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La fuerza del Santo Rosario

 
Se cuenta de una persona tan devota y tan fervorosa que confundía con su santa vida a los religiosos más austeros de la Iglesia de Dios.

Deseaba consultar a Santo Domingo. Se confesó con él, y le impuso por penitencia rezar solamente un Rosario, y como consejo, rezarlo todos los días. Se excusó diciendo que ella tenía todos sus ejercicios reglados, que llevaba cilicio, que tomaba disciplina varias veces por semana, que hacía tantos ayunos y no sé cuántas penitencias. Santo Domingo le insta reiteradamente a seguir su consejo, pero ella no quiere; se retira del confesionario como escandalizada del proceder de su nuevo director, que quería persuadirla a una devoción que no le agradaba.

He aquí que, estando en oración, y arrebatada en éxtasis, vio su alma obligada a comparecer ante el Supremo Juez. San Miguel alza la balanza, pone sus penitencias y otras oraciones en un platillo, y en el otro sus pecados e imperfecciones; el platillo de las buenas obras no puede contrarrestar al otro; ella, alarmada, pide misericordia; se dirige a la Santísima Virgen, su abogada; Ella deja caer en el platillo de las buenas obras el único Rosario que -por penitencia- ha rezado; y fue tanto su peso que contrarrestó el de los pecados; la Santísima Virgen la reprendió al mismo tiempo por no haber seguido el consejo de su servidor Domingo de rezar el Santo Rosario todos los días. Cuando volvió en sí, fue a arrojarse a los pies de Santo Domingo, le contó lo ocurrido, le pidió perdón por su incredulidad y prometió rezar el Rosario todos los días. Por este medio, llegó a la perfección cristiana, a la gloria eterna.
 
Fuente: www.catolicidad.com

Los amigos en la misión


Las buenas amistades son un tesoro, así dice en Eclesiastes  6,14: “encontrar un buen amigo es como encontrarse un tesoro y los que temen a Dios lo  encuentran”; sin  embargo, más que un tesoro,  una amiga o amigo fiel y seguro en la misión, es un hermano en la sangre de Cristo, con quien se crece solidaria y recíprocamente en el camino a la santidad.

Demos gracias a Dios por cada amigo en la misión, El  provee los amigos y hermanos en la misión fraternalmente en Cristo, con las suficientes virtudes y gracias, especialmente la generosidad, el coraje evangélico para abrir puertas y tocar corazones,  disponibilidad y  amor a la misión para continuar aún en medio de las dificultades, todo para Glorificar a Dios. Así lo registra  la historia, por ejemplo, la amistad entre San Francisco y San Bernardo, ambos se unieron a la misión que les llamaba Dios, vendieron sus bienes y los distribuyeron entre los pobres y  cuando San Francisco quedó ciego, fue apoyado por Santa Clara  y su secretario el hermano León, con quienes tenía una hermandad sólida.  

Alabanzas a Dios, por tantos  amigos y amigas que  acompañaron a   cumplir los proyectos de Dios en muchos hoy reconocidos santos y santas,  como fundadores de comunidades  religiosas, por ejemplo, el Beato Santiago Alberione, fundador de las Paulinas, con la venerable Madre Tecla; todas fueron  amistades santas. ¡Dime con quién andas, te diré quién eres! ¿De quién eres amiga, quiénes son tus amigos? ¿Serán amistades  convenientes para el bien de tu alma?

”La amistad viene de Dios”, así dice la canción y de eso da testimonio la amistad entre San Marcos y San Pedro, San Pablo y Timoteo. Conocemos de la amistad de Jesús con Marta, María y Lázaro, de Pedro con Santiago y Juan; lazos no solo  de familiaridad sino de amistad  entre la Virgen María y su prima Santa Isabel, ayudándose a llevar las cargas para cumplir así la ley de Cristo (Gálatas 6:2).

Por la amistad espiritual se descubre en el otro el rostro de Dios,  Él nos ilumina a  la luz de su Evangelio e impulsa a servir con pasión, humildad, docilidad al Espíritu Santo y a la Iglesia, por el bien de la familia. La Virgen María nos guíe para  encontrar esas buenas amistades  y así descubrir el rostro de Dios en nuestros hermanos.

El amigo ama en todo momento y en tiempos de angustia es como un hermano (Proverbios 17:17) ¿Será que soy una buena amiga, aconsejo bien y estoy disponible cuando más me necesitan?

Dos son mejor que uno, porque sacan más provecho de sus afanes. Si uno de ellos se tropieza, el otro lo levanta (Eclesiastés 4:9-10).


Por: Jaynes Hernández Natera, Coordinadora Apostolado María Madre nos reconcilia con Cristo