Sirviendo y amando nos
encontramos con Jesús, El dijo: “…Yo estoy entre vosotros como
el que sirve”, Lucas 22:27. Así es, queridos hermanos y amigos, cuando servimos
de corazón con la alegría de Jesús, permitimos que nuestros hermanos
tengan ese encuentro con Él, a través de nuestro servicio y compañía.
«Si no se vive para los demás,
la vida carece de sentido», decía la Madre Teresa de Calcuta;
no esperes a que seas jubilada o que los hijos y nietos crezcan, hoy es el
tiempo, si te pones en manos de Dios y le preguntas: ¿dónde y con quién quieres
que te sirva hoy?, Él te lo mostrará y al final del día podrás dar las gracias
a Papa Dios porque permitió que le sirvieras en tal sitio, con tal
persona, en la familia, etc. Lo
importante es hacer todo por amor y con el corazón. Vivamos lo que dice
en: 1 Corintios 16:14, Colosenses 3: 17-23.
Servir a Dios en los hermanos,
es como estar en la nómina del cielo y poder decir: “Te amo
Señor, gracias por confiar que Tú te encargas de mis necesidades, mientras
yo te sirvo”, siendo mi salario las bendiciones recibidas y la pensión de
jubilación, la gratificación de la vida eterna. Se necesitan muchos
servidores, porque la mies es mucha y los obreros pocos (Mateo 9,37). Todo
tiempo es bueno para el servicio; en donde estés, da testimonio del
servicio con alegría, no importa cuando inicies (Mateo 20: 26-28) ¡decídete!
“El verdadero poder es el
servicio” ha expresado el Papa Francisco, recordando el texto de San
Mateo 25: 34-40. Igualmente el Papa Juan Pablo II expresó en su mensaje para la
Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, año 2002: “toda llamada de
Dios es sinónimo de servicio a los hermanos”, “la vocación es sinónimo
de servicio". Gracias Pastor de las almas, por cada persona que
respondió a tu llamado, al servicio total como consagrado (a) y por todas las
que estás llamando y llamarás.
Debemos superar la tentación
del individualismo, vencer la soberbia, los miedos del qué pensarán
o de creer que servir es perder lugar o categoría, sino más bien, tener
claro que al servir descubrimos nuestra dignidad y la del prójimo a quien
servimos.
Servir es ver a Jesús en el
otro.
Pidamos al Espíritu Santo esa gracia, y ejercitémonos en caridad y
humildad. ¡Danos Señor de ese colirio celestial, para sanarnos de la
ceguera espiritual, limpiando nuestros ojos del alma de toda la impureza que
nos impide verte y servirte en el otro! Así sea.
Por: Jaynes Hernández Natera, Coordinadora Apostolado María Madre nos reconcilia con Cristo,
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