Quizás en estos días has perdido
la paciencia, paz, alegría, la amistad con Dios o con alguien cercano
por un disgusto o algo más; la buena noticia que te tengo amiga, es
que en Cristo dador de Vida y de todo bien, encontramos todo,
recuperamos la bendición perdida, las fuerzas para vivir la misión y
asumir los compromisos de la vocación a la que fuimos llamadas.
“El
Pan de cada día que pedimos en la oración del Padre Nuestro es el mismo
Jesús”, dice el Papa Francisco, eso quiere decir, que si rezamos a
diario, nos encontramos con Jesús también y teniéndolo a Él, no perdemos
la gracia, sin Él no podemos hacer nada (Juan 15,5), Él es el alimento
primordial para vivir bien.
Padre Nuestro…“danos hoy ese
encuentro con Jesús”, con Él lo podemos todo: abrirnos al perdón para
que a su vez nuestras ofensas sean perdonadas, evitar caer en la
tentación, ser libre de los ataques del mal y del maligno, hacer el bien
con una apertura del corazón a la caridad.
Cristo es la luz que
nos ilumina y nos hace ser portadoras de él, cuando nos esforzamos por
recibirle a diario, permaneciendo fiel a la Palabra de Dios, a los
mandamientos en especial al del Amor que incluye el perdonarnos entre
nosotros mismos. “El Padre es feliz cuando nos amamos y perdonamos de
corazón”, dice el Papa Francisco.
Buscar a Jesús, encontrar a
Jesús, seguir a Jesús, es el camino para confiar plenamente como hijas
en brazos de su Padre y así recuperar la paciencia, la serenidad, la fe
en Dios, convencidas que Él nos ama y provee todo lo que nos conviene en
su debido momento. Quizás durante mucho tiempo al rezar el
Padrenuestro, solo pedíamos el alimento material de cada día, pero no
pedíamos a la Eterna Providencia de Dios, que nos alimentara con el Pan
Espiritual que es su hijo Jesús.
“No trabajen por la comida que
se acaba, sino por la comida que permanece y que les da la vida eterna”
(Juan 6, 26), aquí nos exhorta Jesús a no solo pedir y esperar el pan
de cada día, sino a ocuparnos por la comida que permanece que es el Pan
del Espíritu que entre más se comparte, más se multiplica; “yo soy el
pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en
mí, no tendrá nunca sed” (Juan 6, 35).
Jesús también dice: “Yo
soy ese pan vivo bajado del cielo, el que come de este pan, vivirá
para siempre” (Juan 6,51); cuando nos encontramos con Jesús y creemos
que nos alimentamos de él, somos fortalecidos, bendecidos y sanados.
Por: Jaynes Hernández Natera, Coordinadora Apostolado María Madre nos reconcilia con Cristo
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