Hay
en la Madre de Dios una admirable apropiación del ministerio de la mediación,
sea por nuestra parte, sea por la parte de su divino Hijo, sea, finalmente por
su propia parte.
1º
Por nuestra parte. En efecto, no hay nada en ella que sea temible: es una pura
criatura. En ella la divinidad no existe en ningún grado. Y como no tiene
divinidad, no está en ella el ejercer la justicia. Dependiente de Dios, como
nosotros, es nuestra hermana; podemos recurrir a ella sin ningún temor y
comenzar de alguna manera, así, el aprendizaje de la confianza hacia su hijo.
2º
Por parte de ese Hijo, por Medio de María se puede esperar todo; porque es la
más perfecta y la más elevada de las criaturas, que tiene una relación
necesaria con Dios, y que no está –oso decirlo así – menos unida a la humanidad
de su divino hijo que lo que esta humanidad está unida a la divinidad.
3º
Por su parte, finalmente, ella es Madre y, maravillo recurso, Madre de las dos partes:
Madre de Dios, Madre de los hombres; que puede obtener todo como Madre de Dios,
que quiere conceder todo como Madre de los hombres, y por tanto más autorizada
e interesada incluso a concurrir de esta manera en nuestra salvación, que fue
por este único fin que fue elegida y al que debe su gloriosa Maternidad (Aug.
Nicolas).
Ejemplo
La
hoja de la conversión de Francfort (1849, nº 205 y nº 207) da detalles sobre la
solemnidad que tuvo lugar con ocasión del centenario del nacimiento del poeta
Goethe, nacido en Francfort en 1749. Un testigo ocular da cuenta del entusiasmo
del pueblo, que había ornado la estatua del gran hombre. Súbitamente algunos
espectadores propusieron a la masa visitar la tumba de la madre de Goethe.
Agregaron que no convenía, después de haber ovacionado al hijo, olvidar
enteramente a la madre que le había dado la vida. La multitud siguió en masa a
los que habían hecho la proposición hasta el cementerio, donde la solemnidad
recomenzó. La Iglesia católica, exaltando el culto de la Virgen, pretende
también que no es conveniente olvidar rendirle honores a la Madre que adora al
Hijo.
Honremos a María para complacer a Jesús, su divino Hijo
Fuente:
Aciprensa
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