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El niño protestante y la Virgen María

Un niño protestante de seis años a menudo había escuchado a sus compañeros católicos rezar el Avemaría. Le gustó tanto que la copió, la memorizó y la rezaba todos los días. “Mira, mamita, qué bonita oración,” le dijo a su madre un día.

“No la digas nunca más”, respondió la madre. “Es una oración supersticiosa de los católicos que adoran ídolos y piensan que María es diosa. Después de todo, Ella es una mujer como cualquier otra. Vamos. toma esta Biblia y léela. Contiene todo lo que debemos de hacer”. A partir de ese día, el pequeño dejó de rezar su Avemaría diaria y dedicó más tiempo a leer la Biblia.

Un día, leyendo el Evangelio, vio el pasaje sobre la Anunciación del Ángel a la Virgen. Lleno de gozo, el chiquillo corrió a su madre y le dijo: “Mamita, encontré el Avemaría en la Biblia que dice: ‘Llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre las mujeres’. ¿Por qué la llamas una oración supersticiosa?”. Ella no contestó. En otra ocasión, encontró la escena de la salutación de Isabel a la Virgen María y el hermoso cántico del Magnificat, en el que María anunció: ‘desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones’. Ya no le dijo nada a su madre y comenzó a rezar nuevamente el Avemaría cada día, como solía hacerlo. Sentía placer al decirle esas hermosas palabras a la Madre de Jesús, Nuestro Salvador.

Cuando cumplió catorce años, un día oyó que su familia discutía sobre Nuestra Señora. Todos dijeron que María era una mujer común y corriente. El niño, luego de oír sus razonamientos erróneos, no pudo soportarlo más y, lleno de indignación, los interrumpió diciendo: “María no es como cualquier otro hijo de Adán, manchado de pecado. ¡No! El Ángel la llamó LLENA DE GRACIA Y BENDITA ENTRE LAS MUJERES. María es la Madre de Jesús y en consecuencia, la Madre de Dios. No existe una dignidad más grande a la que pueda aspirar una criatura. El Evangelio dice que todas las generaciones la llamarán bienaventurada, mientras que ustedes tratan de despreciarla y hacerla menos. Su espíritu no es el espíritu del Evangelio ni de la Biblia que proclaman es el fundamento de la religión cristiana".

Fue tan honda la impresión que causaron las palabras del chico en su madre, que muchas veces lloró desconsolada: “¡Oh, Dios, temo que este hijo mío se unirá un día a la religión católica, la religión de los Papas!”. Y en efecto, poco tiempo después hijo se convenció que la religión católica era la única auténtica, la abrazó y se convirtió en uno de sus más ardientes apóstoles.

Unos años después de su conversión, el protagonista de nuestra historia se encontró con su hermana ya casada. Quiso saludarla y abrazarla, pero ella lo rechazó y le dijo indignada: “Tú no tienes idea de cuánto amo yo a mis hijos. Si alguno quisiera hacerse católico, primero le enterraría una daga en su corazón que permitirle abrazar la religión de los Papas”.

Su ira y su temperamento eran tan furiosos como los de San Pablo antes de su conversión. Sin embargo, pronto cambiaría su manera de ser, tal como le ocurrió a San Pablo en su camino a Damasco. Sucedió que uno de sus hijos cayó gravemente enfermo. Los médicos no daban esperanzas para su recuperación. Tan pronto se enteró su hermano, la buscó en el hospital y le habló con cariño, diciéndole: “Querida hermana, tú naturalmente deseas que tu hijo se cure. Muy bien, pues entonces haz lo que te voy a pedir. Sígueme. Recemos juntos un Avemaría y prométele a Dios, que si tu hijo recobra la salud, estudiarás seriamente la doctrina católica. Y que en caso de que llegues a la conclusión que el Catolicismo es la única religión verdadera, tú la abrazarás sin importar los sacrificios que esto te implique.”

Su hermana en principio se mostró reacia, pero como deseaba la recuperación de su hijo, aceptó la propuesta de su hermano y rezó con él un Avemaría. Al día siguiente, su hijo estaba completamente curado. La madre cumplió su promesa y se puso a estudiar la doctrina católica. Después de una intensa preparación, ella recibió el Bautismo en la Iglesia Católica junto con toda su familia. Cuánto le agradeció a su hermano que hubiese sido un apóstol para ella.

Esta historia la relató el Padre Francis Tuckwell en una de sus homilías. “Hermanos”, terminó diciendo, “el niño protestante que se hizo católico y convirtió a su hermana al Catolicismo, dedicó su vida entera al servicio de Dios. Él es el sacerdote que les habla. ¡Cuánto le debo a la Santísima Virgen, Nuestra Señora! También ustedes, mis queridos hermanos, dedíquense por completo a servir a Nuestra Señora y no dejen pasar un solo día sin decir la hermosa oración del Avemaría así como su rosario. Pídanle a Ella que ilumine la mente de los protestantes que están separados de la verdadera Iglesia de Cristo fundada sobre la Roca (Pedro) y contra la cual ‘las puertas del infierno nunca prevalecerán’."

Fuente: www.catolicidad.com

Dios está contigo y no te dejará

Dios está contigo y conmigo,  no nos dejará jamás, ni cuando sopla la suave brisa ni cuando amenace un huracán, ni aún en medio de la tormenta, Él nos toma de su mano, nos levanta, nos da paz y confianza  de saber que con Él todo lo podremos, nos da fortaleza para no rendirnos en los compromisos adquiridos en la sociedad, en la familia, en la parroquia, en la misión y vocación a la que nos ha llamado.

Cree en la promesa de Dios,  en  Isaías 41,10, dice: “...no temas, porque yo estoy contigo; no te asustes, pues yo soy tu Dios,  yo te doy fuerza, soy tu auxilio y te sostengo con mi diestra victoriosa”. Dios es fiel y su amor paternal es eterno,  por eso  es  imprescindible  repetirnos muchas veces, de día y de noche, aunque los problemas vayan y vuelvan, como las olas en un eterno presente, lo que nos dice  en Isaías 43,5: “no temas, porque yo estoy contigo” y hasta en momentos en que la tentación perturba, Él no nos deja caer y si caemos, nos levanta con su perdón y misericordia  en el sacramento de la confesión.

No dudes a tu llamado,  Dios está contigo, ya sea que estés discerniendo o hayas respondido con  un sí al llamado a  la vida consagrada; pase  lo que pase, ya sea en la noche oscura o desiertos en la fe, Dios está contigo. Y si Dios te ha llamado a la santidad en el matrimonio, está con tu cónyuge también, con toda tu familia y no dejará que se les acabe  el vino, confíen en la intercesión de María Santísima, la mujer a la que  Arcángel San Gabriel, le dijo: “El Señor está contigo” y  María creyó y se cumplieron en Ella y con Ella todos los planes y proyectos de Dios.

“Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”: Mateo 28:19. Amiga, aunque  en el momento te encuentres viuda, separada o seas madre soltera  y tengas a cargo tu hogar, Dios no te abandonará. De igual manera,  su misericordia  es abundante con la mujer que dice Sí a la vida, aunque la incertidumbre por el embarazo sin el apoyo de la pareja la haga temblar,  Dios la apoyará toda la vida, la revestirá  de fe, esperanza y de amor para ser madre.

Confiar que Dios está con nosotros, en su Providencia, es ver el amor de Dios en todo lo que sucede,  con los ojos abiertos a la gracia celestial, Él sabe lo que conviene.  Cada día hay tantas personas  que están esperando que le digamos sonriendo: ¡El Señor está contigo!

Por: Jaynes Hernández Natera, Coordinadora Apostolado María Madre nos reconcilia con Cristo 

Los adventistas le enseñaron a odiar a la Iglesia pero ella se enamoró del Santísimo y hoy es monja


Sor María Faustina tuvo que vencer la influencia que los adventistas habían dejado en ella.

Mireily Rodríguez Vargas es una joven puertorriqueña que cambió su nombre por el de sor María Faustina cuando profesó sus votos como dominica en el convento de Nuestra Señora del Rosario de Fátima en Texas (EEUU). Pero su vocación llegó tras una conversión dura, después de haber estado bajo la influencia de las enseñanzas de los adventistas. Cuando descubrió la verdad sobre la Iglesia Católica se le abrió un mundo que le fascinó hasta tal punto que decidió entregar su vida por completo.

Fue criada en una familia católica pero no demasiado practicante y eran sus compañeros de colegio los que le decían que la Virgen María había tenido más hijos, hasta llegarse a convencer de ello. A los 16 años tras un duro acontecimiento familiar aparecieron en su vida los adventistas. “Por insistencia de un familiar, comencé a ir a clase con ellos. Al principio consistía en contestar las preguntas de unos folletos, luego el pastor vino a darnos la clase personalmente, creo que era una vez por semana”, recuerda.

El odio a la Iglesia y al Papa
Después de esto, fue invitada a un taller denominado “Descubriendo la verdad” y que tenía como objetivo realizar en ella un lavado de cerebro. Cuenta la hermana María Faustina que “trataba de cómo la Iglesia Católica era la ‘gran ramera del Apocalipsis’ y el Santo Padre, ‘la bestia del profeta Daniel”.

Una vez que concluyó este taller tocaba ser “bautizada” como adventista. La joven estaba muy confundida pero “no creía eso sobre la Iglesia Católica”. Finalmente, una amiga suya decidió no bautizarse por lo que ella tomó la misma decisión.

La importante labor de su abuela
Fue su abuela la que finalmente tomó cartas en el asunto y alejó a los adventistas de su nieta y acudió a una Iglesia Católica para que pudiera apuntarse a catecismo. Sin embargo, el tiempo que había pasado en contacto con los adventistas había hecho mella en ella. “Ya no amaba a la Virgen María, a la cual tenía devoción de pequeña”, cuenta en su testimonio. Además, añade que en ese momento “pensaba que no necesitaba ir a la iglesia, porque un lugar de cuatro paredes con Biblia y Agua Bendita podía ser mi cuarto”. Incluso, creía que “los cuadros, aun los no religiosos, eran idolatría por lo que había aprendido con los Adventistas sobre los 10 mandamientos.

Todo cambió con la catequesis de adultos
Sin embargo, en 2007 logró iniciar las catequesis de adultos. “Mi vida cambió. A través de las catequesis del sacerdote encargado, de una religiosa y todo el equipo de catequistas que acompañaban al programa, empecé a aprender mucho, a cuestionarme cosas sobre la fe”, relata la propia María Faustina.

Mientras tanto, su abuela seguía perseverando y acompañaba a su nieta a misa todos los domingos, sin excepción. “Empecé a ver a Dios como un padre amoroso” y su vida empezó a cambiar, motivo por el cual “se alejaron muchos amigos y empecé a tener problemas con un novio que en aquel entonces tenía”.

El bello recuerdo de su primera comunión
Así llegó su primera confesión durante un Domingo de Ramos, que según define ella misma, fue “como sacer muchos clavos de mi corazón” por lo que “me sentí otra persona”. Y en la Vigilia Pascual llegó por fin su primera comunión, que “fue un momento tan bello, único de sentir a mi Dios por primera vez en mí. Desde ese día me sentí más unida a Dios, de una forma diferente. Mi forma de ver la vida cambió, para verla un poco más sobrenatural”.

Todo lo que guardaba en su interior que aprendió con los adventistas iba desapareciendo.

Y más tarde el descubrimiento de la Adoración
Mientras tanto, ella seguía descubriendo fascinada la belleza de la Iglesia Católica: “En mi vida espiritual, empezaba por aquel entonces a descubrir a Jesús en el Sagrario y en la Exposición. Me llamaba tanto la atención ver a tanta gente arrodillada allí que me propuse ir un día. Cuál fue mi sorpresa que al llegar, sentí algo que me puso de rodillas y comencé a llorar porque sentí una presencia tan grande, tan santa y superior a mí que llenaba todo mi ser. Desde ese día, Jesús Eucaristía fue el amor de mi vida”.

Poco después se produjo otro acontecimiento clave en la vida de esta joven pues fue la que empezó a abrir en ella la vocación. Y es que buscando libros católicos, se topó un día con el diario de Santa Faustina. “Me entró la curiosidad de ver qué escribiría una monja. Cuando comencé a leerla, me enamoró su espiritualidad, su forma de tratar al Esposo de su alma. Me llenó el corazón cuando leí su historia vocacional y me pregunté qué haría si Jesús me llamara a mí también”.

"Jamás seré monja"
Esta fue la primera vez que rondó por su cabeza la idea de la vocación a la vida religiosa. Pero el miedo podía más por lo que intentó enterrar esos sentimientos. Pronto también empezaron a preguntarla por si se había planteado irse a un convento por lo que se cerró en banda y ella una y otra vez respondía que “jamás seré monja”.

Pero la vida que llevaba no le llenaba. Ni su trabajo, ni sus amigos conseguían llenar lo que sólo Dios podía hacer. Y de nuevo pasó por su cabeza la idea de la vocación hasta que por fin aceptó ir a una de las charlas vocacionales a las que antes había rechazado acudir en numerosas ocasiones.

Las palabras del profeta Jeremías
Lo que escuchó en aquella charla hizo mucha mella en esta joven puertorriqueña. La misma cita de Jeremías que dice “antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado…” la perseguía por todos lados y aparecía en todo momento, en su música, en la iglesia, en las lecturas que abría al azar…

Ahí se convenció de que Dios la llamaba para la vida consagrada pese a que seguía resistiéndose. Tenía dos sueños sobre la vocación y con la ayuda de su director espiritual pudo interpretarlos. “Soñaba que pedía entrar en una congregación y me decían que allí no era y me daban un velo negro. El sacerdote me decía que era la Orden Dominica, pero yo me resistía”, cuenta sor María Faustina.

El claro mensaje de la Virgen
Al final se encomendó a Santa Faustina y Santa Teresita para que le ayudaran a discernir su vocación además de realizar la Consagración a la Virgen durante 33 días.“Mamá María no se hizo esperar y una mañana amanecí con la certeza de que Dios me llamaba y que iba a entrar con las Hermanas Dominicas de Nuestra Señora del Rosario de Fátima”.

Dios se lo puso todo muy fácil desde aquel momento y ahora ella, Sor María Faustina, es feliz en este convento texano. “Dios ha hecho maravillas en mi vida, me ha hecho una nueva creatura y a pesar de mis pecados y defectos hace su obra en mí para hacerme una esposa santa para su Gloria”, concluye esta religiosa.

Por: J. Lozano | Fuente: Religión en Libertad 

El milagro del sol: 100 años


Este 13 de octubre de 2017, celebramos el Centenario de la Sexta Aparición de María Santísima en Cova de Iría.

La última de las 6 apariciones a los pastorcitos se efectuó el 13 de octubre de 1917, cuando la Virgen había prometido hacer un milagro de tal magnitud, que cuantos lo vieran pudiesen creer en sus apariciones.

Lucía en la aparición del 13 de julio de 1917, había pedido a Nuestra Señora hacer un milagro para que todos crean que Usted se nos aparece. La Virgen respondió entonces prometiendo un milagro que todos han de ver para creer.

I. La danza del sol

Cuando llegó el esperado día, éste amaneció frío y lluvioso, la jornada precedente, todos los caminos hacia Cova de Iría estaban atestados de gente que iba a pie, en bicicletas o vehículos. Los peregrinos de fe avanzaban descalzos, cantando y rezando el Santo

Rosario, millares pasaron la noche al aire libre, y a pesar de lo poco propicio del tiempo, apresuraban el paso para encontrar un buen lugar para la aparición del día siguiente.

Una multitud de entre 50 a 70 mil personas de todo Portugal, muchas de ellas descreídas, burlonas y curiosas se hallaban el 13 de octubre en el lugar de las apariciones.

Los tres videntes, esta vez ataviados de fiesta, se hicieron paso por entre el mar de gente a eso de las once y media y como en las otras 5 apariciones anteriores, los videntes vieron el reflejo de una luz, y enseguida a Nuestra Señora en la encina.

Luego del diálogo narrado por la Hermana Lucía, Nuestra Señora dijo:

«Es preciso que se enmienden, que pidan perdón por sus pecados. Y tomando un aspecto más triste, [Nuestra Señora agregó]: No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido».[1]

Dicho lo cual -en su último aviso y la esencia del Mensaje destinado a pasar de generación en generación como el Mensaje de Fátima se despidió… y al despedirse, mientras se elevaba, abrió las manos que se reflejaron en el sol, o, como les pareció a Francisco y a Jacinta, indicó el sol con el dedo.[2]

Lucía entonces dijo a los presentes que mirasen el sol, paró la lluvia e inmediatamente se abrieron las nubes dejando ver un claro de cielo azul.

«De repente, el sol comenzó a vibrar con bruscos movimientos y empezó a girar vertiginosamente sobre sí mismo como una rueda de fuegos artificiales, desprendiendo en todas direcciones chorros de luz verde, roja, violeta, amarilla y azul, coloreando de manera fantástica las nubes, los árboles, las rocas y la tierra. A unos cuantos minutos, el sol quedó quieto y un momento después volvió a su rapidísimo movimiento, con la sorprendente danza de luz y de color cual no cabe imaginar en el más extraordinario castillo de fuegos de artificio. Una vez más dejó el sol su prodigioso bailoteo al cabo de unos minutos, pero tras una breve pausa, por tercera vez se hizo más brillante. Durante doce minutos pudieron percibir el maravilloso fenómeno en un radio de más 40 kilómetros todas y cada una de las personas congregadas».[3]
La gente podía mirar directamente al sol sin afectar la vista.

El arzobispo Fulton Sheen subraya empero, que, no fueron estas tres rotaciones del sol lo que impresionó a la muchedumbre: el mayor estupor lo causó un terrible descenso del sol, que fue el momento culminante del grandioso milagro.

La multitud tuvo la impresión de que el sol iba a desprenderse del firmamento y precipitarse sobre ella incendiándola y por eso prorrumpe en un grito único de terror y estupor: ¡Milagro! ¡Milagro!,mientras que al unísono cae de rodillas sobre el barro y gime: ¡Misericordia Dios mío! Creo en Dios, Dios te salve María… Y hacia el Cielo, se eleva suplicante y fervoroso, el acto de contrición: Pésame de todo corazón de haberos ofendido…

Por fin, deteniéndose de repente el sol en su alocada caída, volvió a subir a su sitio en zigzag, conforme había sido el descenso, y acabó recobrando gradualmente su acostumbrada luminosidad… Aunque todos habían quedado empapados por la lluvia de la mañana, encontraron completamente secas sus ropas apenas después de la Visión.

«El ciclo de las visiones de Fátima había terminado».[4]

«La danza del sol era para la multitud, para que viese; para que viendo creyese y creyendo llevase a los más alejados, presentes y futuros, junto con la noticia del prodigio la otra más saludable: la Virgen había descendido de su solio estrellado para traer a los hombres un mensaje de misericordia y salvación».[5]

II. La masonería atestigua el milagro

¿Había tan sólo campesinos católicos portugueses asistiendo a este milagro predicho? Entre las 70.000 personas, se encontraba el periodista masónico Avelino de Almeida, a la sazón Jefe de Redacción de O Seculo, un diario masónico de Lisboa, liberal y anticlerical, que así se constituyó en testigo ocular de los acontecimientos en Cova da Iría.
«Al momento del gran Milagro estaban presentes algunos de los eruditos más ilustres, de las artes y de las ciencias, y casi todos ellos eran incrédulos que habían venido a causa de la curiosidad, llevados allá por la predicción de los videntes. Hasta el Ministro de Educación del gobierno masónico estaba presente».[6]

«Pude verlo [el sol] semejante a un disco nítido de luz viva, luminosa y luciente, pero sin molestar. No me pareció buena la comparación que en Fátima oí hacer, de un disco de plata opaca. Porque tenía un color más claro, activo y rico y además con cambiantes como una perla…Se sentía que era un astro vivo…Parecía una rueda bruñida cortada en el nácar de una concha…Maravillosa cosa que pudiera fijarse largo tiempo en el astro, llama de luz y brasa de calor, sin el menor dolor en los ojos y sin ningún deslumbramiento en la retina que cegase».[7]

III. Milagro único

La Divina Providencia confió a una Mujer el encargo de vencer al demonio, en el primer día tan funesto en que el demonio se introdujo en el mundo, Dios habló en el Paraíso Terrenal a la serpiente para decirle:

Pondré enemistad entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la suya, y tú permanecerás a la espera de su talón.

«Dios no ha hecho ni formado nunca más que una sola enemistad, mas ésta irreconciliable, que durará y aumentará incluso hasta el fin, y es entre María, su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer, de suerte que el más terrible de los enemigos que Dios ha creado contra el demonio es María».[8]

Cuando Dios quiso dar a luz a un nuevo pueblo en las Américas en 1531, Él envió a su Madre a Guadalupe, en la periferia de la Ciudad de México, ahí, Ella se apareció vestida del sol, con una luna creciente bajo sus pies y su manto salpicado de estrellas, la Señora vestía el cinturón de la maternidad que usaban las mujeres nativas de entonces, porque la Santísima Virgen estaba por dar a luz a un nuevo pueblo en las Américas.

El Milagro del Sol es el único milagro público preanunciado de la Historia mundial. Nunca antes había anunciado Dios con antecedencia, un milagro que sería públicamente realizado, y en especial con el propósito de confirmar un Mensaje profético, destinado a toda la humanidad y para silenciar los enemigos de Dios. Hasta el mayor milagro de todos los tiempos – la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo – no fue un milagro público de esa magnitud, porque el Cristo resucitado no apareció a decenas de miles de personas inmediatamente después para convertirlas para que creasen. Además, la grandeza cosmológica del milagro es sin precedentes. Hasta el milagro de Josué que aumentó el día parando el sol es mucho menos impresionante y no puede comparárselo.

¿Por qué hubo este milagro sin precedentes? Por una razón evidente: porque el Mensaje de Fátima también es un mensaje sin precedentes, único tanto en las bendiciones prometidas como en los castigos amenazados.[9]

IV. El milagro del sol proclama el reinado universal de Nuestra Señora

Sí, es la hora de la Mujer vestida del sol.[10]

San Luis María de Montfort, formula del siguiente modo la ley que Dios se impuso, y de la que la tesis del reino de Cristo por el de su santísima Madre no es más que una aplicación:
«Digo… que, supuestas las cosas como son, habiendo querido Dios comenzar y terminar sus más grandes obras por la Santísima Virgen desde que la formó, es de creer que no cambiará de conducta en los siglos de los siglos, pues es Dios y no cambia en sus sentimientos ni en su conducta».[11]

Es doctrina cristiana que el reinado y triunfo final del Señor, manifestada en la Sagrada Escritura, se obtendrá a costa de grandes y dramáticas luchas y espantosas persecuciones. Hacia el fin de los tiempos Satán «sa­biendo que le queda poco tiempo», producirá su obra maestra de orgullo, de malicia, de odio y de poder, el Anticristo y sus satélites, para intentar aprovechar su oportunidad suprema en una lucha mundial, que para su vergüenza y confusión, como ya sabemos, será su derrota aplastante y un triunfo glorioso y definitivo para Cristo y su Iglesia.

La Iglesia ve en María a la Adversaria personal de Satán, que debe triunfar contra él por y para Cristo: «El Señor ha derramado sobre ti bendiciones, comunicándote su poder, pues por medio de Ti ha aniquilado a nuestros enemigos»[12]. Afirmación aún más fuerte y universal: «¡Tú sola has destruido todas las herejías en el mundo entero!». Fuertísima afirmación, en efecto: Tú, Tú sola, todas las herejías, en el mundo entero… Se diría que la Iglesia teme no expresar su pensamiento con suficiente claridad, ni con bastante fuerza. Es evidente que aquí hay que ver, implícitamente expresada, una ordenación divina. Siempre será así. Cada victoria, individual o colectiva, lograda contra Satán por un pobre pecador o por un santo religioso, por la Iglesia entera o por una u otra nación cristiana, será siempre obra de Ella, después de Cristo y de Dios.

En el momento actual cargado de materialismo, María Santísima es un refugio vivo, ya que Ella busca afanosamente a quienes navegan sin rumbo.

Así, frente a la violencia creciente del infierno, que pone en acción entre otros a la francmasonería, el naturalismo, el racionalismo, el socialismo, el laicismo, el modernismo, el espíritu revolucionario, la ideología de género, el relativismo moral etc., vemos también cómo María sube cada vez más alto en el horizonte de la Iglesia: ¡María bella como la luna, radiante como el sol, pero también María terrible como todo un ejército en orden de batalla!

Germán Mazuelo-Leytón

[2] Cf.: FELICI, ICILIO, Fátima.
[3] SHEEN, Mons. FULTON J., La Virgen y Rusia.
[4] CORREA DE OLIVEIRA, PLINIO y BORELLI, ANTONIO A., Nuestra Señora de Fátima. Profecías para América y el mundo. ¿Tragedia o esperanza?
[5] FELICI, ICILIO, Fátima.
[6] Cf.: NUNES, LEOPOLDO, Fátima: História das aparições de Nossa Senhora do Rosário aos pastorinhos da
Cova da Iria, 1ª ed., Lisboa, Tipografia Luzitania, 1927, 2ª ed. 1927; 3ª ed. 1928, 3ª ed. 1930.
[7] DE MARCHI, P., JOAO, Testimonio del Dr. Almeida Garret: Era una Señora más brillante que el sol.
[8] MONTFORT, San LUIS Mª GRIGNION DE, Tratado de la Verdadera Devoción.
[9] Cf.: CHOJNOWSKI Ph. D., PETER, El milagro del sol.
[10] APOCALIPSIS 12, 1.
[11] MONTFORT, San LUIS Mª de, Tratado de la Verdadera Devoción, nº 15.

[12] Jud. 13 22.

Fuente: www.adelantelafe.com

La perseverancia en la oración


El cristiano debe orar y orar con fe

Sin fe a quien orar. Sin fe para qué orar. Y sin orar cómo mantener la fe; pero con la oración renace la fe como en primavera echan brotes los árboles y se entreabren los capullos.

1. Iniciamos hoy la Eucaristía orando con la antífona de entrada: "Inclina el oído y escucha mis palabras, guárdame como a las niñas de tus ojos; a la sombra de tus alas escóndeme" (Salmo 16, 6). Pidiéndole a Dios que nos guarde con el cuidado y la delicadeza con que cuidamos las pupilas de nuestros propios ojos.

Comenzamos pues, orando en el día de la ORACIÓN.

Cuando Amalec atacó a los israelitas en Rafidín, Moisés mandó a Josué que con unos hombres de Israel se defendieran mientras él permanecía en la cima del monte con el bastón maravilloso en la mano.

Mientras Moisés tenía la mano con el bastón en alto, vencía Israel. Si la bajaba, vencía Amalec. Aarón y Jur colocaron una piedra para que Moisés se sentara, mientras uno y otro le sostenían los brazos en alto (Éxodo 17, 8).

Escena emocionante que nos alienta a ayudar a los hombres y a las mujeres a quienes Dios ha llamado para que oren por el pueblo, para facilitarles su misión imprescindible si queremos que el mundo no perezca.

2. Reproduzcamos la escena: Josué y sus hombres empuñan las armas. Moisés con las manos alzadas y con la vara milagrosa levantada, suplica. Aarón y Jur, solícitos, facilitan la acción implorante de Moisés. Pero el autor de la victoria es Dios. Este es un acontecimiento de salvación, en el cual, como entonces, el que lo puede hacer todo, quiere necesitar ayudantes.

Moisés orante es figura de la Iglesia en acto de súplica, de alabanza maravillada, de gratitud, de ternura de esposa, de amor filial. La Iglesia debe orar.

El ministerio de intercesión de la Iglesia es insustituible. Si la Iglesia deja de orar el mundo perderá el equilibrio, irá cayendo y va cayendo. Porque así como Moisés es figura de la Iglesia, del pueblo de Dios salvado, Amalec es la figura del mal, de la injusticia, de la opresión de los pobres, de la esclavitud y pérdida de todas las libertades.

Si se deja la oración avanzan las dudas, reina la confusión sobre los valores, se pierde el norte y se ofusca la mente, el hombre ya no sabe dónde está, ni a dónde va, se olvida de que es criatura, y quiere erigirse en su propio dios, o convertir en dioses a las criaturas.

3. Amalec es el juez injusto, que ni teme a Dios ni a los hombres, vencido por la oración constante de la pobre viuda, que, porque era pobre, no podía sobornar al juez, a quien no le importaba ni Dios, ni los hombres, ni la justicia, sino su provecho y medro personal. Pero lo que no pudo por su desvalimiento, la infeliz viuda, lo consiguió por su insistencia.

4. De todas las opresiones del mundo es en parte, responsable la Iglesia, desde el Papa hasta el último niño candoroso de primera comunión. Por eso hay que cultivar y estimular la oración de la Iglesia, y en lugar preeminente, la oración de los hombres de Dios, de los consagrados, las consagradas, que son nuevos Moisés. Pero también de las familias.

Hay que fomentar la oración en familia, al comienzo del trabajo, antes y después de comer. A veces se siente vergüenza de hacerlo, porque nos parece que eso indica debilidad y como menos hombría y, sobre todo, menos modernidad y de progreso. Parece que el hombre ha de crecer a costa de Dios. Como si el recurso a Dios testificara la debilidad y minusvalía del hombre, cuando es lo contrario.

En la unión con Dios, que la oración establece, es el hombre el que sale ganando, como quien se une a un sabio, o a un rico poderoso. Se hacen de la misma opinión y gozan de sus riquezas y poder. De los primeros cristianos en Roma, decían los paganos: "son hombres que oran". "¿Saben orar nuestros cristianos hoy?". Es una pregunta que se hacía


5. Pero no basta rezar, hay que rezar con fe, "si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Vete de aquí allá y se trasladaría; nada os sería imposible" (Mt 17,19). "Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?" (Lucas 18, 1). Jesús veía lo difícil que es mantener esa fe viva, esa confianza en Dios Padre que vela por nosotros, y por eso enseñó esta parábola, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse.

La oración pues, está en función de la fe. Orar para tener fe. Y tener fe para orar. Lo importante es la fe, que respira por la oración. Si la fe no respira, se muere. La crisis de la oración es consecuencia de la crisis de fe, y la falta de fe produce el decaimiento en la oración. Sin fe, a quién orar, para qué orar.

6. Si creemos en la humanidad y en la divinidad verdaderas de Jesús, que es nuestro Salvador, que nos introduce en la fe, en el conocimiento de Dios y de su adoración, hacemos nuestra oración confiada en su nombre, y es escuchada por su reverencia. Y lo primero que conseguirá la oración humilde y perseverante y tenaz, será nuestra conversión, y nuestra entrega al amor, a la bondad, a la paz y a la justicia.

Porque no dirigimos nuestra oración a un Dios tapagujeros, que alimenta la teoría de la alienación, sino a un Padre que nos transforma en hijos y que nos hace semejantes a Él en su compromiso con el mundo y con los hombres, y nos participa su misericordia, su amor y su justicia. La oración, al convertirnos, transforma el mundo de selvático en humano, y de humano lo hace divino.

Así se comienza la mejora del mundo por donde debe comenzar: por el cambio del corazón de la persona, que es lo que está más a nuestro alcance, pero es lo más difícil, porque cambiar de costumbres es morir. Y se prefiere más hacer planes y proyectos y pronunciar discursos y escribir libros, que cambiar de vida porque es más comprometedor. Si se comienza la casa por el tejado, nunca habrá casa.

La oración nos conduce al detalle de calzarnos unas zapatillas de paño, antes de pretender cubrir el planeta de moqueta. Lo que Santa Teresa diría: “hacer castillos en el aire”.

7. Cuando me pregunto quién vendrá a ayudarme en la tribulación, y en el combate para ser mejor, escucho al salmista: "Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?, el auxilio me viene del Señor, que es un guardián que no duerme ni reposa, y no permitirá que resbalen nuestros pies" (Salmo 120).


8. Después de haber sido enseñados por la sagrada Escritura, reprendidos, corregidos y educados por ella (2 Timoteo 3,14), como Palabra de Dios viva y eficaz, que juzga los deseos e intenciones del corazón (Hebreos 4,12), ofreceremos el santo Sacrificio de la muerte y resurrección de Jesús al Padre, y comeremos su cuerpo para su glorificación y nuestro provecho y de toda la santa Iglesia.

Por: P. Jesús Martí Ballester | Fuente: Catholic.net 


Octubre, mes del Rosario




PIDAMOS LA CONSAGRACIÓN DE RUSIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

¿QUÉ ES EL SANTO ROSARIO?

Hasta ahora se ha considerado como la mejor definición del Rosario, la que dio el Sumo Pontífice San Pío V en su "Bula" de 1569: "El Rosario o salterio de la Sma. Virgen, es un modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, que consiste en ir repitiendo el saludo que el ángel le dio a María; interponiendo un Padrenuestro entre cada diez Avemarías y tratando de ir meditando mientras tanto en la Vida de Nuestro Señor". El Rosario tradicional consta de 15 Padrenuestros y 150 Avemarías, en recuerdo de los 150 Salmos.

La palabra Rosario significa "Corona de Rosas". Nuestra Señora ha revelado a varias personas que cada vez que dicen el Ave María le están dando a Ella una hermosa rosa y que cada Rosario completo le hace una corona de rosas. La rosa es la reina de las flores, y así el Rosario es la rosa de todas las devociones, y por ello la más importante de todas.

El Rosario esta compuesto de dos elementos: oración mental y oración verbal.

En el Santo Rosario la oración mental no es otra cosa que la meditación sobre los principales misterios o hechos de la vida, muerte y gloria de Jesucristo y de su Santísima Madre. Estos quince misterios se han dividido en tres: Gozosos, Dolorosos y Gloriosos.

La oración verbal consiste en recitar quince decenas (Rosario completo) o cinco decenas del Ave María, cada decena encabezada por un Padre Nuestro, mientras meditamos sobre los misterios del Rosario. El tiempo aproximado de duración, en el segundo caso, es de dieciocho minutos.

La Santa Iglesia recibió el Rosario en su forma actual en el año 1214 de una manera milagrosa: cuando Nuestra Señora se apareciera a Santo Domingo y se lo entregara como un arma poderosa para la conversión de los herejes y otros pecadores de esos tiempos. Desde entonces su devoción se propagó rápidamente alrededor del mundo con increíbles y milagrosos resultados.

Entre las varias formas y modos de honrar a la Madre de Dios, optando por las que son mejores en sí mismas y más agradables a Ella, es el rezo del Santo Rosario la que ocupa el lugar preeminente. Vale la pena recordar que entre las variadas apariciones de la Santísima Virgen, siempre Ella ha insistido en el Rezo del Rosario. Es así como, por ejemplo, el 13 de Mayo de 1917 en un pueblo de Portugal llamado Cova de Iria, la Santísima Virgen insiste con vehemencia el rezo del Rosario a los tres pastorcitos, en una de sus muchas apariciones a estos tres videntes.

Siendo un sacramental, el Santo Rosario contiene los principales misterios de nuestra religión Católica, que nutre y sostiene la fe, eleva la mente hasta las verdades divinamente reveladas, nos invita a la conquista de la eterna patria, acrecienta la piedad de los fieles, promueve las virtudes y las robustece. El Rosario es alto en dignidad y eficacia, podría decirse que es la oración más fácil para los sencillos y humildes de corazón, es la oración más especial que dirigimos a nuestra Madre para que interceda por nosotros ante el trono de Dios.

El Santo Rosario prolonga la vida litúrgica de la Iglesia pero no la sustituye, al contrario enriquece y da vigor a la misma liturgia. Es por ello, que el Santo Rosario se enmarca como una plegaria dentro de la religiosidad popular que contiene un gran tesoro de volares que responde con sabiduría cristiana a los grandes interrogantes de la existencia.

El pueblo latinoamericano es profundamente Mariano, reconoce con una gran sabiduría popular católica, que llegamos a Jesús Salvador a través de María Santísima su Madre y desde los mismos tiempos del descubrimiento y de la conquista de América, se generó una gran devoción por la Virgen María; en Ella, nuestros pueblos siempre han mirado el rostro maternal de quien nos trajo la salvación y con la primera manifestación explícita de la Reina del Cielo en tierra americana, con rostro y figura de mujer mestiza, en México, se acrecentó aun mayor el amor y la devoción a ella en todos los países hispano parlantes, reconociéndola como nuestra propia Madre, llena de amor, de misericordia y de piedad para con sus hijos. Sentimiento que va en relación directa con el origen mismo de la Maternidad Divina: María es Madre de Dios Redentor es también verdaderamente la Madre de todos los miembros de Cristo, porque Ella colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia, los creyentes, miembros de aquella cabeza que es Cristo.

El paso del tiempo, las costumbres modernas, y la innovación de formas de oración, no pueden dejar a un lado el rezo del Santa Rosario. De hecho, los Santos Padres y los Santos han tenido una profunda devoción a este sacramental, nosotros como católicos y como amantes de la Reina del Cielo hemos de ser fervientes devotos del Rosario. Es digno de recordar que la familia que reza unida permanece unida. Que la recitación piadosa y consciente del Santo Rosario nos traiga la paz al alma y nos una más estrechamente a María para vivir auténticamente nuestro cristianismo.
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Recordamos que en todo el mundo se está promoviendo el rezo del rosario por la intención de que el Papa, finalmente, consagre Rusia al Inmaculado Corazón de María con todos los requerimientos pedidos por la Sma. Virgen en Fátima.
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Fuente: www.catolicidad.com