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Sagrados Corazones de Jesús y María

Consagración de la Familia
a los Sagrados Corazones de Jesús y María







Santísimos corazones de Jesús y María,
unidos en el amor perfecto,
como nos miráis con misericordia y cariño,
consagramos nuestros corazones,
nuestras vidas,
y nuestras familias a Vosotros.
Conocemos que el ejemplo bello
de Vuestro hogar en Nazaret fue un modelo
para cada una de nuestras familias.
Esperamos obtener,
con Vuestra ayuda,
la unión y el amor fuerte y perdurable
que Os disteis.
Qué nuestro hogar sea lleno de gozo.
Qué el afecto sincero, la paciencia, la tolerancia,
y el respeto mutuo
sean dados libremente a todos.
Qué nuestras oraciones
incluyan las necesidades de los otros,
no solamente las nuestras.
Y qué siempre estemos cerca de los sacramentos.
Bendecid a todos los presentes
y también a los ausentes,
tantos los difuntos como los vivientes;
qué la paz esté con nosotros,
y cuando seamos probados,
conceded la resignación cristiana
a la voluntad de Dios.
Mantened nuestras familias cerca
de Vuestros Corazones;
qué Vuestra protección
especial esté siempre con nosotros.
Sagrados Corazones de Jesús y María,
escuchad nuestra oración.

Amén.

Fuente: www.ewtn.com 

Una vocación que puede ser la de tu hijo

La vocación sacerdotal, un llamado al diálogo con Cristo que debe ser apoyado con amor por la familia.

El seminario es la institución más importante de una diócesis. Es el corazón de la diócesis, es la niña de los ojos del obispo, porque en el seminario está la esperanza. Las comunidades cristianas crecerán si hay pastores y si los pastores son santos, según el corazón de Dios. Sin sacerdotes no hay Eucaristía, no hay el perdón de los pecados por el sacramento de la reconciliación y no hay organización estable y permanente de la Iglesia.

El seminario es una obra mucho muy importante. A nosotros, los obispos, se nos ha dicho, una y otra vez, que debemos cuidar más que todo en la diócesis el seminario. El obispo debe ser un padre cercano, un amigo de los formadores que los alienta en su trabajo, alguien que está dispuesto a sacrificarlo todo por el bien del seminario. Se nos pide a los obispos que nos dediquemos a la formación de los futuros sacerdotes, a los mejores sacerdotes, que tal vez podrían hacer mucho fruto en otros campos del apostolado de la Iglesia. Pero deben ir al seminario aquellos sacerdotes más virtuosos y capacitados para llevar adelante la obra de la formación sacerdotal.

Quisiera decir una palabra a los formadores, una palabra de comprensión y de aliento y de cariño de parte de sus obispos, interpretando, yo que fui formador y que ahora soy obispo, los sentimientos que ellos pueden tener. El trabajo de los formadores en el seminario es un trabajo valiosísimo para la Iglesia de Dios. Es un trabajo eminentemente pastoral, porque se trata de formar a los pastores del pueblo de Dios. Es un trabajo que tiene prioridad y que requiere que los formadores en el seminario se dediquen a tiempo completo, con todo su corazón, con todo su amor y con todo su entusiasmo, dentro, no fuera del seminario, a acompañar a los alumnos, para conocerlos uno por uno, como el Buen Pastor conoce a sus ovejas y para poder dar el día que se requiera un testimonio fundado, objetivo, seguro, de su idoneidad.

Quisiera decirles a los formadores que sientan que nuestro Señor Dios los ha llamado a un trabajo excepcionalmente importante, que tal vez no tenga muchas compensaciones humanas, como las puede tener el ministerio en las parroquias, pero que es de primera importancia para la diócesis y para la edificación del Reino de Dios. Que estén de corazón en el seminario, que se dediquen a la formación de los alumnos en la ciencia y en la virtud y que todo esto sea acompañado con el buen ejemplo.

Los sacerdotes en el seminario tendrán eficacia en su formación, labor de formadores, si a la formación acompañan el ejemplo de su vida.

A ustedes, queridos alumnos, quisiera decirles aquí, delante del pueblo de Dios, que se entreguen a Nuestro Señor Jesucristo, que hagan con El un compromiso personal, o como dice el Papa en su Carta a la Iglesia en América, hagan el encuentro personal y vivo con Jesucristo, el Señor. El es el que los ha llamado a trabajar en su viña, El los ha distinguido a ustedes con una vocación que tiene, como ya saben, raíces eternas. Desde que Dios es Dios, pensó en ustedes y pensó invitarlos a trabajar en la viña.

Es el Señor quien nos ha elegido y con El tenemos un compromiso de respuesta generosa. En el seminario no se trata de pasar años. Esos se pasan fácilmente. La vida nos va empujando. Se trata de formarse, es decir, de adelantar en la configuración con Jesucristo nuestro Señor, Buen Pastor. Y de copiar en nuestras vidas las actitudes, los sentimientos, las virtudes de Nuestro Señor Jesucristo, la obediencia al Padre Celestial, para poder decirle en todo momento al Padre Dios que se haga su voluntad en nuestras vidas, la humildad, que reconoce los defectos propios y pide la Gracia de Dios para la obra que los encomienda, la caridad ardiente al pueblo de Dios para servirlo y la laboriosidad y el olvido de sí mismo en el trabajo apostólico.

Decídanse pronto a servir a Nuestro Señor Dios. No pasen los años del seminario en la indefinición. Los años de la indefinición son años perdidos, porque no se entregan a Cristo, ni copian en El ni en ustedes las virtudes del Señor. Mantengan todos los días de la vida el diálogo de la vocación, porque la vocación es un diálogo permanente con Cristo nuestro Señor. El que los llamó los trajo de su casa a través de su piadosa madre, del catequista, de la catequista, del maestro, los llamó y ustedes le dijeron que sí. Y ahora que están en el seminario, el diálogo de la vocación sigue adelante, el Señor los llama todos los días al amor, a la entrega, a la generosidad, y ustedes le van respondiendo y mientras más le responden, más les llama Dios. Y cuando dejan de responderle y se hace costumbre no responderle al Señor, en las cosas pequeñas y ordinarias de todos los días, el Señor va silenciando y apagando su voz, hasta que un día puede darse que el Señor deje de llamar y deje que el hombre se aparte de El y frustre su destino. Si el Señor los llamó a su servicio, esa es su felicidad, esa es su realización, ese es su destino: servir al Señor con íntegra vida y con íntegro corazón y tiempo, consagrados para el Señor.

Es muy importante también que el pueblo de Dios sepa apreciar debidamente el Sacerdocio de Cristo y la vida consagrada, que lo sepan apreciar.

Y esto lo digo por una experiencia de muchos años, donde al contacto con los seminaristas me di cuenta de las distintas actitudes de las familias. Hay en las familias cristianas de nuestro México actitudes muy diversas con respecto a la vocación. Hay quienes estiman mucho tener un hijo, un hermano, un pariente sacerdote. Lo quieren de corazón, lo desean, y lo piden a Dios y apoyan y ayudan. Hay familias indiferentes, que les da lo mismo si hay un sacerdote en su familia o si no los hay. Y hay familias que se dicen cristianas, pero se oponen a la vocación de sus hijos, porque llamándose familias cristianas tienen vidas puramente temporales, o sea, que no ven más allá hacia la eternidad ni hacia la voluntad de Dios y lo único que piensan es en este mundo y en que su hijo consiga una carrera y un título, en el cual pueda hacerse rico. Y en términos así, sencillos y ordinarios, le dicen al hijo: "¿Para qué te metes de cura? Ahí no vas a ganar nada". Todo el interés está en la ventaja temporal en este mundo. Eso no es ser creyente, eso no es ser cristiano. Y hay familias que se oponen cerradamente a la vocación de sus hijos. Si va a ser seminarista, le dicen: "conmigo no cuentes". Y si va a ser monja, la desconocen y la apartan del afecto y del trato de la familia, porque no les interesa aquello, olvidándose de que los hijos no son propiedad de la familia. El dueño es el Señor. El destino de los hijos en definitiva lo fija el Señor Dios Todopoderoso. El es el que fija el destino y el que da la vocación, y la familia debe, cuando es creyente y temerosa de Dios, tratar de conocer la voluntad de Dios y secundarla amorosamente.

La vocación es un don de Dios y hay que creer, si deveras tenemos fe, que el Señor tiene un destino para cada quien, una vocación para cada uno y la puede tener para sus hijos. Y cuando se manifiesta el designio de Dios sobre alguno de tu familia, no te opongas, porque te vas a enfrentar con el juicio del Señor. ¿Cómo puede ser católico y cristiano uno que contradice la vocación de sus hijos? Y ustedes, familias cristianas, sepan que la vocación viene de Dios, viene por caminos muy ordinarios. Eternamente Dios escogió a alguien y en el tiempo lo llama y se vale de cualquier cosa para llamar: de una buena madre, de un buen catequista, de un buen maestro, de un buen sacerdote, etcétera, se vale el Señor para llamar. Pero siempre la llamada es del Señor.

Texto parcial de la homilía que pronunciada por el Cardenal Juan Sandoval Iñiguez, arzobispo de Guadalajara, durante la misa de clausura por la celebración del 250 aniversario de la fundación del Seminario Conciliar de Yucatán.

Fuente: www.catholic.net.

Esta hostia eucarística fue filmada sangrando y latiendo como un corazón en llamas

En el 8 de diciembre de 1991, un sacerdote en el Santuario de Betania en Cúa, Venezuela estaba celebrando una misa. Después de la consagración, notó que el anfitrión comenzó a sangrar por un lado. El sacerdote rápidamente preservó la hostia y la estudió para asegurarse de que era un milagro.

Según  Eucaristic Miracles of the World, el obispo local inició una investigación para asegurarse de que no se explicara por algo natural.
Durante la misa hubo numerosos peregrinos que inmediatamente verificaron que el sacerdote no tenía heridas de las que pudiera haber fluido la sangre presente en la Hostia. Además, a partir de los análisis, el resultado concluyó que la sangre del sacerdote no coincidía con la de la Partícula. La Hostia del Milagro fue sometida a algunos estudios especiales, solicitados por el entonces obispo de Los Teques, Pio Bello Ricardo, y los resultados confirmaron que la sangre era sangre humana de tipo AB positivo que coincide con la que se encuentra en la tela de la Sábana Santa de Turín y en la Hostia del Milagro Eucarístico de Lanciano, que ocurrió en Italia en el 750 dC y fue analizada por 500 comisiones de la Organización Mundial de la Salud.
La Hostia  se consagró más tarde en un convento en Los Teques y se dejó expuesto a miles de peregrinos cada año. En particular, un peregrino de Nueva Jersey llamado Daniel Sanford llegó al convento en 1998. Explica lo que sucedió después.
Después de que terminó la celebración [el sacerdote] abrió la puerta del Tabernáculo que contenía la Hostia del Milagro. Con gran asombro, vi que la Hostia estaba como en llamas, y había un Corazón Latiendo que sangraba en Su centro. Vi esto durante unos 30 segundos aproximadamente, luego la Hostia volvió a la normalidad. Pude filmar una parte de este milagro con mi cámara de video.
El video fue enviado al obispo local, quien alentó la difusión del video con el propósito de difundir la creencia en la presencia real de Jesús en la Eucaristía.
 El milagro todavía se puede ver hoy en el convento en Los Teques y la sangre en la Hostia todavía está fresca, como lo era cuando ocurrió el milagro por primera vez.

Fuente:https://es.aleteia.org/

La misión y la Madre del Resucitado



María es la única que mantiene viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso de la Resurrección.  Ella por ser madre, aunque conocía la gran misión de su  Hijo, sufrió hasta la médula de sus huesos la pasión de Cristo; llena de esperanza y fe  creyó que Él resucitaría y oraba animando a los apóstoles a que confiaran, ya que no era el fin de la historia sino el comienzo de  la gran misión para la cual su hijo los había elegido: ser apóstoles para extender el reino de Dios. ¿Reconoces que Dios te ha llamado a cumplir una misión?  ¿Cuál? Si la conoces ¿La vives con alegría?

María, madre del Resucitado, esposa del Espíritu Santo, madre en pentecostés para todos los discípulos y apóstoles, a quienes  acompañó mientras recibían la unción del Espíritu Santo, hoy también ora,  nos acompaña a rogar y a confiar en el Espíritu Santo, para que nos ilumine y guie en nuestra misión en la familia y en la Iglesia.  La Madre del Resucitado se goza en ver las promesas cumplidas, alaba a Dios por haberla escogida  para su obra ¿Con qué frecuencia das gracias a Dios, por haberte llamado a su misión y por el acompañamiento de María?

En el Evangelio están escritas las apariciones de Jesús Resucitado:
1. A María Magdalena, quien lloraba la muerte de su Maestro
2. A Tomás, quien no creía
3. A los discípulos de Emaús, quienes tenían el corazón cerrado

Además en Hechos de los Apóstoles,  Saulo, quien perseguía a los cristianos,  escuchó la voz de Jesús Resucitado. Todas esas son experiencias transformadoras. No existe en la Biblia aparición a su mamá porque Ella nunca dejó de creer, confiaba en la resurrección, aunque probablemente si se le apareció, pero su testimonio no sería válido por el lazo que los unía o como  decía San Juan Pablo II: “su testimonio no sería digno de fe” (Catequesis durante la Audiencia General del 3 de Abril de 1996), en cambio la manifestación de los que no creían como Tomás o Saulo, si sería aceptado.

Gozar de la alegría y de la luz que Jesús irradia en este mundo, es fruto de la resurrección.  Madre Celestial ayúdanos a vivir resucitando de nuestros temores que nos acobardan a la hora de  hacer la voluntad de Dios, para cumplir la misión a la que nos ha llamado:
1. Orando siempre como dice en Lucas 18,1, para que los frutos de la resurrección en la misión sean abundantes, constantes y crecientes.
2. Confiando siempre, colocando toda nuestra confianza en el Señor  (1Juan 5,14).
3. Por siempre alabando y agradeciendo a Dios por llamarnos a la misión (Hebreos 11,1).

Por: Jaynes Hernández Natera,  Coordinadora Apostolado María Madre nos reconcilia con Cristo

Sagrado Corazón de Jesús


Adoramos el Corazón de Cristo porque es el corazón del Verbo encarnado, del Hijo de Dios hecho hombre

Explicación de la fiesta

La imagen del Sagrado Corazón de Jesús nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que Dios nos ama con su Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar. Jesús tiene un Corazón que ama sin medida.
Y tanto nos ama, que sufre cuando su inmenso amor no es correspondido.

La Iglesia dedica todo el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, con la finalidad de que los católicos lo veneremos, lo honremos y lo imitemos especialmente en estos 30 días.

Esto significa que debemos vivir este mes demostrandole a Jesús con nuestras obras que lo amamos, que correspondemos al gran amor que Él nos tiene y que nos ha demostrado entregándose a la muerte por nosotros, quedándose en la Eucaristía y enseñándonos el camino a la vida eterna.
Todos los días podemos acercarnos a Jesús o alejarnos de Él. De nosotros depende, ya que Él siempre nos está esperando y amando.

Debemos vivir recordandolo y pensar cada vez que actuamos: ¿Qué haría Jesús en esta situación, qué le dictaría su Corazón? Y eso es lo que debemos hacer (ante un problema en la familia, en el trabajo, en nuestra comunidad, con nuestras amistades, etc.).
Debemos, por tanto, pensan si las obras o acciones que vamos a hacer nos alejan o acercan a Dios.

Tener en casa o en el trabajo una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, nos ayuda a recordar su gran amor y a imitarlo en este mes de junio y durante todo el año.

Origen de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Santa Margarita María de Alacoque era una religiosa de la Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo un amor especial por ella.

Se le apareció en varias ocasiones para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres y lo mucho que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el pecado.
Durante estas visitas a su alma, Jesús le pidió que nos enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a rezar y, sobre todo, a tener un buen comportamiento para que su Corazón no sufra más con nuestros pecados.

El pecado nos aleja de Jesús y esto lo entristece porque Él quiere que todos lleguemos al Cielo con Él. Nosotros podemos demostrar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús con nuestras obras: en esto precisamente consiste la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús:

Jesús le prometió a Santa Margarita de Alacoque, que si una persona comulga los primeros viernes de mes, durante nueve meses seguidos, le concederá lo siguiente:

1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado (casado(a), soltero(a), viudo(a) o consagrado(a) a Dios).
2. Pondré paz en sus familias.
3. Los consolaré en todas las aflicciones.
4. Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte.
5. Bendeciré abundantemente sus empresas.
6. Los pecadores hallarán misericordia.
7. Los tibios se harán fervorosos.
8. Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección.
9. Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.
10. Les daré la gracia de mover los corazones más endurecidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él.
12. La gracia de la penitencia final: es decir, no morirán en desgracia y sin haber recibido los Sacramentos.

Oración de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

Podemos conseguir una estampa o una figura en donde se vea el Sagrado Corazón de Jesús y, ante ella, llevar a cabo la consagración familiar a su Sagrado Corazón, de la siguiente manera:

Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies,
renovamos alegremente la Consagración
de nuestra familia a tu Divino Corazón.

Sé, hoy y siempre, nuestro Guía,
el Jefe protector de nuestro hogar,
el Rey y Centro de nuestros corazones.

Bendice a nuestra familia, nuestra casa,
a nuestros vecinos, parientes y amigos.

Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones.

Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre.

Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro hogar y en nuestras comunidades.
Queremos ser instrumentos de paz y de vida.

Que nuestro amor a tu Corazón compense,
de alguna manera, la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor de quienes no te conocen, te desprecian o rechazan.

Sagrado Corazón de Jesús, tenemos confianza en Ti.
Confianza profunda, ilimitada.

Sugerencias para vivir la fiesta:
Poner una estampa del Sagrado Corazón de Jesús, algún pensamiento y la oración para la Consagración al Sagrado Corazón de Jesús.
Hacer una oración en la que todos pidamos por tener un corazón como el de Cristo.
Leer en el Evangelio pasajes en los que se podamos observar la actitud de Jesús como fruto de su Corazón.
Por: Teresa Vallés | Fuente: Catholic.net