CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA
SEGUNDA
PARTE
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
SEGUNDA SECCIÓN:
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
CAPÍTULO
SEGUNDO
LOS SACRAMENTOS DE CURACIÓN
LOS SACRAMENTOS DE CURACIÓN
ARTÍCULO 4
EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA RECONCILIACIÓN
1422 "Los
que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de
Dios el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se
reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve
a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones" (LG 11).
1423 Se le
denomina sacramento de conversión porque realiza
sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión (cf Mc 1,15),
la vuelta al Padre (cf Lc 15,18) del que el hombre se había
alejado por el pecado.
Se denomina sacramento de
la penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión,
de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador.
1424 Se le
denomina sacramento de la confesión porque la declaración o
manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento
esencial de este sacramento. En un sentido profundo este sacramento es también
una "confesión", reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y
de su misericordia para con el hombre pecador.
Se le denomina sacramento
del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede
al penitente "el perdón [...] y la paz" (Ritual de la Penitencia,
46, 55).
Se le denomina sacramento
de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que
reconcilia: "Dejaos reconciliar con Dios" (2 Co 5,20). El
que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada
del Señor: "Ve primero a reconciliarte con tu hermano" (Mt 5,24).
1425 "Habéis
sido lavados [...] habéis sido santificados, [...] habéis sido justificados en
el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios" (1 Co 6,11).
Es preciso darse cuenta de la grandeza del don de Dios que se nos hace en los
sacramentos de la iniciación cristiana para comprender hasta qué punto el pecado
es algo que no cabe en aquel que "se ha revestido de Cristo" (Ga 3,27).
Pero el apóstol san Juan dice también: "Si decimos que no tenemos pecado,
nos engañamos y la verdad no está en nosotros" (1 Jn 1,8). Y
el Señor mismo nos enseñó a orar: "Perdona nuestras ofensas" (Lc 11,4)
uniendo el perdón mutuo de nuestras ofensas al perdón que Dios concederá a
nuestros pecados.
1426 La conversión a
Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo, el don del Espíritu Santo, el
Cuerpo y la Sangre de Cristo recibidos como alimento nos han hecho "santos
e inmaculados ante Él" (Ef 1,4), como la Iglesia misma, esposa
de Cristo, es "santa e inmaculada ante Él" (Ef 5,27). Sin
embargo, la vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la
fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado
que la tradición llama concupiscencia, y que permanece en los
bautizados a fin de que sirva de prueba en ellos en el combate de la vida
cristiana ayudados por la gracia de Dios (cf DS 1515). Esta lucha es la de
la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la
que el Señor no cesa de llamarnos (cf DS 1545; LG 40).
Fuente: http://www.vatican.va/archive/catechism_sp
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