Reza, pide,
insiste, una y otra vez, no cejes. Si Dios lo considera conveniente te lo
concederá en el momento oportuno, pero no intentes creer que sabes
perfectamente qué es lo mejor y cuándo debe darse. No compitas con la visión
del que todo lo sabe. Entrégate con confianza a su Voluntad. Y bendícelo
siempre. Él te ama con dulzura y vela por ti.
Si por
medio de la oración consiguiésemos enseguida lo que pedimos, la piedad se
convertiría en negocio. A veces Dios permite que todo se ponga oscuro, tan sin
solución, porque después lucirá Él con una solución inesperada.
Fuente: www.catolicidad.com
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