¿No será que todo es consecuencia de nuestro propio modo de vida?
Lo que vivimos hoy en día es la
consecuencia del: adulterio, fornicación, violencia familiar y social,
perversión sexual, deshonra a los padres, la rebeldía, el engaño, mentira,
idolatría (cultura de la muerte: dinero, placer y poder), sí al aborto, si a la
diversidad sexual, comuniones sacrílegas, etc. Al bien le llamamos mal, y al
mal le llamamos, bien.
Nos preguntamos: ¿Por qué tantas
calamidades en el mundo? ¿No será que todo es consecuencia de nuestro propio
modo de vida? Reflexionemos en familia la siguiente cita bíblica:
“Pues vemos que el terrible
castigo de Dios viene del cielo sobre toda la gente mala e injusta, que con su
maldad impide que se conozca la verdad. Lo que de Dios se puede conocer, ellos
lo conocen muy bien, porque él mismo se lo ha mostrado, pues lo invisible de
Dios se puede llegar a conocer, si se reflexiona en lo que él ha hecho. En
efecto, desde que el mundo fue creado, claramente se ha podido ver que él es
Dios y que por su poder nunca tendrá fin. Por eso los malvados no tienen disculpa.
Pues aunque han conocido a Dios, no lo han honrado como a Dios ni le han dado
gracias. Al contrario, han terminado pensado puras tonterías, y su necia mente
se ha quedado a oscuras. Dicen que son sabios, pero son tontos; porque han
cambiado la gloria de Dios inmortal por imágenes del hombre mortal, y hasta por
imágenes de aves, cuadrúpedos y reptiles.
Por eso Dios los ha abandonado a
los impuros deseos que hay en ellos, y han cometido unos con otros acciones
vergonzosas. En lugar de la verdad de Dios, han buscado la mentira, y han
honrado y adorado las cosas creados por Dios y no a Dios mismo, que las creó y
que merece alabanza por siempre. Así sea.
Por eso, Dios los ha
abandonado a pasiones vergonzosas. Hasta sus mujeres han cambiado las
relaciones naturales por las que van contra la naturaleza; de la misma manera
los hombres han dejado sus relaciones naturales con la mujer y arden en malos
deseos los unos por los otros. Hombres con hombres cometen acciones
vergonzosas, y sufren en su propio cuerpo el castigo de su perversión.
Como no quieren reconocer a Dios,
él los ha abandonado a sus perversos pensamientos, para que hagan lo que no
deben. Están llenos de toda clase de injusticia, perversidad, avaricia y
maldad. Son envidiosos asesinos, pendencieros, engañadores, perversos y
chismosos. Hablan mal de los demás, son enemigos de Dios, insolentes, vanidosos
y orgullosos; inventan maldades, desobedecen a sus padres, no quieren entender,
no cumplen su palabra, no sienten cariño por nadie, no saben perdonar, no
sienten compasión. Saben muy bien que Dios ha decretado que quienes hacen estas
cosas merecen la muerte; y sin embargo lo siguen haciendo, y hasta ven con
gusto que otros las hagan” (Rom 1, 18 – 32).
“Por eso no tienes disculpa, tú
que juzgas a otros, no importa quien seas. Al juzgar a otros te condenas a ti
mismo, pues haces precisamente lo mismo que hacen ellos” (Rom. 2, 1).
Con todos los acontecimientos,
Dios nos está hablando, nos está llamando a la reflexión y al cambio de vida,
sólo que nuestra soberbia es tan grande que nos impide escucharle.
“Dios no creó el mal, el mal es
el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de los seres humanos”
(Einstein).
Por:
Francisco Mario Morales | Fuente: Catholic.net
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