Es decir,
reflexiona, se arrepiente, se corrige, se acusa y expía.
1.
EXAMEN DE
CONCIENCIA
La
confesión no tendrá efecto y fruto si entramos en la Iglesia y rápido nos
confesamos, sin haber hecho primero un buen examen de conciencia sereno,
tranquilo, pausado, y si es por escrito mejor, para que así, no nos olvidemos
ni un pecado.
¿Cómo
hacer este examen de conciencia?
El examen de conciencia consiste en recordar los pecados que hemos cometido y las causas o razones por las cuales estamos cometiendo esas faltas.
Deberíamos,
como buenos cristianos, hacer examen de conciencia todos los días en la noche,
antes de acostarnos.
Así
iríamos formando bien nuestra conciencia, haciéndola más sensible y recta, más
pura y delicada. Los grandes Santos nos han recomendado este medio del examen
de conciencia diario
¿Cómo se
hace?
1.
Pedimos al Espíritu Santo que nos ilumine y nos recuerde cuáles son los pecados
nuestros que más le están disgustando a Dios.
2. Vamos
repasando:
a) Los diez mandamientos.
b) Los cinco mandamientos de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica.
c) Los siete pecados capitales.
d) Las obras de misericordia.
e) Las bienaventuranzas.
f) El mandamiento de la caridad.
g) Los pecados de omisión: el bien que dejamos de hacer: no ayudar, no hacer apostolado, no compartir los bienes, no hacer visitas a Cristo Eucaristía, no dar un buen consejo.
a) Los diez mandamientos.
b) Los cinco mandamientos de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica.
c) Los siete pecados capitales.
d) Las obras de misericordia.
e) Las bienaventuranzas.
f) El mandamiento de la caridad.
g) Los pecados de omisión: el bien que dejamos de hacer: no ayudar, no hacer apostolado, no compartir los bienes, no hacer visitas a Cristo Eucaristía, no dar un buen consejo.
También
es bueno confesarse de la siguiente manera:
a) Deberes para con Dios: mi relación con la voluntad de Dios.
b) Deberes para con el prójimo: caridad, respeto.
c) Deberes para conmigo: estudios, trabajo, honestidad, pureza, veracidad.
d) Deberes para con ese Movimiento o Institución eclesial a la que pertenezco: fidelidad a los compromisos, apostolado.
a) Deberes para con Dios: mi relación con la voluntad de Dios.
b) Deberes para con el prójimo: caridad, respeto.
c) Deberes para conmigo: estudios, trabajo, honestidad, pureza, veracidad.
d) Deberes para con ese Movimiento o Institución eclesial a la que pertenezco: fidelidad a los compromisos, apostolado.
2.
DOLOR DE
LOS PECADOS Y LA CONTRICIÓN DEL CORAZÓN
No basta
sólo hacer un buen examen de conciencia para una buena confesión: es necesario
un segundo paso: dolerme interiormente por haber cometido esos pecados, porque
ofendí a Dios, mi Padre. Es lo que llamamos dolor de los pecados o contrición
del corazón.
Contrición
de corazón o arrepentimiento es sentir tristeza y pesar de haber ofendido a
Dios con nuestros pecados.
No es
tanto “me siento mal… no me ha gustado lo que he hecho… siento un peso encima…”
¡No! Este dolor de contrición es otra cosa: “Estoy muy apenado porque ofendí a
Dios, que es mi Padre, le puse triste”.
El Salmo
50 dice: “Un corazón arrepentido, Dios nunca lo desprecia”.
Jesús
cuenta, que un publicano fue a orar, y arrodillado decía: “Misericordia, Señor,
que soy un gran pecador” y a Dios le gustó tanto esta oración de
arrepentimiento que le perdonó (cfr Lucas 18).
¿Cuántas
clases de arrepentimiento hay?
Hay tres:
1.
La contrición perfecta: es una tristeza o pesar por haber ofendido
a Dios, por ser Él quien es, esto es, por ser infinitamente bueno y digno de
ser amado, teniendo al mismo tiempo el propósito de confesarse y de evitar el
pecado. Es el ejemplo del rey David, o de Pedro.
2.
Contrición imperfecta o atrición: es una tristeza o pesar de haber ofendido a
Dios, pero sólo por la fealdad y repugnancia del pecado, o por temor de los
castigos que Dios puede enviarnos por haberlo ofendido. Para que esta atrición
obtenga el perdón de los pecados necesita ir acompañada de propósito de
enmendarse y obtener la absolución del sacerdote en la confesión.
3.
El arrepentimiento o remordimiento: (morder doblemente) es una
rabia o disgusto por haber hecho algo malo que no quisiéramos haber hecho. Es
la conciencia la que nos muerde. No nos da tristeza por haber ofendido a Dios,
sino porque hicimos algo que no nos gusta haber hecho. Ejemplo de Judas. El
remordimiento no borra el pecado.
¿Cuándo debemos tener este dolor de contrición y arrepentimiento de los pecados?
Sobre todo cuando nos vamos a confesar, pues si no estamos arrepentidos, no quedamos perdonados. Pero es bueno también arrepentirnos de nuestras faltas cada noche antes de acostarnos. A Dios le gusta un corazón arrepentido.
¿Cuándo debemos tener este dolor de contrición y arrepentimiento de los pecados?
Sobre todo cuando nos vamos a confesar, pues si no estamos arrepentidos, no quedamos perdonados. Pero es bueno también arrepentirnos de nuestras faltas cada noche antes de acostarnos. A Dios le gusta un corazón arrepentido.
¿Qué
cualidades debe tener nuestro arrepentimiento?
Tres son
las cualidades:
1.
Arrepentirse de todo los pecados sin excluir ninguno (a no ser por olvido).
2. Que el arrepentimiento no sea sólo exterior sino que se sienta en el alma.
3. Que sea sobrenatural, o sea no sólo por los males materiales que nos trae el pecado, sino porque con él causamos un disgusto a Dios y nos vienen males para el alma y para la eternidad.
2. Que el arrepentimiento no sea sólo exterior sino que se sienta en el alma.
3. Que sea sobrenatural, o sea no sólo por los males materiales que nos trae el pecado, sino porque con él causamos un disgusto a Dios y nos vienen males para el alma y para la eternidad.
¿Qué
ayuda para conseguir el dolor de contrición o arrepentimiento perfecto?
1.
Recordar el Calvario y todo lo que Jesús sufrió por nosotros en su Pasión.
2. Recordar el Cielo y pensar en las alegrías y felicidades que allá nos esperan.
3. ¡Todo esto lo perderé, si peco! Ir con la imaginación a los castigos eternos y pensar que allá podemos ir también nosotros si no abandonamos nuestros pecados y malas
2. Recordar el Cielo y pensar en las alegrías y felicidades que allá nos esperan.
3. ¡Todo esto lo perderé, si peco! Ir con la imaginación a los castigos eternos y pensar que allá podemos ir también nosotros si no abandonamos nuestros pecados y malas
costumbres.
¡A
cuantos les ha salvado esto, y les ha alejado de sus pecados!
Una
poesía resume este arrepentimiento sincero:
“No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por ello de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en esa cruz y escarnecido; muéveme ver tu cuerpo tan herido; muévenme tus afectas y tu muerte. Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara y aunque no hubiera infierno te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera” (Anónimo).
“No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por ello de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en esa cruz y escarnecido; muéveme ver tu cuerpo tan herido; muévenme tus afectas y tu muerte. Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara y aunque no hubiera infierno te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera” (Anónimo).
Continúa...
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