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¿Hay pecados sin perdón?

El arrepentimiento o contrición es indispensable para recibir el perdón de Dios.

El único pecado que no tiene perdón es el pecado contra el Espíritu Santo. ¿Y en qué consiste este pecado? Consiste en cerrarse de mente y de corazón a la acción del Espíritu Santo (cfr. Lc. 12, 10). Y no se perdona, porque al no dejarse la persona influir por el Espíritu Santo, no puede arrepentirse, y sin arrepentimiento no puede haber perdón. En realidad el pecado contra el Espíritu Santo es el rechazo a la gracia de Dios y al arrepentimiento final: es el rechazo a Dios inclusive hasta el momento de la muerte.

El arrepentimiento o contrición es indispensable para recibir el perdón de Dios. Así define la contrición el Catecismo de la Iglesia Católica: “un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar”. (CIC #1451)

Existe la “contrición perfecta”, que es un regalo del Espíritu Santo y consiste en optar por Dios y rechazar el pecado, porque preferimos a Dios más que a cualquier otra cosa. La “contrición perfecta” brota, entonces, del amor a Dios sobre todas las cosas. Este tipo de arrepentimiento perdona las faltas veniales y obtiene también el perdón de los pecados mortales, siempre y cuando tengamos la firme resolución de confesar esos pecados graves en el Sacramento de la Confesión enseguida que nos sea posible. (cfr. Caatecismo de la Iglesia Católica #1452)

Existe además la “contrición imperfecta” o “atrición”, también impulso del Espíritu Santo, por la cual nos arrepentimos de nuestros pecados debido al temor a la condenación eterna o porque podemos apreciar la fealdad del mismo pecado. Este tipo de arrepentimiento, aunque imperfecto, es suficiente para obtener el perdón de pecados mortales o veniales en el Sacramento de la Confesión. (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica #1453)

Sobre si el suicidio se perdona, he aquí lo que dice el Catecismo de la Iglesia al respecto: “No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado, por caminos que El solo conoce, la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora por las personas que han atentado contra su vida”. (Catecismo de la Iglesia Católica #2283)

Sólo Dios es dueño de cada vida humana. No podemos disponer de nuestra vida y de la de los demás según nuestros deseos y criterios. El mandamiento “No matar” se aplica a la muerte a uno mismo y a la muerte a los demás, incluyendo a los bebés que están aún en el vientre de su madre y desde el primer instante de su concepción, por lo que el aborto, en cualquier momento del embarazo también es un pecado grave. Otro pecado contra la vida es la eutanasia o asesinato misericordioso, que consiste en acabar con la vida de un enfermo terminal. Nadie tiene derecho, ni el enfermo, ni los médicos en decidir el momento de la muerte, por lo que el llamado “suicidio asistido” también es un pecado grave en el que está comprometido también el que colabora en suspender una vida humana.

Ahora bien, por más graves que sean estos pecados contra la vida, todos tienen perdón de Dios si se cumple con el debido arrepentimiento y, para los católicos, con la Confesión.

Por: Catholic.net 

El sacramento de la penitencia y de la reconciliación


CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA 

SEGUNDA PARTE 
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO
SEGUNDA SECCIÓN:
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA
CAPÍTULO SEGUNDO
LOS SACRAMENTOS DE CURACIÓN

ARTÍCULO 4
EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA RECONCILIACIÓN

1422 "Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra El y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones" (LG 11).


1423 Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión (cf Mc 1,15), la vuelta al Padre (cf Lc 15,18) del que el hombre se había alejado por el pecado.
Se denomina sacramento de la penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador.

1424 Se le denomina sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. En un sentido profundo este sacramento es también una "confesión", reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador.
Se le denomina sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente "el perdón [...] y la paz" (Ritual de la Penitencia, 46, 55).
Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: "Dejaos reconciliar con Dios" (2 Co 5,20). El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: "Ve primero a reconciliarte con tu hermano" (Mt 5,24).


1425 "Habéis sido lavados [...] habéis sido santificados, [...] habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios" (1 Co 6,11). Es preciso darse cuenta de la grandeza del don de Dios que se nos hace en los sacramentos de la iniciación cristiana para comprender hasta qué punto el pecado es algo que no cabe en aquel que "se ha revestido de Cristo" (Ga 3,27). Pero el apóstol san Juan dice también: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros" (1 Jn 1,8). Y el Señor mismo nos enseñó a orar: "Perdona nuestras ofensas" (Lc 11,4) uniendo el perdón mutuo de nuestras ofensas al perdón que Dios concederá a nuestros pecados.


1426 La conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo, el don del Espíritu Santo, el Cuerpo y la Sangre de Cristo recibidos como alimento nos han hecho "santos e inmaculados ante Él" (Ef 1,4), como la Iglesia misma, esposa de Cristo, es "santa e inmaculada ante Él" (Ef 5,27). Sin embargo, la vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la tradición llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a fin de que sirva de prueba en ellos en el combate de la vida cristiana ayudados por la gracia de Dios (cf DS 1515). Esta lucha es la de la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la que el Señor no cesa de llamarnos (cf DS 1545; LG 40).

Fuente: http://www.vatican.va/archive/catechism_sp

¿Qué hacer ante la vocación religiosa de un hijo? 8 consejos imprescindibles


Después de eventos como la Jornada Mundial de la Juventud, o de alguna canonización de un santo joven, (como la que viene dentro de poco de José Sánchez del Río) surgen en la Iglesia vocaciones a la vida consagrada como hongos después de una tormenta. Es lógico. 
Estos eventos son realmente conmovedores y despiertan en muchos jóvenes las ganas de hacer algo por Jesús, por la Iglesia o por imitar a los santos de su edad. Muchos jóvenes le plantean a sus padres su inquietud de ser sacerdotes o religiosos y los padres no saben qué hacer frente a esta manifestación repentina de fe, que muchas veces confunden con un entusiasmo pasajero.

Mis hijos son chicos todavía y ninguno de ellos se ha planteado una vocación a la vida consagrada, así que no estoy calificado para escribir este artículo. Pero de los 65 nietos de mis padres, 9 son religiosos, y de la familia de mi mujer y mía tenemos una buena cantidad de primos y sobrinos segundos consagrados. Así que me volqué a mi faceta de periodista y pregunté a madres y padres cuáles fueron sus principales inquietudes y temores y cuál fue el resultado del paso de los años en la vocación de sus hijos.
Acá lo que ellos me dijeron:

1. ¡Alégrense, llenos de Gracia!

Aunque al principio pueda causar estupor, la vocación de un hijo es algo profundamente maravilloso. ¡Dios los considera dignos de ser padres de otros Cristos, de esposas de Cristo o de consagrados! De la generosidad de la respuesta de ustedes Dios tiene previsto muchísimas gracias, tanto para el hijo como para ustedes. ¿Ustedes lo habían soñado dándole nietos? ¡Ahora van a tener infinitos nietos para la eternidad! Manifiéstenle a sus hijos su alegría, recen y ofrezcan una misa en acción de gracias. Que sus hijos sepan que sus padres son tan generosos como ellos.

2. ¡No tengan miedo!

Esta frase se repite cientos de veces en las Sagradas Escrituras. ¿Por qué habrían de tener miedo ? ¡Si Dios pide algo, siempre nos da las gracias necesarias para cumplirlo! Mientras seamos dóciles a la Gracia de Dios, nada hay que temer. «El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar […] Aunque atraviese por oscuras quebradas, ningún mal temeré»(Sal. 23) Los padres nos asustamos cuando los hijos tienen sueños grandes, pero es porque nosotros dejamos de soñar en grande. ¡Ellos tienen grandes aspiraciones y el Señor está deseando darles toda la fuerza y las gracias necesarias para alcanzar esos grandes sueños! Cuando los apóstoles no habían podido pescar, Nuestro Señor les dice: ¡Duc in altum! (Naveguen mar adentro). A nosotros nos pueden parecer sueños utópicos o inalcanzables, pero… ¡Para Dios nada es imposible!

3. Indaguen (sin ser inquisitivos)

Apenas recibe el anuncio del ángel de que Dios tenía otros planes para Ella, Nuestra Señora indagó: ¿cómo era eso posible? No era que dudara de que los planes del Señor son siempre mejores que los nuestros, solamente necesitaba saber los pormenores. En esta etapa de la vocación incipiente de sus hijos, tienen derecho a saber cómo y dónde los llama el Señor. Tal vez los jóvenes no lo tengan claro del todo y unos ejercicios espirituales los pueden ayudar a discernir en oración profunda los detalles específicos de su vocación: ¿Contemplativo o activo?, ¿sacerdote o laico consagrado?, ¿religiosa o consagrada? ¿En qué congregación? De este discernimiento inicial va a depender mucho la perseverancia, así que hay que ayudarlos, dejando que sean ellos los que tomen las decisiones.

4. No se crean los jueces de la vocación de su hijo

No estás llamado a poner a prueba la vocación de tu hijo. Tu hijo no te pertenece, Dios te lo dió y si Dios lo llama a unos destinos altísimos, impedírselo o prohibírselo no traerá nada bueno. Aquí cabe la profecía de Gamaliel:
«(…)si esto que hacen es de carácter humano, se desvanecerá; pero si es de Dios, no lo podrán destruir. ¡No vaya a ser que ustedes se encuentren luchando contra Dios!» (Hch 5, 38-39)
Si el llamado proviene de Dios, Él le dará las gracias necesarias a su hijo o hija, y de estas gracias surgirán grandes bienes para todos. Y si no proviene de Dios, sino de una ilusión o entusiasmo pasajero, ellos se darán cuenta.

5. No intenten forzar nada…

Del mismo modo que en el punto anterior: si es de Dios, es de Dios, pero si no lo es, no hay nada que puedas hacer para forzar a tu hijo a seguir una vocación que no es la suya, y tal vez le causes mucho daño. Muchos padres se desilusionan si sus hijos que entraron en religión salen luego porque descubren que no es su vocación. Si fue un entusiasmo pasajero y estuvo uno o dos años en una casa de formación. ¡Seguramente que esos años eran los que necesitaba para madurar aspectos de su personalidad y su fe! ¡Dios es sabio y no se deja ganar en generosidad! De ese par de años (supuestamente perdidos) Dios sabrá sacar una enormidad de gracias.

6. … pero recen para que Dios suscite la vocación en sus hijos

En Lu Monferrato, un pueblito de Italia, en el año 1881, por iniciativa de las madres de familia, y bajo la dirección del P. Alessandro Canora, comenzaron a rezar para que Dios suscitara entre sus hijos muchas vocaciones religiosas y sacerdotales. El resultado fue monumental: en un pueblo de algunos miles de habitantes, ¡surgieron 323 vocaciones sacerdotales y religiosas! Cuando Nuestro Señor dijo: «muchos son los llamados, pero pocos los escogidos» (Mt 22, 14), tal vez se refería a esto. ¿Cómo va a suscitar vocaciones Dios si no las pedimos? Roguemos pues, al dueño de la mies, para que envíe obreros a su mies… ¡En nuestra familia!

7. Prepárense para verlo feliz. Muy feliz

Una de mis hermanas me dijo: «Los papás queremos la felicidad de nuestros hijos. Verlos felices me da la tranquilidad de que han sido llamados por Dios realmente y de que han respondido con toda el alma a ese llamado». Tiene dos hijas religiosas que brillan por su piedad y alegría. Tanto que sus nombres de religiosa son «María del milagro de Ámsterdam» y «María Madre de la alegría». Los hijos parten hacia destinos lejanísimos, hacia misiones dificultosas, ¡y no hay forma humana de sacarles la sonrisa de la cara! ¡La alegría es siempre la confirmación de esa vocación genuina!

8. ¡Y prepárense para ser también, muy, muy felices!

Ya lo dije: ¡Dios no se deja ganar en generosidad! De la respuesta generosa a la gracia de la vocación, Dios tiene preparado un rosario de gracias para los padres generosos. Una tía de mi esposa tiene tres hijos, y los tres son religiosos, uno de ellos, misionero en Tanzania. ¡Sus hijos en lugares tan lejanos y ella solita! La vida de tus hijos religiosos no va a estar exenta de cruces, para ellos y para sus padres, pero las alegrías y satisfacciones son inmensamente más grandes que las penas y cruces. ¡Tendrán un hijo rezando todos los días de su vida por ustedes!


Siempre nos quejamos de la falta de vocaciones. Si tuviéramos la fe del tamaño de un grano de mostaza y fuéramos generosos como quieren ser generosos nuestros hijos, ¿qué duda cabe que abundarían las vocaciones religiosas y sacerdotales? Sepamos corresponder a la gracia con alegría y sin temores, que «nadie vio ni oyó, y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman» (1 Co 2,9).

Fuente: www.catholic-link.com

Los "Millenials" y las vocaciones

Jóvenes de la generación menos religiosa de EEUU producen oleada de vocaciones sacerdotales
La generación actual de jóvenes en Estados Unidos, conocidos como los "Millennials" por su nacimiento en la cercanía del fin del milenio, está produciendo el aumento en las vocaciones sacerdotales. Este hecho contrasta con los estudios que identifican a esa generación como la menos religiosa, con menor asistencia al Eucaristía, menos posibilidad de unirse en matrimonio sacramental o identificarse a sí mismos como católicos. Y, sin embargo, son justamente los jóvenes quienes están dando la vuelta a las estadísticas sobre vocaciones.
Un ejemplo de esta realidad es el Seminario de Santa María en El Ateneo de Ohio, que realiza actualmente su primera expansión en 60 años y cuyo crecimiento llamó la atención de la prensa secular. De contar con más de 200 seminaristas en los años 60, el seminario llegó a un número de 40 en 2011, un oscuro panorama para la Iglesia local. Sin embargo, el Seminario registra actualmente 82 estudiantes, mayoritariamente de edades de 18 a 35 años, quienes según las estadísticas serían los menos probables.
"Yo admiro su valentía", comentó el Arzobispo de Cincinnati, Mons. Dennis Schnurr, según informó Crux. "Es una sociedad mucho más secular. Es más difícil ir que cuando yo estaba contemplando el sacerdocio". Es posible que justamente la contradicción haya animado a los fieles a asumir un compromiso más decidido en rechazo de la fuerte presión cultural. "Vinieron de esa cultura. Ellos vivieron en esa cultura", comentó el P. Benedict O'Cinnsealaigh, Presidente del Seminario de Santa María. "Ellos saben que la cultura no tiene las respuestas que estaban buscando".
Los seminaristas resultan siendo un ejemplo de transformación y novedad a pesar de pertenecer a una institución con dos mil años de historia, porque la sociedad ha cambiado tanto que son ellos quienes viven fuera de las convenciones. "Vamos a predicar el Evangelio a una cultura que lo necesita desesperadamente", afirmó Jarred Kohn, uno de los seminaristas. "Tratar de vencer a una cultura va a ser difícil, pero podemos recuperarlo". Otro de los seminaristas, Andrew Smith, veterano de la Fuerza Aérea de 35 años de edad, respalda su opinión. "Ciertamente, va a ser duro. No será todo duraznos y crema".
Por: Redacción | Fuente: es.gaudiumpress.org 

Oraciones del Apostolado

Oración a la Santísima Trinidad por el Apostolado

Padre Celestial, en unión con el Espíritu Santo por el poder de la Sangre preciosa de Jesús, ilumínanos, santifícanos, bendícenos, úngenos y multiplica todos los miembros y amigos del APOSTOLADO MARÍA MADRE NOS RECONCILIA CON CRISTO, viviendo bajo tu protección y confiando que Tú eres nuestra fortaleza, refugio que nos ama (salmo 91), contigo nada nos falta (Salmo 23) y nada temeremos (Salmo 27,1-3), porque Tu amor no tiene fin (Salmo 36,5-9), confiamos en t u Poder, Protección y Providencia.

Virgen de Guadalupe, Madre de Dios y Madre nuestra, mujer del sí, y del “hágase en mí tu voluntad”, enséñanos a que gocemos en hacer la voluntad de Dios, siendo fieles a su amor y a la misión (Lucas 1,37; Salmo 63,1-5). Enséñanos que a ejemplo tuyo, seamos agradecidos y le alabemos por la grandeza de su misericordia, porque fijó sus ojos en nosotros y nos ha llamado por nuestro nombre para ser instrumentos de su obra, de fe, de esperanza y de paz. (Lucas 1,46-48; Isaías 66,2; Salmo 103, 1-2).

María Madre, que nos reconcilias con Cristo y proteges a las vocaciones nacientes en los cinco continentes, enséñanos por la gracia del misterio de la visitación a tu prima Santa Isabel, a ser presurosos en el servir, generosos en el dar y hacer todo por amor y con amor para la Gloria de Dios (Lucas 1,39-40); Jeremías 1,4-5; Gal 1,15-16; Ef 1,4).

Alabemos y adoremos la real presencia de Jesús en la Eucaristía, en comunión con todos los santos, Aleluya, Aleluya, Aleluya. La sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo nos selle, nos libre de todo mal y lleve a feliz término la buena obra que empezó en nosotros y nos pastoree para alcanzar la misión a la que somos llamados desde el Bautismo, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Amén. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como era en un principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen.

Oración por las vocaciones

¡Oh Jesús, Pastor Eterno de las almas! Dígnate mirar con ojos de misericordia a esta porción de tu grey amada. ¡Te pedimos por la intercesión de Santa María de Guadalupe, tu dulce y Santa Madre: ¡Oh Jesús, danos sacerdotes y almas consagradas, según tu corazón. Señor, danos muchos santos matrimonios, para que cada día aumenten las familias misioneras del evangelio de la vida! Amén.
¡Oh señora mía, oh madre mía, yo me ofrezco enteramente a Ti. En prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo(a) tuyo (a), oh madre de bondad, guárdame y defiéndeme como hijo (a) y posesión tuya! Amén.

¡Oh María; transforma mi corazón como el tuyo; colócale alrededor una corona de pureza adornada con virtud; toma mi corazón querida Madre consagrado como tuyo propio; preséntaselo a Dios Padre como una ofrenda de mí para ti. Ayúdame, Oh María, en hacer tu corazón más conocido cada día! Amén.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

Consagración de las familias a la Virgen de Guadalupe

A Ti, verdadero Dios por quien se vive, que prometiste mostrarnos y darnos todo tu amor, compasión, auxilio y defensa por medio de la siempre Virgen María de Guadalupe, te consagramos nuestra familia y las familias en los cinco continentes.

Santa Madre de Dios y Madre nuestra, te consagramos nuestra familia para que llegue a ser verdadera Iglesia doméstica donde se aprende a crecer en la fe como experiencia de amor que se recibe de Dios y se da a los hermanos; reaviva la esperanza cierta en la vida eterna, renuévanos en la caridad y enséñanos a acoger y defender la vida humana. Madre del verdadero Dios, conduce a nuestras familias a creer en tu Hijo Jesucristo como único camino que lleva a la salvación. Que niños, jóvenes y mayores aprendan a amarle, adorarle y seguirle y con tu gracia también darle a conocer.

Que San José, elegido por el Padre Eterno como custodio del Redentor, preserve nuestros hogares y mantenga unidas nuestras familias. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

“Virgen de Guadalupe conserva en la pupila de tus ojos a todas las familias”. (Por eso te consagramos nuestras familias)

“Sagrados corazones unidos de Jesús, José y María, salvad y mantener unida la familia mía y las familias en los cinco continentes”. Amén, para la Gloria de Dios.

Oración de la madre por la vocación del hijo o hija

Señor Jesús, si llamas al matrimonio a mi hijo (a) ___________, bendícelo(la) y bendice a su futuro esposa ( esposo), para que se amen y juntos te amen con todo el corazón, con todo su alma y todo su ser, que puedan tener hijos a quienes les transmitan la fe y formen con sanas costumbres!

¡Señor Jesús, si estás llamando a mi hijo (a) ___________, desde que estaba en el vientre materno en que fue concebido, para consagrarse a Ti y al servicio de la Iglesia, capacítanos para ser receptivos a ese llamado y acompañarlo en el discernimiento vocacional. Amén.

Bendición de un niño recién nacido

Señor Nuestro Jesucristo, Hijo de Dios Vivo, que engendrado antes de todos los siglos, en el tiempo quisiste ser niño y amas la inocencia propia de la infancia; Tú, Señor, que abrazabas con amor a los niños que te presentaban, y los bendecías, cuida a este niño con tierna bendición y no permitas que la malicia pervierta su corazón. Concédele, Señor, que, creciendo en edad, sabiduría y gracia, siempre te agrade. Tú que siendo Dios vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Amen.

Pidiendo el don de la maternidad

Señor dador de vida, concédeme el don de la maternidad. Haz de mí un instrumento de tu creación. Dame la alegría de apreciar en mis brazos de un hijo (a) y cantar juntos tu gloria.

Señor, no me abandones. Escucha mi oración. Haz fecundo mi amor. Por tu gracia, se oirá el alegre llanto de niño, que testimoniará tu amor por la humanidad. Esto deseo y espero, si es tu voluntad. María, madre de Dios, y madre nuestra, ruega por nosotros. Amén.

Bendición de una mujer embarazada

(Antes del parto)
-Señor Dios, creador del género humano, cuyo Hijo, por obra del Espíritu Santo, quiso nacer de la Virgen María, para redimir y salvar a los hombres, librándolos de la deuda del antiguo pecado, atiende los deseos de esta hija tuya, que te suplica por el hijo que espera, y concédele un parto feliz; que su hijo se agregue a la comunidad de los fieles, te sirva en todo y alcance finalmente la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.

(En caso de peligro)
- Dígnate, Señor, visitar esta habitación y aparta de ella y de tu sierva todas las asechanzas del enemigo. Vengan a morar en ella tus santos ángeles que custodien a tu Sierva y a su hijo, y tu bendición permanezca con ellos para siempre. Sálvalos, Dios omnipotente, y concédeles contemplar un día tu eterna gloria. Por Cristo Nuestro Señor.
R. Amén.

(Después del parto)
- Oh Dios autor y protector de la vida humana que has concedido a esta hija tuya el gozo de la maternidad, dígnate aceptar nuestra alabanza y escucha con bondad lo que te pedimos: bendice y santifica a esta madre y a su hijo/a para que los guardes de todo mal, los acompañes siempre en el camino de esta vida y que, a su tiempo los acojas en la felicidad de tu reino. Por Jesucristo Nuestro Señor.
R. Amén.

Por una maternidad en peligro

Señor, tu sabes cuánto pedí también para mí el milagro de la vida, y cuánto me alegré cuando sentí los primeros movimientos y estuve segura de que mi cuerpo se había convertido en templo de una nueva vida.

Pero también sabes que ahora la criatura que está dentro de mí corre peligro, y que mi tan esperada gravidez corre el riesgo de interrumpirse, permíteme la alegría de estrechar en mis brazos, un vivo testimonio de tu amor, acepto tu voluntad, en ti confío y espero. Amen.

Conciliar el Evangelio con el mundo no trae la paz

Verdades Olvidadas

El Papa Pío IX tenía fama de ser un hombre culto y liberal. Al ser elegido proclamó una amnistía para los presos con delitos políticos e instituyó una cámara deliberante de representación popular en el gobierno de los Estados pontificios. También abolió el antiguo gueto judío de Roma. Para sus propósitos liberalizadores tuvo que pugnar arduamente con la propia curia romana, hasta el punto que en dos años tuvo no menos de siete secretarios de Estado.

Durante las revoluciones de 1848 en Roma se proclamó la república y el Papa tuvo que huir a Gaeta, en el reino de las Dos Sicilias, disfrazado de monje. Desde allí pidió ayuda a las principales potencias católicas: España, Austria, Francia y las Dos Sicilias, que acudieron en su ayuda. Después sus territorios le fueron restituidos por los franceses.

Después de perder los Estados Pontificios y la sangrienta invasión de Roma, comprendió la realidad del odio que existe contra la Iglesia y el Papa Pío IX tuvo un cambio total en su posición liberal.

En 1864 Pío IX promulgó la encíclica Quanta cura que lleva como apéndice el celebérrimo Syllabus errorum, compendio de ochenta proposiciones condenatorias de las doctrinas del momento. Específicamente anatematizó el panteísmo, el naturalismo, el racionalismo, el indiferentismo, el latitudinarismo, el socialismo, el comunismo, el liberalismo, las sociedades secretas, el biblismo, y la autonomía de la sociedad civil.

Reproducimos a continuación un trecho de una Carta suya, ya desengañado de las pretendidas bondades de los liberales, al senador Cannart d’Hamale y a toda la Federación de Círculos Católicos de Bélgica:

(…) “Lo que más elogiamos en esta empresa llena de piedad, es que estáis, según nos informan, llenos de aversión por los principios católico–liberales, y que os esforzáis por borrarlos de las inteligencias tanto cuanto a está en vuestro poder.
La brecha de la Puerta Pía que llevó a la invasión de Roma por las tropas revolucionarias y a la masacre de los guardias suizos

“Los que están imbuidos de esos principios puede hacer profesión de amor y de respeto por la Iglesia y aparentar que emplean en su defensa sus talentos y trabajos; sin embargo, están empeñados en pervertir su doctrina y espíritu, tendiendo, de acuerdo a las disposiciones de cada uno, al servilismo ya sea con relación al César o con los promotores de los derechos de una falsa libertad. Piensan que es absolutamente necesario seguir este camino para suprimir las causas de los conflictos,conciliar el Evangelio con el progreso de la sociedad actual y restablecer el orden y la tranquilidad, como si la luz pudiese unirse a las tinieblas y la verdad no fuese privada de su naturaleza cuando, al ser curvada por la violencia,  se ve despojada de su vigor natural.

“Este error insidioso es más peligroso que una hostilidad abierta, ya que se recubre con el capcioso velo del celo y de la caridad; esforzándoos por combatirlo y empleando un cuidado asiduo en apartar de él a los simples, es que este extirpareis la raíz fatal de las discordias y trabajareis eficazmente en proporcionar y mantener la estrecha unión de los espíritus”.


Por: Redacción | Fuente: accionfamilia.org 

Las palabras de la Virgen María en la Biblia que cuestionan al mundo hoy


Escuchemos a nuestra Madre.

En los Evangelios se encuentra poco de lo que dijo la Virgen María, pero cuando aparecen citadas sus palabras se puede apreciar que estas no solo generan una reacción del Señor sino que además cuestionan al mundo de hoy. San Juan Pablo II nos ofreció una profunda reflexión sobre cada una de ellas.

La Anunciación (Lc. 1, 26-38)

Las primeras palabras de la Virgen las cuenta San Lucas cuando el Ángel Gabriel visita a María y le manifiesta que concebirá a Jesús. Ella pregunta: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?” Y el mensajero divino con paciencia le explica la acción del Espíritu Santo. “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”, dijo María.

Sobre este pasaje, San Juan Pablo II escribe en la Redemptoris Mater, numeral 13, que la Madre de Dios “ha respondido, por tanto, con todo su yo humano, femenino, yen esta respuesta de fe estaban contenidas una cooperación perfecta con ‘la gracia de Dios que previene y socorre’ y una disponibilidad perfecta a la acción del Espíritu Santo, que, ‘perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones’”.

La visita a su prima Isabel (Lc 1, 39-56)

María movida por la caridad, se pone al servicio de su anciana prima Isabel. En ese encuentro familiar, Isabel la felicita y la sencilla Virgen alaba a Dios y proclama una de las oraciones más excelsas del cristianismo, inspirada en el Antiguo Testamento: el Magníficat.

Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava…”.

“Con su visita a Isabel, María realiza el preludio de la misión de Jesús y, colaborando ya desde el comienzo de su maternidad en la obra redentora del Hijo, se transforma en el modelo de quienes en la Iglesia se ponen en camino para llevar la luz y la alegría de Cristo a los hombres de todos los lugares y de todos los tiempos” (San Juan Pablo II, Audiencia General, 1996).

Jesús hallado en el Templo (Lc. 2, 41 - 52)

Cuando Jesús tenía doce años se quedó en Jerusalén y sus padres al no encontrarlo en la caravana regresan a buscarlo. Después de tres días lo hallan en el Templo dialogando con los doctores de la ley y María le dice: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando”.

Jesús contestó que tenía que estar en los asuntos de su Padre y la Virgen y San José no entendieron aquella respuesta.

San Juan Pablo II explica que “Jesús tenía conciencia de que ‘nadie conoce bien al Hijo sino el Padre’ (cf. Mt 11, 27). Tanto que aun aquella, a la cual había sido revelado más profundamente el misterio de su filiación divina, su Madre, vivía en la intimidad con este misterio sólo por medio de la fe. Hallándose al lado del hijo, bajo un mismo techo y ‘manteniendo fielmente la unión con su Hijo’, ‘avanzaba en la peregrinación de la fe’, como subraya el Concilio” (Redemptoris Mater, 17).

Bodas de Caná (Jn. 2, 1 - 11)

María, como toda buena madre, vivió preocupada porque no faltaran las cosas de la casa y mucho menos en una boda. Es así que en Caná alerta a su Hijo que los novios: “No tienen vino”. Con la confianza de saber que Jesús ayudará, adelante la “hora” del Señor y da un mensaje a los sirvientes, y en ellos a todos los creyentes: “Hagan lo que Él les diga”.

En Caná, merced a la intercesión de María y a la obediencia de los criados, Jesús da comienzo a ‘su hora’. En Caná María aparece como la que cree en Jesús; su fe provoca la primera ‘señal’ y contribuye a suscitar la fe de los discípulos” (San Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 21).

No hay más palabras de María en la Biblia, pero las que aparecen cobran especial sentido para cada generación y por eso San Juan Pablo II en su visita del año 2000 a la Basílica de la Anunciación en Nazaret, expresó uno de sus mayores deseos:

“Pido a la Sagrada Familia que impulse a todos los cristianos a defender la familia contra las numerosas amenazas que se ciernen actualmente sobre su naturaleza, su estabilidad y su misión. A la Sagrada Familia encomiendo los esfuerzos de los cristianos y de todos los hombres de buena voluntad para defender la vida y promover el respeto a la dignidad de todo ser humano”.

Fuente: www.aciprensa.com

Fiesta de la Epifanía o Día de Reyes

Los pastores y reyes del Oriente visitan a Jesús el Mesías, le llevan regalos y lo adoran con oro, incienso y mirra.

Origen de la fiesta:

El 6 de enero se celebraba desde tiempos inmemoriales en Oriente, pero con un sentido pagano: En Egipto y Arabia, durante la noche del 5 al 6 de enero se recordaba el nacimiento del dios Aion. Creían que él se manifestaba especialmente al renacer el sol, en el solsticio de invierno que coincidía hacia el 6 de Enero. En esta misma fecha, se celebraban los prodigios del dios Dionisio en favor de sus devotos.
La fiesta de la Epifanía sustituyó a los cultos paganos de Oriente relacionados con el solsticio de invierno, celebrando ese día la manifestación de Jesús como Hijo de Dios a los sabios que vinieron de Oriente a adorarlo. La tradición pasó a Occidente a mediados del siglo IV, a través de lo que hoy es Francia.

La historia de los Reyes Magos se puede encontrar en Mateo 2, 1-12

“Después de haber nacido Jesús en Belén de Judea, en el tiempo del Rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén diciendo: ¿dónde está el que ha nacido, el Rey de los Judíos? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo.
Al oír esto, el Rey Herodes se puso muy preocupado; entonces llamó a unos señores que se llamaban Pontífices y Escribas (que eran los que conocían las escrituras) y les preguntó el lugar del nacimiento del Mesías, del Salvador que el pueblo judío esperaba hacía mucho tiempo.
Ellos contestaron: En Belén de Judá, pues así está escrito por el Profeta:

Y tú, Belén tierra de Judá
de ningún modo eres la menor
entre las principales ciudades de Judá
porque de ti saldrá un jefe
que será el pastor de mi pueblo Israel

Entonces Herodes, llamando aparte a los magos, los envió a la ciudad de Belén y les dijo: Vayan e infórmense muy bien sobre ese niño; y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo.
Los Reyes Magos se marcharon y la estrella que habían visto en el Oriente, iba delante de ellos hasta que fue a pararse sobre el lugar donde estaba el Niño. Al ver la estrella, sintieron una gran alegría.
Entraron en la casa y vieron al niño con María su madre. Se hincaron y lo adoraron. Abrieron sus tesoros y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Luego, habiendo sido avisados en sueños que no volvieran a Herodes, (pues él quería buscar al Niño para matarlo), regresaron a su país por otro camino.”

Podemos aprovechar esta fiesta de la Iglesia para reflexionar en las enseñanzas que nos da este pasaje evangélico:

*Los magos representan a todos aquellos que buscan, sin cansarse, la luz de Dios, siguen sus señales y, cuando encuentran a Jesucristo, luz de los hombres, le ofrecen con alegría todo lo que tienen.

* La estrella anunció la venida de Jesús a todos los pueblos. Hoy en día, el Evangelio es lo que anuncia a todos los pueblos el mensaje de Jesús.

* Los Reyes Magos no eran judíos como José y María. Venían de otras tierras lejanas (de Oriente: Persia y Babilonia), siguiendo a la estrella que les llevaría a encontrar al Salvador del Mundo. Representan a todos los pueblos de la tierra que desde el paganismo han llegado al conocimiento del Evangelio.

* Los Reyes Magos dejaron su patria, casa, comodidades, familia, para adorar al Niño Dios. Perseveraron a pesar de las dificultades que se les presentaron. Era un camino largo, difícil, incómodo, cansado. El seguir a Dios implica sacrificio, pero cuando se trata de Dios cualquier esfuerzo y trabajo vale la pena.

* Los Reyes Magos tuvieron fe en Dios. Creyeron aunque no veían, aunque no entendían. Quizá ellos pensaban encontrar a Dios en un palacio, lleno de riquezas y no fue así, sino que lo encontraron en un pesebre y así lo adoraron y le entregaron sus regalos. Nos enseñan la importancia de estar siempre pendientes de los signos de Dios para reconocerlos.

Los Reyes Magos fueron generosos al ir a ver a Jesús, no llegaron con las manos vacías. Le llevaron:
·   oro: que se les da a los reyes, ya que Jesús ha venido de parte de Dios, como rey del mundo, para traer la justicia y la paz a todos los pueblos;
·     incienso: que se le da a Dios, ya que Jesús es el hijo de Dios hecho hombre;
·   mirra: que se untaba a los hombres escogidos, ya que adoraron a Jesús como Hombre entre los hombres.
Esto nos ayuda a reflexionar en la clase de regalos que nosotros le ofrecemos a Dios y a reconocer que lo importante no es el regalo en sí, sino el saber darse a los demás. En la vida debemos buscar a Dios sin cansarnos y ofrecerle con alegría todo lo que tenemos.

* Los Reyes Magos sintieron una gran alegría al ver al niño Jesús. Supieron valorar el gran amor de Dios por el hombre.

* Debemos ser estrella que conduzca a los demás hacia Dios.

Significado de la fiesta:

Antes de la llegada del Señor, los hombres vivían en tinieblas, sin esperanza. Pero el Señor ha venido, y es como si una gran luz hubiera amanecido sobre todos y la alegría y la paz, la felicidad y el amor hubieran iluminado todos los corazones. Jesús es la luz que ha venido a iluminar y transformar a todos los hombres.

Con la venida de Cristo se cumplieron las promesas hechas a Israel. En la Epifanía celebramos que Jesús vino a salvar no sólo a Israel sino a todos los pueblos.

Epifanía quiere decir "manifestación", iluminación. Celebramos la manifestación de Dios a todos los hombres del mundo, a todas las regiones de la tierra. Jesús ha venido para revelar el amor de Dios a todos los pueblos y ser luz de todas las naciones.

En la Epifanía celebramos el amor de Dios que se revela a todos los hombres. Dios quiere la felicidad del mundo entero. Él ama a cada uno de los hombres, y ha venido a salvar a todos los hombres, sin importar su nacionalidad, su color o su raza.
Es un día de alegría y agradecimiento porque al ver la luz del Evangelio, salimos al encuentro de Jesús, lo encontramos y le rendimos nuestra adoración como los magos.


Por: Tere Vallés | Fuente: Catholic.net 

El primer día del año...para María, Madre de Dios

Pongamos hoy nuestra vida en manos de María Santísima. Ella pondrá el año que termina en manos del Padre Misericordioso, y el que comienza en manos del Hijo Providente.

Hoy celebramos una fiesta que hace referencia al título más sorprendente que puede tener una criatura humana: Madre Dios... Lo cual significa que el Salvador del mundo no sólo nació "en" ella, sino "de" ella. El Hijo formado de sus entrañas es el mismísimo Hijo Dios, nacido en la carne.

El Evangelio nos narra los acontecimientos de la Navidad, remarcando la imposición del nombre, dado por el ángel antes de la Concepción: JESÚS (que significa YHWH [nombre sagrado e inefable de Dios en el A.T.] salva); nombre puesto por orden divina... misterioso, cargado de significado salvífico [con todo y por todo lo que significa el "nombre" para los semitas] (ver a este respecto lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica al explicar el II mandamiento...).

La invocación de ese nombre trae la salvación. Nosotros tenemos el nombre del Señor sobre nosotros: somos cristianos... ¡No lo digamos con tanta ligereza!

Así, se abre el año con esa fórmula que pide la bendición y el favor de Dios. Él nunca se la ha negado la humanidad; pero con Cristo esta Bendición es irrevocable.

Comienza el año civil; y se lo celebra de diversos modos:

1. En estas fiestas, se suele hacer mucho ruido (bailes, fuegos artificiales, pirotecnia,...) mucho ruido ¿Y "pocas nueces"...?
2. Para muchos, las fiestas están cargadas de melancolía (paso de los años; "los que ya se han ido"; nostalgias; recuerdos...). Muchos desean "que las fiestas pasen pronto"...
3. Para los pobres (que no son pocos), el dolor de no poder participar de las alegrías festivas... o de hacerlo con muchas limitaciones.
Pensemos cómo vivimos interiormente las fiestas. Sin interioridad, todo lo otro es vacío, pura exterioridad e hipocresía: festejamos... nada.
¿Cuál es el motivo para alegramos por las fiestas? El Amor de Dios, experimentado en estos días como una fuerza que quiere renovarnos incesantemente. Navidad es el comienzo de una nueva creación (Dios a hecho con el hombre una Alianza Eterna: Cristo).

Todo comienzo de algo (también el del año civil) debe remitirnos a este comienzo: al de la Alianza Nueva y Eterna... (la que no pasará jamás, y por ende radicalmente diversa de lo que no permanece, lo que es pasajero, transitorio (tiempo; apariencias; exterioridades)... Éste es el fundamento de nuestra Paz, cuya Jornada mundial cada año celebramos precisamente hoy.

Volvamos a mirar las cosas que nos rodean, pero con esta perspectiva: pensemos en las cosas que se fueron con el año y los años que pasaron... y pongámoslas en manos Dios. Pero sepamos que todo lo que hayamos hecho con amor, y por amor tiene un valor que permanece, y está "eternizado" en la presencia del Señor.

Todo lo hecho por amor, aunque pequeño, aunque los demás no lo noten, ha sido tomado en cuenta por Dios, y lo encontraremos renovado en Él.
También las personas que se han ido... Y así, nuestros lazos de amor, lejos de perderse, serán renovados y glorificados en la Resurrección.

"Nada se pierde, todo se transforma..." también en el orden espiritual.

Frente al año viejo, y al nuevo, tengamos una mirada de Fe: evaluemos desde el amor que hemos puesto y hemos de poner para hacer las cosas.
El tiempo pasa, pero el amor permanece; y allí debemos encontrar el motivo de nuestra alegría: en el amor vivido y en el "por vivir".

"En el atardecer de la vida e juzgará el Amor”, nos recuerda San Juan de la Cruz.

Un nuevo año ha "atardecido"...
Un año más de vida... y un año menos para llegar al cielo.
Un año con sus alegrías... y sus amarguras.
En vista a los acontecimientos de la vida de cada uno de ustedes, quiero hoy recordarles nuevamente que con todos sus engaños, trampas y sueños rotos, éste sigue siendo mundo hermoso, que vale la pena vivir como camino al cielo.

En este valle de lágrimas, la alegría que da el Espíritu Santo es más fuerte que cualquier pena... Esa alegría profunda, serena, misteriosa, radiante... (quien la conoce, entiende lo que estoy diciendo... y a quien no la conoce, le repito con el salmo 33: "prueben y vean qué bueno es el Señor...").

Pongamos hoy nuevamente nuestra vida en manos de María Santísima. Ella pondrá el año que termina en manos del Padre Misericordioso, y la en el que comienza en manos del Hijo Providente... ella que es Soberana de los Ángeles, pero mucho más aún es nuestra: sangre y dolor de nuestra raza humana.
Amén.

Por: P Juan Pablo Esquivel | Fuente: Catholic.net