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Cuaresma



Sacerdote, Misionero de la Misericordia 
La idea de esté artículo es lo importante, bello y deseable que es confesarse para preparar la Pascua.

El Papa Francisco en su mensaje de cuaresma ha afirmado que Dios concede a los fieles que, año tras año, se preparen, con alegría, purificados en su espíritu, a la celebración de la Pascua. Éste es precisamente el sentido de la Cuaresma.  

La Iglesia, cada año, durante la Cuaresma, tiempo de conversión, nos propone purificar nuestra alma mediante el sacramento del perdón. Al respecto, ya san Juan Pablo II, decía: “La Sagrada Escritura presenta la vida del hombre en sus relaciones con Dios como una continua conversión”. “La vida cristiana no está completa sin esta conversión constante, y la conversión no es plenamente auténtica sin el sacramento de la penitencia”. “Convertirse quiere decir para nosotros buscar de nuevo el perdón y la fuerza de Dios en el Sacramento de la reconciliación y así volver a empezar siempre”. “Un renacimiento de la conciencia y de la vida cristiana va estrecha e indisolublemente unido a (…) la revitalización de la confesión personal”.

Es éste un sacramento muy importante. Así, en 2018, Mons. Octavio Ruiz Arenas notó que somos tan pecadores que el sacramento del perdón es necesario para la vida cristiana. Estos últimos años el Papa Francisco ha insistido en que éste sacramento ha de ocupar un lugar central en la vida cristiana.  

A la importancia del sacramento lógicamente corresponde la importancia del ministerio de confesor. Así, en 2018, el Prefecto del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Mons. Fisichella, afirmó que la imagen de la Iglesia, como un hospital de sangre tras una contienda, sirve al Papa Francisco para urgir a los pastores a curar las heridas, especialmente mediante el sacramento del perdón y demás. San José Cafasso decía que era tal la grandeza del confesor que le bastaban unas pocas palabras, las de la absolución, para cerrar el infierno y abrir el paraíso. El santo cura de Ars afirmaba que si encontrara a un sacerdote y a un ángel, primero saludaría al sacerdote, pues sólo éste podía absolverle los pecados. San Juan Pablo II, señalaba: “juntamente con la celebración de la Eucaristía, este sacramento constituye la tarea principal del sacerdote (…)”. Ya san Pío V había sentenciado: “Dadme buenos confesores  y lograré renovar la cristiandad desde sus mismos fundamentos”. Y, san Juan Pablo II: “La confesión renovada periódicamente, llamada ‘de devoción’, siempre ha acompañado en la Iglesia el camino de la santidad”.

Grande mérito de los últimos Papas ha sido subrayar con gran fuerza que éste es el sacramento de la misericordia, realidad gozosa, sacramento por el que nos encontramos personalmente con Dios, dejamos nuestra miseria y recibimos el personal amor misericordioso de Dios, su abrazo. Se muestra así que este sacramento tiene tal bondad, atractivo y radiante belleza que llega a resultar algo deseable, que atrae, deseable para todos. Así, quiénes saben de tamaña grandeza, aún si no quieren recibir el sacramento, lo desean, lo anhelan, les atrae. Se resisten, pero, ¡lo desean! Este sacramento es algo radiantemente bello, un gran bien, aquello que todos desean. 
Por: Dr. José María Montiu de Nuix | Fuente: Catholic.net 

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