Jesucristo no comenzó su
predicación diciendo “quédense como están porque yo los acepto así”, sino: “convertíos
y creed en el Evangelio”.
Pregunta:
Padre. Si Dios nos ama a todos y
nos acepta tal y como somos. ¿por qué para tomar la sagrada Hostia se supone
que debemos estar sin pecado alguno?. Todos los días pecamos, y Dios es un ser
misericordioso que se alegra cuando sus ovejas regresan. No creo que Dios te
rechace por esto. ¡Explíqueme!
Respuesta:
El Catecismo (n. 1384) nos
recuerda que ‘El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el
sacramento de la Eucaristía: ‘En verdad, en verdad os digo: si no coméis la
carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros’
(Jn 6, 53)’.
Pero también nos dice a
continuación (n. 1385): ‘Para responder a esta invitación, debemos prepararnos
para este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de
conciencia: ‘Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será
reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma
entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el
Cuerpo, come y bebe su propio castigo’ (1 Co 11, 27-29). Quien tiene
conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la
Reconciliación antes de acercarse a comulgar’.
Usted dice que Dios nos ama a
todos, y en esto tiene razón. Pero añade a continuación ‘y nos acepta
tal y como somos’, y en esto se equivoca. Dios nos quiere santos.
Jesucristo no comenzó su predicación diciendo ‘quédense como están porque yo
los acepto así’, sino: ‘convertíos y creed en el Evangelio’. Y dio su vida por
nosotros en la Cruz para que cambiásemos de vida. Si Dios nos quiere a todos
tal como somos, debemos respetar a los ladrones y a los homicidas porque Dios
los quiere tal como son, ¿quiénes somos nosotros para obligarlos a cambiar o
para meterlos en la cárcel?
San Pablo mismo dice (y está
citado en el texto del Catecismo) que quien come el Cuerpo o la Sangre de
Cristo ‘indignamente’ será reo y come y bebe su propio castigo.
Por esta razón añade el Catecismo
(n. 1386): ‘Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir
humildemente y con fe ardiente las palabras del Centurión: ‘Señor, no soy digno
de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme’. En la
Liturgia de san Juan Crisóstomo, los fieles oran con el mismo espíritu: A tomar
parte en tu cena sacramental invítame hoy, Hijo de Dios: no revelaré a tus
enemigos el misterio, no te daré el beso de Judas; antes como el ladrón te
reconozco y te suplico: ¡Acuérdate de mí, Señor en tu reino!’.
Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE | Fuente: TeologoResponde.org
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