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Al encontrarnos con Jesús tenemos una vida nueva



Queridas hermanos en Cristo, JESUS quien se identificó a sí mismo como la RESURRECCION Y LA VIDA (Juan 11,25),  se compadeció de una viuda en las puertas del pueblo de Naín, quien llevaba a sepultar a su único hijo y lo resucitó (Lucas 7:11-17), ella se sentía muerta en vida, no sólo por perder a su hijo, sino que debía depender de la caridad del pueblo; parece que no conocía a Jesús ni le había hospedado y aún así le hizo el milagro, a diferencia de la viuda de Sarepta  (1 Reyes 17;17-24),  quien dio alimento en su escasez al Profeta Elías y después de la aflicción de la muerte de su hijo, reconoce la acción de Dios a través del profeta, e igual se diferencia  de la fe de la sunamita (2 Reyes 4:8-37) a quien Dios también le restaura la vida a su hijo por medio del profeta Eliseo.

Al encontrarnos con Jesús tenemos una vida espiritual nueva,  pasamos de la tristeza al gozo; Jesús consoló a la viuda de Naín y le dijo: “no llores”,  tocó a su hijo y con autoridad le dijo: “levántate y vive”. El poder de Su Palabra es eterno y nos da vida nueva en abundancia.  Elías y Eliseo actuaron con fe a través de la autoridad delegada de Dios, confiando en que Dios les respaldaría y actuaría en ellos y con ellos.  

Resurrección de la muerte espiritual.  Dios es misericordioso y por siempre actuará ante las lágrimas y oraciones de madres y familiares, que se afligen por la muerte espiritual de algún hijo o ser amado, causada  por el  pecado, la seducción del enemigo,  la apatía e indiferencia con Dios  o por graves problemas depresivos donde se pierde totalmente la esperanza.

¡Levántate de los muertos y vive!, EL quiere que todos se salven y que ese familiar por quien se ora y se llora  día tras día, acepte esa vida nueva que El da.  Creamos que Dios si puede actuar en él o en ella, sin dejar la oración, el ayuno y el testimonio de vida sacramental, agradeciendo  a Dios por anticipado.

El que demuestre fe en mí, aunque muera, llegará a vivir; y todo el que esté vivo y demuestre fe en mí no morirá jamás” Juan 11:25, 26.  También podemos orar sin cesar y confiar en la misericordia eterna de Dios, cuando algún ser querido no tan fervoroso, ha fallecido repentinamente sin tener tiempo de arrepentirse ni colocar su alma en manos de Dios, ya que Él puede compadecerse del sufrimiento de muchas madres o familiares, que lloran y oran durante toda su vida por el descanso eterno de esa persona.

Por: Jaynes Hernández Natera, Coordinadora Apostolado María Madre nos reconcilia con Cristo

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