El Ayuno
nos ayuda a fortalecer la voluntad para elegir siempre el bien y permite
abrirnos a la gracia de Dios
Antes de hablarte del ayuno, me gustaría que
conocieras que es la Ascesis o Penitencia (puedes leerlo en este artículo que
hemos publicado: ¿Sabes qué es la Ascesis o Penitencia?), ya que el ayuno
es solo parte de este trabajo espiritual que todo cristiano debe hacer si
quiere llegar a la santidad propuesta por Jesucristo.
El Ayuno, desde la vida espiritual, nos ayuda en
dos áreas de nuestra vida. Por un
lado, es la forma como la voluntad se entrena con la renuncia a cosas buenas,
para en su momento poder rechazar las malas. Por otro lado, ejerce una acción
misteriosa, que permite al alma abrirse de una manera particular a la gracia y
a la presencia de Dios, es decir, el alma toma más gusto por las cosas de Dios.
Cuando nos privamos de cualquier cosa que está en
relación con nuestros apetitos, especialmente con el placer (comer, beber, ver,
oír, sentir), estamos acostumbrando a nuestra voluntad a recibir ordenes
directamente de nosotros y no de nuestras pasiones. Nos lleva a ser dueños de
nosotros mismos. De esta manera, una persona habituada a ayunar será una
persona habituada a la renuncia, y tendrá sometidas sus pasiones a la voluntad,
de manera que el cuerpo come, duerme, y hace lo que la voluntad le
indica. Si la voluntad está orientada a Dios, buscará evitar todo lo
que lo separa de Dios y orientará todas sus acciones a EL.
Por otro lado, como te decía, el Ayuno,
especialmente el de la comida, nos abre de una manera misteriosa a la presencia
de Dios. Parecería como si el hambre corporal se fuera convirtiendo en hambre
de Dios.
Ahora bien, para que esto se realice, el Ayuno debe
estar unido a la oración. Sin oración el Ayuno se convierte en dieta o en
estoicismo, que poco o nada ayuda a la vida espiritual.
Algunas personas quieren ayunar, pero nunca se
encuentran con fuerzas para hacerlo. Aquí ofrecemos 6 elementos prácticos que
pueden serte de utilidad para iniciarte y crecer en este ejercicio espiritual
en la medida de tus posibilidades:
1.
Lo
primero es que el Ayuno debe ser progresivo. Es decir hay que comenzar por lo poco y poco a poco progresar en
él. Empieza entonces con pequeñas renuncias, como negarte un café, un vaso de
agua, un dulce, un postre, un programa de televisión, etc. Esto irá poco a poco
aumentando tu capacidad de renuncia. (abstinencia)
2.
Inicia el
Ayuno con un buen rato de oración. Te
recomiendo prepararlo desde un día antes… por la noche haz un buen rato de
oración y ofrece a Dios el día de Ayuno. Pide a Dios la gracia que estás
necesitando o el sentido que quisieras ver fortalecido con tu Ayuno. Durante
todo el día de Ayuno, dedica el mayor tiempo que puedas a la oración. Es
conveniente que se escoja un salmo el día anterior y alguna frase del salmo
para repetirlo durante todo el día de Ayuno, como: “Señor tú eres mi fuerza y
mi victoria”, o alguna frase del mismo salmo. Regresa durante el día al salmo y
ten el mayor tiempo de oración que puedas… substituye el alimento corporal con
alimento espiritual.
3.
Es muy
conveniente que inicies tu Ayuno con la Eucaristía. Busca una Iglesia en donde puedas comulgar en
la mañana, en caso que no puedas en la mañana, hazlo en la tarde al salir de tu
trabajo. Si no se puede, haz al menos una comunión espiritual.
4.
Una vez
que sientas que has progresado con las renuncias, inicia con lo que se llama el
Ayuno Eclesiástico, que es
lo mínimo que nos invita a vivir la Iglesia en los días prefijados de Ayuno
(Miércoles de ceniza y Viernes Santo). Este consiste en desayunar un pan y un
café, no tomar nada entre comidas, comer ligero (procurando que te quedes con
un poco de hambre) y finalmente por la noche lo mismo un pan y un café.
5.
El
siguiente paso es hacer medio Ayuno, que
consiste en solo un café en la mañana, nada entre comidas y una comida ligera.
Solo agua todo el día. Por la tarde puede tomar una cucharada de miel, sobre
todo si tienes un trabajo que requiera mucho desgaste de energía.
6.
Finalmente
podrás aspirar al Ayuno de pan y agua, que
consiste en comer solo pan y agua. Lo mismo, puedes tomar una cucharada de miel
a media mañana y a media tarde para recuperar energía.
Recuerda, que es una obra del Espíritu, por lo que
no esperes resultados como si a cada acción hubiera una reacción. A veces un
pequeño esfuerzo de nuestra parte corresponde a una gracia inmensa de Dios y
viceversa, un gran esfuerzo humano y pocos resultados espirituales. Dios sabe
cómo, y en qué momento darnos las gracias. De lo que si puedes estar seguro es
que al iniciarte en el ayuno te abrirás a la santidad y tu vida cambiará
RADICALMENTE. El Ayuno es el camino a la perfección cristiana. Ánimo.
Fuente: www.laverdadcatolica.org
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