La verdadera devoción a Maria, no se queda en Ella, sino nos conduce hacia Dios.
Luego
de haber realizado más de setenta mil exorcismos, el padre Gabrielle
Amorth, fundador y presidente honorario de la Asociación Internacional
de Exorcistas, exorcista oficial en Roma, afirma que el demonio le tiene
odio feroz a la Virgen María.
El
obispo de Nigeria declaró que Jesucristo le dejó ver que el rezo del
Santo Rosario es un instrumento poderosísimo para terminar con la
violencia de Boko Haram, un grupo islámico radical y sanguinario que se
ha dedicado a perseguir, secuestrar, torturar, aterrorizar y asesinar
miles y miles de cristianos de ése y otros países.
Scott
Hahn, ex presbiteriano convertido al catolicismo, prolífico autor y
actual profesor de teología en una universidad católica en EUA, cuenta
que empezar a rezar el Rosario marcó una gran diferencia en su vida y lo
ayudó en su conversión.
Tres
testimonios muy distintos y una misma conclusión: A la Virgen María
Dios le ha concedido un poder muy especial, capaz de vencer al demonio y
de convertir los corazones.
Los católicos lo sabemos y por ello nos
acogemos confiados a su guía y protección. Pero hay muchas personas que
no lo saben, y lamentablemente se pierden de su maternal intercesión.
Por
eso, y aprovechando que vamos a iniciar el mes de mayo, mes
tradicionalmente mariano, vale la pena recordar al menos siete razones
de nuestra devoción a María.
1.- María es Madre de Jesucristo.
Lo dice en la Biblia (ver Mt 1,16.18;2,11; Lc 1, 42-43).
2.- María vive en el cielo, al lado de su Hijo.
Los
católicos creemos que fue asunta al cielo en cuerpo y alma, pero para
quienes no aceptan lo que no está en la Biblia (aunque la propia Biblia
no pide eso), hay un argumento bíblico: Jesús afirma que “para Dios
todos viven, porque no es un Dios de muertos sino de vivos” (Lc 20,38), así que María está viva y en el cielo.
3.- María nos comprende y nos ayuda.
Como
ser humano, como mujer, nos comprende perfectamente. Y los Evangelios
la muestran siempre atenta a las necesidades de los demás y siempre
dispuesta a ayudar: por ej: en cuanto se entera de que su anciana prima
está embarazada, va presurosa a apoyarla (ver Lc 1, 36.39-40), y en cuanto se da cuenta de que en cierta boda faltaba el vino, avisó a Jesús (ver Jn 2,3).
4.- María es nuestra Madre.
Desde la cruz, Jesús encomendó a María al discípulo amado (ver 19, 25-27), y en él, a todos nosotros.
5.- María intercede por nosotros.
No
acudimos a Ella como si fuera diosa, nuestra devoción no es idolatría.
Le pedimos, como en el Avemaría que ‘ruegue por nosotros’, a ¿quién? a
Dios.
En
revelaciones y apariciones como la de la Virgen de Guadalupe, María nos
ha declarado su amor maternal y ofrecido su intercesión. En la Biblia
dice que “hay un solo mediador entre Dios y los hombres: Cristo Jesús” (1 Tim 2,5),
pero ello no quita que María pueda interceder por nosotros ante su
Hijo, al igual que tú o yo podemos orar por otros, como pide la Biblia (ver St 5, 16; 1Tim 2,1)
6.- María obtiene de Jesús cuanto le pide.
En
el Antiguo Testamento vemos que la mujer más poderosa de un reino no
era la esposa del rey (solían tener muchas), sino su madre (ver, por ej:
1Re 1). En el Evangelio vemos que también María, Madre del Rey, tiene
el poder de obtener de su Hijo lo que le pide. En la boda de Caná, Jesús
acepta intervenir, sólo porque Su Madre se lo pidió (ver Jn 2,6-11).
Hay
quien dice que Jesús no tenía consideración a María porque en dos
ocasiones la llamó ‘mujer’ en lugar de ‘mamá’, a lo que cabe responder
que, como judío, Jesús sin duda cumplió el mandamiento de honrar al
padre y a la madre (ver Ex 20,12).
Llamar a María ‘mujer’ no era señal de desprecio, todo lo contrario,
era encumbrarla a una posición universal, expresar que Ella es la nueva
Eva, y que si por una mujer, Eva, nos vino el pecado y la muerte, por
otra ‘mujer’, María, nos viene la redención, por medio de su Hijo.
7.- María nos lleva hacia Dios.
La
verdadera devoción a María, no se queda en Ella, sino nos conduce hacia
Dios. María no quiere nada para sí, Ella nos presenta a Jesús y siempre
nos pide: “hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5). Acercarnos a Ella es acercarnos a Él, amarla para amarlo a Él.
Fuente: www.catholic.net / Por: Alejandra María Sosa
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