Teniendo
claro que Dios nos llama a ser santos ¿Cuás es mi camino para lograr esa meta?
Si estás
leyendo esto es porque más de alguna vez te has hecho la pregunta: ¿Cuál
es mi vocación? Hacerse esta pregunta significa que te has
dado cuenta de que, Dios es tu Padre, te ama y quiere lo mejor para ti y tú,
quieres seguirle. O pueda que no sepas mucho acerca de qué es la vocación,
no tengas mayor idea o incluso… te de miedo este tema en la vida cristiana,
puede que sea hasta un tema tabú. Sin embargo, si estás aquí es porque te ha
ganado la curiosidad y has vencido un miedo al leer este texto. No te vayas,
seguro Dios quiere decirte algo hoy.
¿En qué
piensas cuando escuchas la palabra “vocación”? En efecto, normalmente pensamos en los
sacerdotes, en los religiosos, en los consagrados, y ahí está el primer error,
pensar que la vocación es solo para los que se consagran. Todos los cristianos
tenemos una vocación, la santidad: “Él nos ha salvado y nos ha llamado
para una vocación santa, no como premio a nuestros méritos, sino gratuitamente
y por iniciativa propia. Esta llamada, que nos concedió en Cristo Jesús desde
la eternidad.” (2º Carta a Timoteo 1, 9).
Teniendo
claro que Dios nos llama a ser santos, ahí entendemos que ésta se puede vivir
de diferentes maneras: vocación al matrimonio, vocación a la vida sacerdotal o
vida consagrada, laicos consagrados. También entendemos que la vocación
es (1) una llamada de parte de Dios y, al mismo tiempo, (2) una
respuesta de amor a Dios para servirle hasta el final de nuestros días, sea
cual sea la vocación a la que nos llama Dios.
“¿Qué
quiere Dios de mí?” es
una pregunta que le compete a todo cristiano. Por eso, tanto si tienes
claro lo que quieres, o si no tienes idea de a dónde te llama Dios, acá te dejo
estos 10 consejos para encontrar una respuesta.
1. Asume tus
dudas. Pueda que pienses que eres raro
por cuestionarte cuál es tu vocación, pero no, no eres raro, eres un enamorado
de Dios que quiere agradarle. No te recrimines si sientes que tienes dudas
respecto a la vida vocacional. Al contrario, solo asumiendo tu realidad, podrás
ser verdaderamente libre. ¡Alégrate, estás en el camino hacia el cielo!
2. Pide
ayuda, busca un director espiritual. Ante tanta confusión, ideas y sentimientos encontrados, es normal no
hallar la salida. Es comprensible si te sientes confundido, indeciso… y es por
eso que es muy recomendable que busques a un director espiritual, un sacerdote
con el que hagas un acompañamiento espiritual. Es por ello que debes pedirle a
Dios que ponga en tu camino un director espiritual que te ayude a descubrir
cuál es tu vocación. Si ya tienes un director espiritual, dale gracias a Dios
por ello. No dejes de rezar por él para que sea un canal limpio de la voz y
amor de Dios para ti.
3. ¡Manos a
la obra y a rezar! Asumidas
las dudas, junto con tu director espiritual debes empezar el camino llamado
“discernimiento”, es decir, pedir un corazón dispuesto y un oído atento para
descubrir cuál es la voluntad de Dios para tu vida. Mediante una vida
sacramental sólida y una vida de oración constante, Dios te irá revelando
cuáles son los pasos por dar. En estos momentos, la lectura de la Palabra es un
elemento fundamental. Trata de tener una disciplina en tu vida de oración,
porque así el corazón se pondrá en sintonía con la voz de Dios. Pide siempre
prudencia para ver todo de acuerdo a la voluntad de Dios.
4. ¡Alto, no
corras! No hay por qué apresurarse. Quizá
sonará duro lo que te diré, pero: la vocación debe elegirse por convicción, no
por decepción. En este discernimiento, la virtud de la paciencia es importante
y vital. San Ignacio de Loyola decía: “En tiempos de desolación, no hacer
mudanza”. Por ende, si estás pasando quizá una decepción amorosa o una
decepción por alguna figura de la Iglesia: detente, respira y pide iluminación
a Dios. No tomes decisiones permanentes sobre sentimientos pasajeros.
5. No dejes
que tu historia familiar sea un obstáculo para encontrar tu llamado. Es aquí una de las razones más importantes de un
acompañamiento espiritual. Quizá tu historia esté marcada por momentos
difíciles a causa del matrimonio de tus padres o quizá tus padres no estén de
acuerdo con la idea de que formes una familia basada en el matrimonio o estén
en contra de los sacerdotes o religiosos… ¡No desfallezcas! Recuerda que este
es un camino donde Dios te llama a seguirle, sea cual sea la vocación. Por eso,
es normal encontrar obstáculos o heridas que sanar, pero si te dejas guiar por
Dios, y tienes paciencia, Él te irá revelando que, a pesar de cualquier
oposición o problema, con Él siempre encontrarás la felicidad.
6.
¡No te
quedes en lo abstracto! Descubrir
la vocación que Dios tiene para ti, es un salto de fe, se debe confiar
plenamente la vocación y la misión al Señor. No te estanques en el miedo, o en
lo idealista… busca, habla. Si tu sientes que estás llamado a la vida
consagrada/religiosa habla con sacerdotes y religios@s, que te
compartan su carisma. Busca en internet los diferentes carismas existentes. Lo
genial de nuestra Iglesia es que, ¡somos ricos en carismas! Si sientes que tu
vocación es la vida matrimonial, busca ejemplos de matrimonios virtuosos tanto
en la historia de la Iglesia como en la actualidad. Ni el matrimonio ni la vida
consagrada es un juego, asegúrate de conocer bien los compromisos de cada
vocación. La única manera de quitarte la curiosidad es visitar, ir a la vida
real y cotidiana.
7.
¡Fuera
miedos! Sí, quizá es el paso más difícil,
pero es el más necesario. Es normal tener miedo, es un gran paso el identificar
cuál es tu vocación… pero de la mano de Dios, tu director espiritual y tu
corazón dispuesto, las cosas irán cayendo por su propio peso. Desde el momento
que te des cuenta que esto es un diálogo de amor entre Dios y tú, ¿por qué
tener miedo? Es Dios, tu Padre que quiere salir a tu encuentro. No dudes en
pedirle su Auxilio. Él sabe que somos miedosos, sabe cuánto nos puede costar
hacerle esa pregunta: ¿A dónde me quieres, Señor? Pero no
tengas miedo al compromiso. Este camino es de valientes y si estás aquí es
porque Dios sabe que eres capaz de vivir la radicalidad del Amor. Recuerda lo
que nos dice San Juan “No hay temor en el amor; sino que el amor
perfecto expulsa el temor” (1 Jn 4, 18). No vivas en el miedo, vive en
el Amor.
8.
No
pierdas la paz. No
desistas, el camino de discernimiento vocacional puede ser difícil y hasta un
desierto, pero no olvides que Dios está contigo, camina a tu lado y te alimenta
como a Elías cuando se rindió (1a Reyes 19, 7). Si ves que no avanzas en el
camino, respira, “ten calma contigo mismo y mira a dónde vas”, como
dice Martín Valverde. Recuerda a San Francisco de Sales: “Ten
paciencia con todas las cosas, pero sobre todo contigo
mismo”. ¡Ojo! Tampoco huyas de la decisión. Paciencia no es sinónimo de
cobardía. (Sí, sé que es posible que dé un ataque de pánico… pero respira, Dios
no se muda. Él te sigue esperando).
9. Ampárate
de María y los Santos. Como te
he dicho, no eres el primero con estas preguntas, en Nuestra Iglesia podemos
encontrar tantos ejemplos – matrimonios, sacerdotes, religiosas, laicos
consagrados – que pasaron por este momento en el que tú te encuentras ahora. No
estás solo. Pídele ayuda a nuestra Santa Madre, que te ayude a decir como
ella “FIAT”: Hágase en mi según tu Palabra.
10. ¡Mírate al espejo! Sí, te recomiendo que busques el espejo más cercano
y te digas:“Soy hijo de Dios y Dios me ama.” Él te conoce, Él te
creó con amor y te llamó a la existencia para ser feliz y servirle en santidad.
Mírate al espejo y descubre en ti los anhelos más profundos de tu corazón. Si
sientes que no te conoces, pídele ayuda al Espíritu Santo para que te enseñe tu
alma. Si sientes que te faltan las fuerzas o el valor para dar el paso
definitivo, no tengas miedo. Él está contigo. Santa Teresita del niño Jesús
dijo: “el buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables, por eso
puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad”. Recuerda
que la vocación no será solo para ti, sino para toda nuestra Iglesia. Eres
importante para Dios y para la Iglesia. Así como eres, Dios te llama. Con tus
dudas, con tus pecados, con tus debilidades, con tus fortalezas. Así, Así te
quiere Dios.
Como dijo
en una ocasión la Hermana Glenda: “Él te hará desear lo que Él te
quiere regalar”. Ten paciencia, pídele con constancia y humildad que
te revele sus planes de Amor para ti. Ponte en camino, Dios está enamorado de
ti, te quiere en sus brazos y en su Sagrado Corazón. Y ese mismo Amor nos irá
diciendo cuál es la vocación que nos llevará al cielo a su lado, para gloria de
Él y para salvación del mundo.
Por:
Karla Estrada Navarro | Fuente: PadreSam.com