Las buenas amistades son un tesoro, así dice en Eclesiastes 6,14:
“encontrar un buen amigo es como encontrarse un tesoro y los que temen a
Dios lo encuentran”; sin embargo, más que un
tesoro, una amiga o amigo fiel y seguro en la misión, es un hermano
en la sangre de Cristo, con quien se crece solidaria y recíprocamente en
el camino a la santidad.
Demos gracias a Dios por cada amigo en la misión, El provee los
amigos y hermanos en la misión fraternalmente en Cristo, con las suficientes
virtudes y gracias, especialmente la generosidad, el coraje evangélico para
abrir puertas y tocar corazones, disponibilidad y amor a la misión para continuar aún en
medio de las dificultades, todo para Glorificar a Dios. Así lo
registra la historia, por ejemplo, la amistad entre San Francisco y
San Bernardo, ambos se unieron a la misión que les llamaba Dios, vendieron sus
bienes y los distribuyeron entre los pobres y cuando San Francisco quedó
ciego, fue apoyado por Santa Clara y su secretario el hermano León,
con quienes tenía una hermandad sólida.
Alabanzas a Dios, por tantos amigos y amigas
que acompañaron a cumplir los proyectos de Dios en
muchos hoy reconocidos santos y santas, como fundadores de
comunidades religiosas, por ejemplo, el Beato Santiago Alberione,
fundador de las Paulinas, con la venerable Madre Tecla; todas
fueron amistades santas. ¡Dime con quién andas, te diré quién eres! ¿De
quién eres amiga, quiénes son tus amigos? ¿Serán
amistades convenientes para el bien de tu alma?
”La amistad viene de Dios”, así dice la canción y de eso
da testimonio la amistad entre San Marcos y San Pedro, San Pablo y Timoteo.
Conocemos de la amistad de Jesús con Marta, María y Lázaro, de Pedro con
Santiago y Juan; lazos no solo de familiaridad sino de
amistad entre la Virgen María y su prima Santa Isabel, ayudándose a
llevar las cargas para cumplir así la ley de Cristo (Gálatas 6:2).
Por la amistad espiritual se descubre en el otro el rostro de
Dios, Él nos ilumina a la luz de su Evangelio e impulsa a
servir con pasión, humildad, docilidad al Espíritu Santo y a la Iglesia, por el
bien de la familia. La Virgen María nos guíe para encontrar esas
buenas amistades y así descubrir el rostro de Dios en nuestros
hermanos.
El amigo ama en todo momento y en tiempos de angustia es como un
hermano (Proverbios 17:17) ¿Será que soy una buena amiga, aconsejo bien y estoy
disponible cuando más me necesitan?
Dos son mejor que uno, porque sacan más provecho de sus afanes. Si
uno de ellos se tropieza, el otro lo levanta (Eclesiastés 4:9-10).
Por: Jaynes Hernández Natera, Coordinadora Apostolado María Madre nos reconcilia
con Cristo
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