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8 de Diciembre: Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María


Celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción que para los católicos es un dogma de fe. La devoción a la Inmaculada Concepción es uno de los aspectos más difundidos de la devoción mariana. María tiene un lugar especial en la Iglesia por ser la Madre de Jesús. Ella fue preservada del pecado original, como un regalo especial para la mujer que sería la Madre de Jesús y madre Nuestra.

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

Oración de San Pío X

Oh, Virgen Santísima, que habéis sido agradable al Señor y os convertisteis en su Madre; Virgen Inmaculada en vuestro cuerpo, en vuestra alma, en vuestra fe y en vuestro amor, mirad con ojos benévolos a los infelices que imploran vuestra poderosa protección. La serpiente infernal, contra quien fue lanzada la maldición primera, continúa combatiendo y tentando a los pobres hijos de Eva. Vos, Madre nuestra bendita, nuestra Reina y Abogada, vos que habéis aplastado la cabeza del enemigo desde el primer instante de vuestra concepción; acoged las plegarias que, unidos a vos en un solo corazón, os rogamos presentéis ante el trono de Dios, para que jamás nos dejemos arrastrar a las emboscadas que nos son preparadas, sino que alcancemos el puerto de salvación, y que, en medio de tantos peligros, la Iglesia y la sociedad cristiana canten una vez más el himno de la liberación, de la victoria y de la paz.

Amén.

Sobre el amor a Dios

 

"¡Ah!, en el Juicio, Nuestro Señor nos censurará por su amor. ¡Tú me amaste menos que a las criaturas! ¡Tú no hiciste de Mí la felicidad de tu vida! ¡Tú me amaste lo suficiente para no ofenderme mortalmente; pero no para vivir de Mí!

Habrá quien diga: ¡Qué exageración! ¿Pero qué es el amor sino exageración? Exagerar es ir más allá de la ley; pues bien, el amor debe exagerar.

¡Vamos! Entremos en Nuestro Señor. Amémoslo un poco por Él. Sepamos olvidarnos y entregarnos a ese buen Salvador. Inmolémonos un poco. Considerad estos cirios, esta lámpara, que se consume sin dejar vestigio, sin reservar nada".

San Pedro Julián Eymard

 

Juez Argentino se niega a quitar la Cruz

 

La Asociación Pensamiento Penal (APP)  y la Asociación por los Derechos Civiles (ADC) se encuentran abocadas a una campaña nacional destinada al retiro de los símbolos religiosos de las salas de audiencias de los tribunales, invocando la neutralidad religiosa del Estado.

El juez Luis María Rizzi, integrante del TOC 30 de la Capital Federal se negó a quitar la Cruz. Conozcamos su elocuente y  valiente respuesta:

"Dr Mario Juliano. Presidente de Pensamiento Penal:            

Acuso recibo de su nota y de la del doctor Onaindia. Mi respuesta a vuestra pretensión es la siguiente: 

No voy a descolgar ninguna Cruz. Tampoco voy a disponer que otro lo haga.

Porque creo en Dios y porque soy católico.

Porque tengo reverencia por la Cruz de Cristo, el inocente crucificado por los hombres y el más inocente de los condenados, que representa además, la fe mayoritaria y la identidad de nuestro pueblo.

Porque la Cruz no ofende a nadie, sea o no creyente, ni nadie puede sentirse agredido, inquieto, molesto y menos discriminado por su presencia.

Porque contrariamente a lo que ustedes suponen o creen, la presencia de la Cruz es símbolo de piedad, de consuelo, y de misericordia; es símbolo de que quienes se desempeñan frente a ella, tienen temor de Dios, y por ello mismo, inspiran más confianza en que actuarán de acuerdo a la justicia y a la verdad, con buena voluntad y con la máxima imparcialidad.

Porque finalmente, la libertad religiosa que ustedes dicen pregonar y defender, es precisamente para que quienes quieran hacerlo, cuelguen, lleven o exhiban la Cruz, y no para que nos obliguen a quitarla, ocultarla o disimularla.

Soy consciente no obstante, de que ustedes están embarcados en una triste misión en la que muy probablemente lograrán los fines que los desvelan. Tal vez porque la Cruz es incompatible con este mundo en el que se confunde el bien con el mal, en el que se privilegian supuestos derechos de la mujer a costa del derecho a la vida de los niños;  en el que impera la deslealtad, la mentira, la corrupción; en el que ya no interesa la protección de la familia y de la infancia, y se las suponen independientes de la protección del matrimonio.

En fin, la Cruz parece no tener más lugar en una nación desolada, ciega y sorda a las leyes eternas que no son de hoy ni de ayer, que huye de la Verdad y de la Belleza, y que se empeña en ignorar y abandonar a Cristo. 

Pero Cristo no nos abandonará, aún cuando repudien y quiten su Cruz.

Pueden hacer pública esta respuesta, cuando quieran y ante quien quieran.

Los saludo muy atentamente. 

Luis María Rizzi".

Fuente: www.catolicidad.com

Nuestra Señora del Rosario

 







Abrid vuestra alma al cielo

 

 "Os halláis en la aridez, pues glorificad la gracia de Dios, sin la cual nada podéis; abrid entonces vuestra alma al cielo, bien así como la flor abre su cáliz a la salida del sol para recibir el rocío bienhechor. Os halláis en la más completa impotencia, el espíritu entre tinieblas, el corazón bajo el peso de su frivolidad, el cuerpo atormentado por el dolor; haced entonces la adoración del pobre; salid de vuestra pobreza e id a habitar junto al Señor, o bien ofrecedle vuestra pobreza para que Él la trueque en riqueza: esto es una gran obra digna de su gloria". 

 San Pedro Julián Eymard

La verdadera concepción evangélica de la pobreza

La pobreza que elogia el evangelio no es tanto la efectiva carencia de bienes cuanto la inexistencia de apego a las riquezas. Yo puedo vivir miserablemente, falto de casi todas las cosas, y estar fuertemente adherido a lo poco que tengo, deseando cada vez más. Al contrario, puedo vivir haciendo buen uso de las cosas que están, sí, a mi alcance y que, sin embargo, no se me pegan al corazón.

Además de esta concepción evangélica de la pobreza resulta preciso considerar también el modo como la virtud de la justicia debe presidir nuestra relación con los bienes. El cuidado más delicado debe reinar, para que no caigamos en la tentación de apoderarnos arbitrariamente de lo ajeno.

El séptimo mandamiento («no robarás») nos manda que se respete la hacienda ajena, que se pague el jornal justo que se guarde la justicia en todo lo que mira a la propiedad de los demás. Al que ha pecado contra el séptimo mandamiento no le basta la confesión, sino que debe hacer lo que pueda para restituir lo ajeno y resarcir los perjuicios.

El décimo mandamiento («No codiciarás los bienes ajenos»), nos prohíbe el deseo de quitar a otros sus bienes y el de adquirir hacienda por medios injustos. Dios prohíbe los deseos desordenados de los bienes ajenos porque quiere que aun interiormente seamos justos; que nos mantengamos siempre muy lejos de las acciones injustas y que estemos contentos con el estado en que nos encontramos.

Y no creamos que todo esto es de poca importancia para nuestra salvación. Escribía san Pedro de Alcántara: «¿Qué responderás en aquel día, cuando te pidan cuenta de todo el tiempo de tu vida y de todos los puntos y momentos de ella?» (Tratado de la Oración y Meditación, 23).

Invocamos a Santa María, Abogada nuestra y Refugio de los pecadores: Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Que nos enseñe a hacer uso de los bienes de este mundo de manera que sean medio y nunca obstáculo en nuestro camino hacia el Cielo.

 Fuente: www.catolicidad.com

Un buen religioso es un gran ejemplo

 

 “A la idolatría del dinero, que endurece los corazones y levanta odios y conflictos, el religioso, por el voto de pobreza, opone el ejemplo del total desasimiento y despojo voluntario.

Ante el deseo insaciable de placeres que esclavizan, con el voto de castidad pregona que es posible dominar los sentidos, y mueve con su ejemplo a que se sometan los hogares a las sagradas leyes del matrimonio.

Ante el espíritu de independencia y emancipación que sueña con destruir toda autoridad y no quiere reconocer traba alguna, con el voto de obediencia ofrece el ejemplo de sumisión que, lejos de envilecer, ennoblece, puesto que únicamente se rinde ante Dios.

De este modo los religiosos, al vencer con sus votos el materialismo, salvan al mundo, al mismo tiempo que las almas; atraen a los hombres hacia la práctica de las virtudes cristianas: hacen más de lo debido, para que los otros se animen a hacer lo imprescindible, y además, expían por los pecados de las naciones. ¡Cómo yerra el mundo en sus juicios cuando cree que en las casas religiosas, particularmente en los conventos contemplativos, quedan sepultadas tantas vidas sin utilidad para el bien común!”.

 Vida religiosa, P. Royo Marín, O. P.

El relato del demonio y los tres monjes

En una ocasión, el demonio se apareció a tres monjes y les dijo: si os diera potestad para cambiar algo del pasado, ¿qué cambiaríais?

El primero de ellos tenía un gran fervor apostólico, y le respondió:

—”Impediría que hicieses caer a Adán y Eva en el pecado para que la humanidad no pudiera apartarse de Dios”.

El segundo de ellos era un hombre lleno de misericordia, y le dijo al demonio:

—”Impediría que tú mismo te hubieses apartado de Dios”.

El tercero de ellos era el más simple y, en vez de responder al tentador, se puso de rodillas, hizo la señal de la cruz y oró diciendo:

—”Señor, libérame del demonio de lo que pudo ser y no fue”. 

El diablo, dando un grito estentóreo y estremeciéndose de dolor, se esfumó. 

Los otros dos, sorprendidos, le dijeron:

—”Hermano, ¿por qué has reaccionado así?”.

Él les respondió: 

—”En primer lugar, porque NUNCA hemos de entrar en DIÁLOGO con el enemigo. En segundo lugar, porque no hay poder en este mundo capaz de CAMBIAR el pasado. En tercer lugar, porque el interés de Satanás no era que probásemos nuestra VIRTUD, sino que, atrapados en el PASADO, descuidáramos el presente, porque es el único tiempo en el que Dios nos da su gracia y podemos cooperar con ella para CUMPLIR su Voluntad. De todos los demonios, el que más atrapa a los hombres y les impide ser felices es el de lo que PUDO SER Y NO FUE.

El pasado queda a la Misericordia de Dios y el futuro a su Providencia. Solo el presente está en nuestras manos.

Fuente: www.catolicidad.com

 

AMÉRICA/COLOMBIA - 24 de junio: Colombia renueva desde hace 120 años la consagración al Sagrado Corazón de Jesús

 

Bogotá (Agencia Fides) - La Iglesia católica colombiana ha invitado a participar en la Celebración Eucarística del viernes 24 de junio, a las 11.00 horas, en la Catedral de Bogotá, que será presidida por Monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, en la que se renovará la Consagración de las familias, las comunidades y toda la nación al Sagrado Corazón de Jesús. La Santa Misa será transmitida por los canales digitales de la Conferencia Episcopal de Colombia y de la Arquidiócesis de Bogotá.

Para vivir con mayor participación esta solemnidad en la que se celebra el misterio del amor y la misericordia de Dios Padre, el Departamento de Liturgia del Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC), ha preparado un subsidio litúrgico dividido en cinco secciones: Guía para la celebración de la Eucaristía. Oración de Consagración de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús y Oración de los Fieles. Rito para la Consagración del País al Sagrado Corazón de Jesús en la familia o en otras instituciones. Acto de Consagración de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús. Letanías del Sagrado Corazón de Jesús. 

Como recuerda la nota de la Conferencia Episcopal enviada a la Agencia Fides, la primera Consagración al Sagrado Corazón de Jesús tuvo lugar en Colombia en 1902, por iniciativa del entonces arzobispo de Bogotá, monseñor Bernardo Herrera Restrepo, como súplica para que terminara la "Guerra de los Mil Días", que había estallado en 1899. Después de tres años de una guerra sangrienta y destructiva, la situación del país empeoraba día a día y amenazaba con convertirse en una catástrofe nacional. El entonces Arzobispo de Bogotá pidió al Jefe de Estado, José Manuel Marroquín, que acudiera al Sagrado Corazón de Jesús para unir a los colombianos. El 22 de junio de 1902, la República de Colombia fue consagrada al Sagrado Corazón de Jesús y se colocó la primera piedra de la Iglesia del Voto Nacional. Cinco meses después de la Consagración, el 21 de noviembre de 1902, se firmó el Tratado de Wisconsin, que puso fin a la guerra.

(SL) (Agencia Fides 23/6/2022)

Oración por las almas del purgatorio

Padre misericordioso, en unión con la Iglesia Triunfante en el cielo, te suplico tengas piedad de las almas del Purgatorio. Recuerda tu eterno amor por ellas y muéstrales los infinitos méritos de tu amado Hijo. Dígnate librarles de penas y dolores para que pronto gocen de paz y felicidad. Dios, Padre celestial, te doy gracias por el don de perseverancia que has concedido a las almas de los fieles difuntos.

Amable Salvador, Jesucristo, eres el Rey de reyes en el país de la dicha. Te pido que por tu misericordia oigas mi oración y liberes las almas del Purgatorio, en particular, N... LLévalas de la prisión de las tinieblas a la luz y libertad de los hijos de Dios en el Reino de tu gloria. Amable Salvador, te doy gracias por haber redimido las pobres almas con tu preciosísima Sangre, salvándolas de la muerte eterna.

Dios Espíritu Santo, enciende en mí el fuego de tu divino amor. Aviva mi fe y confianza, acepta benignamente las oraciones que te ofrezco por las almas que sufren en el Purgatorio. Quiero aplicar los méritos de esta devoción en favor de toda la Iglesia Sufriente y en especial por mis difuntos padres, hermanos, hermanas, bienhechores, parientes y amigos. Atiende mi plegaria para que podamos reunirnos en el Reino de tu gloria.

Dios Espíritu Santo, te doy gracias por todos los beneficios con que has santificado, fortalecido y aliviado a estas benditas almas y en especial por consolarlas en los actuales sufrimientos con la certeza de la felicidad eterna. Que pronto se unan contigo y oigan aquellas benditas palabras que las llaman al hogar del Cielo: "¡Vengan, los Bendecidos por mi Padre! Tomen posesión del Reino que ha sido preparado para ustedes desde el principio del mundo" (Mt 25, 34).

POR LOS PADRES DIFUNTOS

¡Oh Dios! Nos mandaste honrar padre y madre. Por tu misericordia, ten piedad de mi padre (madre) y no recuerdes sus pecados. Que yo pueda verlo (la) de nuevo en el gozo de eterno fulgor. Te lo pido por Cristo nuestro Señor. Amén.

LA FAMILIA

¡Oh Buen Jesús! El dolor y sufrimiento de los demás conmovía siempre tu corazón. Mira con piedad las almas de mis queridos familiares del Purgatorio. Oye mi clamor de compasión por ellos y haz que aquellos a quienes separaste de nuestros hogares y corazones disfruten pronto del descanso eterno en el hogar de tu amor en el cielo.

ORACIÓN

¡Oh Dios! Nuestro Creador y Redentor, con tu poder Cristo conquistó la muerte y volvió a Ti glorioso. Que todos tus hijos que nos han precedido en la fe (especialmente N...) Participen de su victoria y disfruten para siempre de la visión de tu gloria donde Cristo vive y reina contigo y el Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Dales, Señor, el descanso eterno. Brille para ellos la luz perpetua. Descansen en paz. Amén.

María, Madre de Dios, y Madre de misericordia, ruega por nosotros y por todos los que han muerto en el regazo del Señor. Amén,

Fuente: www.catolicidad.com

 

Lo dice la Palabra de Dios

 

 "Ahora bien, las obras de la carne son conocidas:... odios, discordias, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias... y cosas semejantes; sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios. En cambio el fruto del Espíritu es caridad, gozo, paz, constancia de ánimo, afabilidad, bondad, fidelidad, modestia, templanza... Porque los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus vicios y concupiscencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu. No seamos codiciosos de vana gloria, irritando los unos a los otros, envidiándose los unos a los otros mutuamente".

San Pablo a los Gálatas, cap. 5

Jacinta Marto, misterio de un alma santa

 

 “NO DEJE COMETER PECADOS A SUS HIJOS…QUE OFENDEN A DIOS NUESTRO SEÑOR Y PUEDEN CONDENARSE” 

Jacinta Marto, nació el 11 de marzo de 1910, en Aljustrel, Fátima, Portugal. El buen Dios le había dotado de un carácter dulce y tierno, que le hacía al mismo tiempo, amable y atractiva. A su corta edad su Madre, Olimpia de Jesús, le confió el cuidado de las ovejas, junto con Francisco su hermano, quienes iban felices y contentos como si fuera una fiesta. Le agradaban los corderitos blancos, sentarse con ellos en brazos, abrazarlos, besarlos y por la noche traerlos a casa a cuestas.

Jacinta como sabemos, también vió a la Virgen en Fátima y escuchó sus palabras, durante las seis apariciones, que comenzaron el 13 de Mayo hasta el 13 de Octubre de 1917, fecha en que ocurrió el gran milagro, que María Santísima prometió a Lucia: “Quiero que vengáis aquí el 13 del mes que viene; que continuéis rezando el Rosario todos los días, en honor de Nuestra Señora del Rosario… En octubre… haré un milagro que todos han de ver para creer”.

La aparición de Nuestra Señora, sus palabras, su delicadeza y ternura, así como la visión del infierno, sobrellenaron el corazón de Jacinta, pues a partir de este año, 1917, el pensamiento de esta pequeña niña jamás volvería a ser el mismo. Los últimos tres años de su vida, se rigen por un solo principio: MORTIFICACION Y SACRIFICIO. Sufría tanto por ver cuántas almas van al infierno y cuán grande es el dolor de Nuestro Señor Jesucristo por los pecados con que le ofenden, que únicamente pensaba en ofrecer a Dios actos de reparación.

Jacinta no dejaba pasar ni una ocasión: demos nuestra comida a los pobres por la conversión de los pecadores, decía. Y corría a llevárselas.
-Jacinta, no comas eso, amarga mucho.
-Las como porque son amargas, para convertir a los pecadores. 

En otra ocasión, Jacinta no se olvidaba de sus pecadores nunca: 
-No las comamos -nos dijo-  ofrezcamos este sacrificio por los pecadores.
Enseguida corrió a llevar las uvas a unos niños que jugaban en la calle. 

Con frecuencia se sentaba en el suelo o en alguna piedra y pensativa, comenzaba a decir: 
-¡El infierno! ¡el infierno! ¡qué pena tengo de las almas que van al infierno! ¡y de las personas que, estando allí vivas, arden como leña en el fuego!
Y, asustada, se ponía de rodillas y con las manos juntas rezaba las oraciones que nuestra Señora les había enseñado:

-¡Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, socorred especialmente a las más necesitadas de tu misericordia. 

Las personas mayores, que también la visitaban, mostraban admiración por su conducta, paciente sin la menor queja o exigencia… las personas venidas de lejos parecía sentir algo sobrenatural junto a ella.

Jacinta enfermó de neumonía al año siguiente, 1918. Sufrió con paciencia y sin exigencias por amor a Dios y la conversión de los pecadores; todo su dolor lo ofreció durante los dos años siguientes, siempre por este propósito. Murió el 20 de Febrero de 1920.

“-Nuestra Señora ha venido a vernos, ha dicho que vendrá pronto por Francisco para llevárselo al Cielo. A mí me preguntó si todavía quería convertir pecadores. Le dije que sí. Y me contestó que iría a un hospital y que allí sufriría mucho, por la conversión de los pecadores… voy a otro hospital, no volveré a verte, ni a mis padres; después de sufrir mucho, moriré sola; pero no tengo miedo: Ella me irá a buscar para llevarme al Cielo… haz sacrificio por los pecadores”.

Después de tan impresionantes declaraciones de un alma que a su pequeña edad de nueve añitos, comprende el dolor inmenso que el hombre a través de sus actos causa a Dios (mentira, blasfemia, negación de la existencia de Dios, falta de amor a los padres, muertes, fornicación, perversión, aborto); no podemos más que conmovernos a llorar nuestros pecados; a inclinarnos ante la presencia de Jesús y su Madre implorando misericordia, pues si implorásemos justicia, seguro es que nos condenaríamos.

Jacinta, tú que supiste reparar el Corazón Inmaculado de María y que ahora vives en presencia de Dios y su Madre amada; así como de todos los Santos… acuérdate de interceder al Señor, por nuestras pobres almas.
 
Jacinta, que cada día seamos más mortificados. ¡Rogad por nosotros!
 
Fuente: www.catolicidad.com

¿Sabes que es la Tradición?

 

La Tradición es la palabra de Dios no escrita, sino transmitida de viva voz por los apóstoles y que ha llegado hasta nosotros por la enseñanza de los Pastores de la Iglesia.

La Sagrada Escritura no es el único depósito de revelación cristiana. Los apóstoles no escribieron todas las verdades que habían aprendido de boca de su divino Maestro. Muchas hay que enseñaron de viva voz a los primeros obispos, y éstos, a su vez, las transmitieron a sus sucesores.

Llámase Tradición, ya el conjunto de estas verdades así transmitidas, tradición objetiva; ya el órgano de transmisión de estas verdades, tradición subjetiva.

El órgano de la transmisión de las verdades no escritas no es otro que el magisterio de la Iglesia.

I. Los apóstoles no escribieron toda la doctrina de Jesucristo.

a) La predicación era el medio indicado por Jesucristo mismo para la propagación del Evangelio. Los apóstoles no habían recibido la misión de ESCRIBIR la doctrina de Jesucristo, sino la de PREDICARLA a todo el universo. Ni siquiera escribieron un resumen sucinto de la doctrina cristiana: su símbolo fue enseñado de viva voz y recitado de memoria hasta el siglo VI. Por eso hacen depender la fe, no de la lectura de la Biblia, sino de la audición de la palabra de Dios: Fides ex auditu, auditus autem per verbum Dei. (San Pablo.)

b) Sin embargo, algunos apóstoles escribieron una parte de las enseñanzas del divino Maestro; pero no nos presentan sus escritos como un cuerpo completo de la doctrina cristiana. Los evangelistas no relatan sino algunas enseñanzas de Jesucristo y los hechos principales de su vida; los autores de las Epístolas se limitan a explicar ciertos puntos de dogma o de moral.

San Lucas nos dice que Jesucristo, después de su resurrección, pasó cuarenta días con sus apóstoles, dándoles instrucciones sobre el reino de Dios, es decir, sobre su Iglesia, y el Evangelio no dice ni una palabra de estas instrucciones.

San Juan, el último de los evangelistas, hace esta notable advertencia: "Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, que si se escribiesen una por una ni aún en el mundo pienso que cabrían los libros que se habrían de escribir" (*) .

c) Por lo demás, la existencia de la Tradición, está probada por el uso mismo de aquellos que la rechazan. Los PROTESTANTES aceptan la inspiración divina de la Biblia, la substitución del domingo al sábado, el bautismo de los niños, etc. Pero estas verdades y prácticas no son conocidas sino por tradición: los Libros Santos no hablan de ellas. La palabra de Dios no está, pues, contenida exclusivamente en la Biblia.

Entre las verdades que no son conocidas, sino por Tradición se pueden citar la inspiración de los Libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, la designación de los Libros canónicos, el número exacto de los Sacramentos, la obligación de bautizar a los niños antes del uso de razón, la de santificar el domingo en vez del sábado, la validez del bautismo conferido por los herejes, el culto de los Santos y de las Reliquias, la doctrina de acerca de las indulgencias, la Asunción de María Santísima en cuerpo y alma al cielo, etc. De este modo la Tradición completa y explica las Sagradas Escrituras.

II. ¿Dónde se encuentran consignadas las enseñanzas de la Tradición?

Las verdades enseñadas oralmente por los apóstoles fueron escritas más tarde y transmitidas por los diversos medios de que se vale la Iglesia para manifestar sus creencias.

La Tradición apostólica fue consignada sucesivamente en los símbolos, en los decretos de los Concilios, en los escritos de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia, en los libros litúrgicos, en las Actas de los mártires y en los monumentos del arte cristiano.

a) Símbolos. Los símbolos (o credos) de los apóstoles, de Nicea, de san Atanasio, demuestran el origen apostólico de los dogmas que contienen.

b) Concilios. Los Concilios generales son la voz de la Iglesia universal. Todos han basado sus decisiones sobre la enseñanza anterior y, particularmente, sobre la de los primeros siglos. Su doctrina no puede diferir de la de los apóstoles.

c) Escritos de los Santos Padres. Los escritos de los Santos Padres son el gran canal de la Tradición divina. Llámanse Padres de la Iglesia los escritores eclesiásticos de los primeros siglos, reconocidos como testimonios de la Tradición. Para tener derecho a este título se requieren cuatro condiciones: una doctrina eminente, una santidad notable, una remota antigüedad y el testimonio de la Iglesia.

Los primeros Padres que han consignado por escrito las Tradiciones apostólicas son: san Clemente de Roma, el año 100. San Ignacio de Antioquía, martirizado el año 107. San Policarpo, mártir (166). San Justino, filósofo y mártir (166). San Ireneo, obispo de Lión (202). San Clemente de Alejandría (217), etc.

Sus contemporáneos, Tertuliano, Orígenes, Eusebio, etc. no son más que escritores eclesiásticos, porque su santidad no fue comprobada. Si, a veces, se les da el nombre de Padres, es debido a su antigüedad y al brillo de su doctrina.

* Los Padres de la Iglesia se dividen en dos categorías:

Padres griegos y Padres latinos.

** Los principales Padres griegos son:

San Atanasio, patriarca de Alejandría (296-373). San Basilio, arzobispo de Cesárea (329-379). San Gregorio, arzobispo de Nacianzo (329-389). San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla (347-407).

**Los principales Padres latinos son:

San Ambrosio, arzobispo de Milán (340-397). San Hilario, obispo de Poitiers, muerto en 367. San Jerónimo, presbítero, traductor de la Biblia (346-420). San Agustín, obispo de Hipona (358-430). San Gregorio Magno, Papa (543-604).

Los Padres pueden ser considerados como testigos de la Tradición y como doctores de la Iglesia. Como testigos poseen una autoridad especial. Cuando todos, y aún cuando varios, presentan una doctrina como perteneciente a la Tradición apostólica, merecen el asentimiento de nuestra fe. Y, a la verdad, es imposible que autores de diversos países, de diversas nacionalidades, de diversos siglos, se hayan puesto de acuerdo para consignar en sus obras las mismas creencias, si no las hubieran recibido de la Tradición apostólica.

Cuando los Santos Padres hablan simplemente como doctores, exponiendo sus ideas propias o tratando de probar la doctrina cristiana, merecen un gran respeto, pero no un asentimiento incondicional, porque su enseñanza no se identifica con la de la Iglesia.

d) Doctores de la Iglesia. Entre los Padres, los más ilustres por su doctrina y por los servicios prestados a la ciencia sagrada, llevan el título de doctores.

La Iglesia confiere también este título a ciertos escritores eminentes en santidad y en doctrina, que no pueden ser enumerados entre los Padres por haber vivido en época demasiado apartada de los tiempos apostólicos. Los más sabios son: santo Tomás de Aquino, san Buenaventura, san Alfonso María de Ligorio, san Francisco de Sales, etc.

e) Libros litúrgicos. Las verdades enseñadas por los apóstoles hállanse también en los libros litúrgicos. El Misal, el Pontifical, el Ritual, el Breviario, etc, contienen las oraciones, las ceremonias en uso para el Santo Sacrificio, la administración de los Sacramentos, la celebración de las fiestas. Estos libros, que datan de los primeros siglos, tienen suma importancia, por ser testimonio, no de opinión de algunos hombres, sino de la fe de toda la Iglesia.

f) Actas de los mártires. Estas Actas, al darnos a conocer las verdades que los mártires sellaron con su sangre, nos brindan pruebas incontestables de la fe primitiva de la Iglesia.

g) Monumentos públicos. Las inscripciones, grabadas en los sepulcros o en los monumentos públicos, atestiguan la creencia de los primeros cristianos acerca del bautismo de los niños, la invocación de los Santos, el culto de las imágenes y de las reliquias, la oración por los difuntos, etc. Así los confesionarios hallados en las Catacumbas de Roma prueban la divina institución de la confesión sacramental. Estos testimonios tienen tanto mayor valor cuanto que su antigüedad no puede ser puesta en duda.

III. Autoridad de la Tradición.

¿Tiene la Tradición la misma autoridad que la Sagrada Escritura? Si; la Tradición posee la misma autoridad, porque es igualmente la palabra de Dios. Y con razón, pues consiste en las verdades que Dios ha revelado y que nos conserva mediante la enseñanza infalible de la Iglesia.

Por eso el Concilio de Trento "recibe con igual respeto y amor TODOS LOS LIBROS del Antiguo y del Nuevo Testamento, cuyo autor es Dios, y TODAS LAS TRADICIONES que se refieren a la fe y a las costumbres, como dictadas por boca de Jesucristo o por el Espíritu Santo y conservadas constantemente en la Iglesia católica".

"Fácil cosa es distinguir, por medio de las siguientes reglas, las Tradiciones divinas de las que tienen un origen puramente humano:

a) Toda doctrina no contenida en la Escritura y admitida como fe por la Iglesia, pertenece a la Tradición divina. Según esta regla, reconocemos como inspirados por Dios todos los libros canónicos.

b) Toda costumbre de la Iglesia que se encuentra en todos los siglos pasados, sin que pueda atribuir su institución a ningún Concilio ni a ningún Papa, debe ser considerada como instituida por los apóstoles. De acuerdo con esta regla, consideramos como de institución apostólica el ayuno cuaresmal, la señal de la cruz, etc.

c) El consentimiento unánime, o casi unánime, de los Padres acerca de un dogma o de una ley de la que no se habla en la Sagrada Escritura, es una señal infalible de que este dogma o esta ley pertenecen a la Tradición divina y de que los apóstoles la han enseñado después de haberla aprendido de Jesucristo".

Autor: P. A. Hillaire. De su obra La Religión Demostrada