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Fiesta de la Sagrada Familia

Dios quiso nacer dentro de una familia y así ha santificado la familia humana.

  


La sagrada Familia

En la festividad de la Sagrada Familia, recordamos y celebramos que Dios quiso nacer dentro de una familia para que tuviera alguien que lo cuidara, lo protegiera, lo ayudara y lo aceptara como era.
Al nacer Jesús en una familia, el Hijo de Dios ha santificado la familia humana. Por eso nosotros veneramos a la Sagrada Familia como Familia de Santos.             
          
Oración

“Oremos hoy por todas las familias del mundo para que logren responder a su vocación tal y como respondió la Sagrada Familia de Nazaret.
Oremos especialmente por las familias que sufren, pasan por muchas dificultades o se ven amenazadas en su indisolubilidad y en el gran servicio al amor y a la vida para el que Dios las eligió” (Juan Pablo II)

“Oh Jesús, acoge con bondad a nuestra familia que ahora se entrega y consagra a Ti, protégela, guárdala e infunde en ella tu paz para poder llegar a gozar todos de la felicidad eterna.”

“Oh María, Madre amorosa de Jesús y Madre nuestra, te pedimos que intercedas por nosotros, para que nunca falte el amor, la comprensión y el perdón entre nosotros y obtengamos su gracia y bendiciones.”

“Oh San José, ayúdanos con nuestras oraciones en todas nuestras necesidades espirituales y temporales, a fin de que podamos agradar eternamente a Jesús. Amén.”

Por: Tere Vallés | Fuente: Catholic.net


Navidad es libertad y salvación




  
La Misa de Gallo está marcada por un estallido de alegría y júbilo por el acontecimiento cumbre de la Navidad que es la llegada de Dios Todopoderoso en la forma de un Niño: «Se despojó de su rango y tomó la forma de esclavo».

«Dios misericordioso, queriendo salvar a todos los hombres, si ellos no quieren convertirse en enemigos de sí mismos y no resisten a su misericordia, envió a su Hijo Unigénito».

Setecientos años antes, ya lo había descrito con dramatismo y realismo Isaías profeta. Más tarde Jesús en su primera visita a Nazaret lee del rollo la profecía de Isaías, y termina diciendo: «Este de quien habla el profeta soy yo».

Isaías describe con rápidas pinceladas las aportaciones positivas de la misión del Mesías. Al llegar a nosotros en la Navidad, dichas profecías comienzan a cumplirse en beneficio de toda la humanidad.

Destaquemos los dones que nos trae el Salvador para comprender así todo el significado glorioso para nosotros de la Navidad.

Trae a los pobres el mensaje de la Buena Nueva: ya que los considera como hijos del Padre, hermanos suyos, herederos con el mismo Jesús de los fabulosos tesoros eternos del Reino de los Cielos.

Con qué encanto cuenta San Lucas en su evangelio, que la primera invitación del Dios nacido fue dirigida a unos pobrísimos pastores, son pobres, pero su tesoro y su herencia se enriquecerán sin límites, con riquezas que no se corrompen ni se destruyen al correr del tiempo. Los pobres son fabulosos ricos en potencia, en una potencia que está en ellos que se haga realidad.

Nadie puede quedar indiferente, los pastores «fueron corriendo» a adorar al Niño. Los pobres pastores son los primeros beneficiados de la Navidad.
Jesús se abaja personalmente hasta la guarida de los pobres. En su primera predicación en Nazaret, manifestó que se refería a Él la profecía de Isaías que dice así: El Espíritu del Señor me envió a traer la Buena Nueva a los pobres.

Es ciertamente significativa esta revelación de Dios a los desheredados, olvidando expresamente a los soberbios y poderosos.

Dice San Bernardo:
«Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá. Fíjate en el detalle. No nace en Jerusalén, la ciudad de los reyes. Nace en Belén, diminuta entre las aldeas de Judá. Belén, eres insignificante, pero el Señor te ha engrandecido. Te enalteció el que, de grande que era, se hizo en ti pequeño. Alégrate Belén. Que en todos tus rincones resuene hoy el cántico del “Aleluya”. ¿Qué ciudad, oyéndote, no envidiará ese preciosísimo establo y la gloria de su pesebre? Tu nombre se ha hecho famoso en la redondez de la tierra y te llaman dichosa todas las generaciones. Por doquier te proclaman dichosa, ciudad de Dios. En todas partes se canta: El hombre ha nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado. En todo lugar, repito, se anuncia se proclama que Jesucristo, el Hijo de Dios, nace en Belén de Judá».

Pobres de todo el mundo, vuestro día de salvación es la Navidad y Jesús vuestro único liberador.

Segundo: el Mesías anuncia a los cautivos su libertad. Es la cautividad del mal, del pecado que ciega la visión de lo noble, que paraliza los miembros para toda buena acción, que inutiliza al hombre para aspiraciones elevadas, que porta al mortal a osar en el lodo de todos los vicios. Jesús les regala la gracia con la que podrán vencer sus inclinaciones perversas, someterse gustosamente a la Ley Divina y transformarse en auténticos hijos de Dios.

«Yo, Yahvé, te he llamado en justicia; te he tomado de la mano y te he guardado; y te he puesto para que seas alianza con (mi) pueblo, y luz de las naciones; para abrir los ojos de los ciegos, para sacar de la cárcel a los presos, y del calabozo a los que viven en tinieblas».

Tercero el Mesías a los ciegos les inyectará luz, verdad, ilusión, esperanza, de un futuro feliz, a estos ciegos espirituales les permitirá que vean la gloria de Dios, su amor, su perdón en la doctrina que les enseñará.

Cada uno de nosotros es ese ciego del Evangelio. Somos muchos los ciegos de nacimiento, y por lo tanto sin la capacidad de curar nuestra propia ceguera, nuestra fe es pobre, débil y corta. La primera condición entonces para el nacimiento de Jesús en el alma es reconocer que somos ciegos y dejar entrar plenamente a nuestra vida al Señor Jesús, que es «la luz del mundo».

Cuarto: a los oprimidos por Satanás el auténtico enemigo del hombre, les liberará de sus cadenas, les arrancará de sus garras, les dará oportunidad de poder elegir libremente la libertad de los hijos de Dios.

Dios quiere «arrancarnos del dominio de las tinieblas», para que vivamos en la Luz de Cristo, iluminados por su Palabra Salvadora y ante todo por su Presencia.
Y, quinto: proclamará el año de la gracia del Señor que ha comenzado, la etapa de la salvación, de la amistad íntima con Dios, de la posibilidad de recibir una generosa transfusión de la sangre misma de Dios en los sacramentos y mediante la plegaria.

Por eso la Navidad sin confesión sacramental y sin comunión eucarística no es verdadera Navidad, es no haber vivido la intensidad del Adviento que nos va preparando para el nacimiento de Jesús el Salvador en nuestros corazones.

Cuántos cristianos siguen en una práctica de pecado, en una permanencia en estado de pecado, como si se tratara de algo baladí, y no una situación de emergencia que atañe a Cielo y tierra.

Cuando uno lee con atención las Sagradas Escrituras halla estos cuatro argumentos para comprender la importancia del pecado:
  1. Un pecado de rebelión convirtió de ángeles brillantes en demonios horrendos a quienes se rebelaron contra Dios en el Paraíso.
  2. Un pecado arrojó a nuestros primeros padres del Paraíso terrenal, condenándolos a ellos y a todos sus descendientes al dolor y a la muerte corporal y a la posibilidad de condenarse eternamente.
  3. Un pecado y los subsiguientes pecados de los hombres exigieron la muerte en la Cruz del Hijo amado de Dios para redimir al hombre culpable.
  4. Un pecado mantendrá por toda la eternidad los terribles tormentos del infierno en castigo del pecador obstinado.
Estas cuatro son las más trágicas consecuencias del pecado, pero existen también otras consecuencias interiores no menos temibles, como la pérdida incomparable de la presencia y de la acción de la Santísima Trinidad en el alma que se convierte en morada de Satanás.

Sí, la Navidad es la iniciación de este poema increíble, demasiado hermoso, pero que se verifica por medio del Mesías, ya comenzando en Belén, en Navidad, ese poema que culminará en la Cruz del Calvario, y de la que emanará la Sangre de Cristo que purifica que fortalece, que anima, que impulsa a la felicidad del Reino, ese poema, cuyo final será la Resurrección, la Ascensión al Reino del Padre, y el disfrute pleno de la eterna felicidad.

La palabra Navidad ha de ser mágica para nosotros en el sentido de que sólo el hecho de escucharla, nos recuerda que Dios está a la puerta de mi vida, en el umbral de mi alma, en el vestíbulo de mi corazón. Lo que vivió la historia hace veinte centurias en la aldea de Belén, en la Navidad, está a punto de realizarse de nuevo en el recinto interno de nuestro propio ser.

Navidad es palabra, es promesa, es presencia de lo invisible, es intimidad de Dios que se acerca a quien quiera recibirle, ya no en la pobre gruta de Belén sino en la pobre gruta de mi alma, pero sobre todo Navidad es libertad y salvación.

Por: Germán Mazuelo-Leytón / www.adelantelafe.com

Anunciad a todos los pueblos: Dios viene, nuestro Salvador.


Despierta! ¡Recuerda que Dios viene! ¡No vino ayer, no vendrá mañana, sino hoy, ahora!
  
La liturgia invita a la Iglesia a renovar su anuncio a todos los pueblos y lo resume en dos palabras: Dios viene. Esta expresión tan sintética contiene una fuerza de sugestión siempre nueva.

Detengámonos un momento a reflexionar: no usa el pasado--Dios ha venido-- ni el futuro, --Dios vendrá--, sino el presente: Dios viene. Si prestamos atención, se trata de un presente continuo, es decir, de una acción que siempre tiene lugar: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá una vez más. En cualquier momento, «Dios viene».

El verbo «venir» se presenta como un verbo «teológico», incluso «teologal», porque dice algo que tiene que ver con la naturaleza misma de Dios. Anunciar que «Dios viene» significa, por lo tanto, anunciar simplemente al mismo Dios, a través de uno de sus rasgos esenciales y significativos: es el Dios-que-viene.

El Adviento invita a los creyentes a tomar conciencia de esta verdad y a actuar coherentemente. Resuena como un llamamiento provechoso que tiene lugar con el pasar de los días, de las semanas, de los meses: ¡Despierta! ¡Recuerda que Dios viene! ¡No vino ayer, no vendrá mañana, sino hoy, ahora! El único verdadero Dios, el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob» no es un Dios que está en el cielo, desinteresándose de nosotros y de nuestra historia, sino que es el Dios-que-viene.

Es un Padre que no deja nunca de pensar en nosotros, respetando totalmente nuestra libertad: desea encontrarnos, visitarnos, quiere venir, vivir en medio de nosotros, permanecer en nosotros. Este «venir» se debe a su voluntad de liberarnos del mal y de la muerte, de todo aquello que impide nuestra verdadera felicidad, Dios viene a salvarnos.

Vivamos pues este nuevo Adviento --tiempo que nos regala el Señor del tiempo--, despertando en nuestros corazones la espera del Dios-que-viene y la esperanza de que su nombre sea santificado, de que venga su reino de justicia y de paz, y que se haga su voluntad así en el cielo como en la tierra.

Dejémonos guiar en esta espera por la Virgen María, madre del Dios-que-viene, Madre de la Esperanza, a quien celebraremos dentro de unos días como Inmaculada: que nos conceda la gracia de ser santos e inmaculados en el amor cuando tenga lugar la venida de nuestro Señor Jesucristo, a quien, con el Padre y el Espíritu Santo, se alabe y glorifique por los siglos de los siglos. Amén.


Por: Benedicto XVI/Fuente: Catholic.net




La Navidad, su verdadero significado


En estos días nuestro mundo está sumergido en una vorágine mercantilista que poco tiene de cristiano, recordemos el verdadero significado de la Navidad y preparemos nuestros corazonez como un pesebre adecuado para que Nuestro Señor repose en él.

1.- LA FIESTA DE LA NAVIDAD: 

La fiesta de Navidad fue instituida por la Iglesia en el siglo IV y es originaria de la Iglesia latina y mas propiamente de la Sede Apostólica de Roma.

Por falta de documentos exactos sobre el nacimiento de nuestro Señor, no existe una certeza absoluta acerca del año, que algunos escritores sagrados y profanos señalan entre el 747 y 749 de la fundación de Roma (del 7 al 5 A.C.), y del día, que han hecho oscilar entre el 25 de marzo y el 17 de diciembre.

Hay pruebas del este griego y del oeste latino donde los cristianos intentaban averiguar la fecha del nacimiento de Cristo mucho antes de que lo empezaran a celebrar de una forma litúrgica, incluso en los siglos II y III. De hecho, las pruebas indican que la atribución a la fecha de 25 de diciembre fue una consecuencia de los intentos por determinar cuándo se debía celebrar su muerte y resurrección.

2.- EL 25 DE DICIEMBRE Y LA NAVIDAD: 

La Navidad se celebra el 25 de diciembre, (visitar el enlace del párrafo anterior para más información sobre el tema). Navidad no es el 24 de diciembre, es TODO el 25 de diciembre. Eso sí: Navidad NO ES LA CELEBRACION DE UNA FECHA, SINO DE UN HECHO, el nacimiento del Salvador, evento absolutamente decisivo en la historia de la salvación. Es entonces una conmemoración del significado de ese hecho. Se lee en las profecías:
Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; le ponen en el hombro el distintivo del rey y proclaman su nombre: "Consejero admirable, Dios fuerte, Padre que no muere, príncipe de la Paz." (Is 9, 5)
Ese hecho fue de tal magnitud que todo el cielo lo celebró:
De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: "Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia". (Lc 2, 13-14)
Nosotros, los beneficiados con este hecho, tenemos no solamente motivos sino una verdadera obligación de celebrarlo.

Como lo importante es el significado, todo lo anterior se resume en que debemos ser conscientes de que hubo un día en el que Dios encarnado llegó a nuestras vidas, las cuales deben estar listas para fructificar bajo su luz ("Yo soy la luz del mundo" dijo Jesús en Jn 8, 12), de aquí que la temporada de adviento sea de penitencia y reflexión (ese es el sentido del color morado en los trajes de los sacerdotes en las misas, el mismo color de la cuaresma). Como dijo el Santo Padre Juan Pablo II:
"Jesús nace para la humanidad que busca libertad y paz; nace para todo hombre oprimido por el pecado, necesitado de salvación y sediento de esperanza."

3.- LA NAVIDAD CRISTIANA Y LA NAVIDAD CONSUMISTA:

Navidad es una fiesta que está bajo un ataque tremendo en estos últimos tiempos. Santa Claus ha tomado el lugar de Jesús-niño y el mall o el centro comercial ha tomado el lugar del templo. Que triste que el Domingo antes de Navidad los estacionamientos de las Iglesias estén vacíos y en los centros comerciales sea una hazaña encontrar un lugar donde estacionar el automovil. Dice la Palabra de Dios:"Donde está tu tesoro, allí esta tu corazón" (Mat.6:21) ¿Dónde está tu corazón? ¿En un centro comercial?…. ¿Cuando llegue la tribulación a tu vida, a donde vas a ir a buscar consuelo y paz? ¿Al centro comercial?

Navidad es una fiesta de cumpleaños donde se le compran regalos a todos menos al niño que se festeja. Donde se hace una fiesta y no se invita al homenajeado, donde hoy -tristemente- se trata de que no se mencione el nombre del niño que nació, su nombre es Jesús.

El Apóstol Pablo, un hombre que un día fue su enemigo y que se rindió a El, dice que: frente a ese nombre se doblará toda rodilla en el cielo, en la tierra, y hasta en el infierno y a este "nombre sobre todo nombre" lo queremos borrar de nuestras vidas.

Para más confusión y desconsuelo en los últimos años, hemos visto surgir ciertos lideres de distintas denominaciones cristianas que se han sumado a la campaña de enemigos de la Navidad. Ellos, desde estaciones radiales gritan: ¡Es una fiesta pagana!, y basan su "guerra santa" contra la celebración del nacimiento de Jesús, en la creencia de que en la antigua Roma ese día la fiesta del "sol invicto"... al diablo no le faltan "casualidades". Otros estudiosos de la Palabra de Dios reclaman que Jesús no nació en esta fecha y proponen como solución al tema el olvidarse de esta fiesta. Pobres predicadores que quieren privar al cristianismo de lo más hermoso de Aquel que le dio vida, la sensibilidad.

Para los que unen sus fuerzas con el enemigo aclaremos algunos puntos:

Los cristianos no celebramos fechas, celebramos hechos. Nosotros nos alegramos y celebramos el hecho de Aquel que no cabe en el universo quiso nacer de una virgen en este pequeño planeta del inmenso universo para reconciliar al hombre con su Creador.

Como todo hecho neotestamentario, la Navidad tiene precedencia bíblica. Inclusive, el día 25 de Diciembre ya era celebrado en el antiguo pacto.

En 1 Macabeos 4, 52-53 leemos:
"52 El día veinticinco del noveno mes, llamado Quisleu, del año ciento cuarenta y ocho, se levantaron al despuntar el alba y ofrecieron un sacrificio conforme a la Ley, sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían erigido"
Obviamente los no católicos no incluyen este libro en su canon, no lo consideran libro de inspiración divina, pero no pueden negar su valor histórico.

Judas Macabeo y sus hermanos ordenaron a los sacerdotes que purificaran el santuario y echaran fuera el altar profanado. En su lugar se edificó un nuevo altar y en la madrugada del 25 de Quisleu, correspondiente a nuestro mes de diciembre, fue consagrado. La fachada del templo fue adornada, se encendieron luces y fue grande la alegría en el pueblo.

También en la madrugada del 25 de quisleu, los cristianos celebramos el nacimiento de Jesús. Así como el altar profanado fue echado fuera y se construyó un altar nuevo, así también el sacrificio antiguo y una ley profanada por preceptos humanos fueron anulados con el nacimiento del Mesías y un nuevo altar con un sacrificio perfecto fue instaurado para regocijo y salvación de toda la humanidad.

Este es el verdadero sentido de la Navidad, cuyo centro es Jesús y no un evento comercial o una fiesta pagana. Rescatemos la Navidad para Cristo y cantemos con los ángeles de Belén: "Gloria a Dios en las alturas y Paz en la tierra a los hombres que confían en Él."

¿Hemos de limitarnos a llenarnos de signos exteriores, como hermosos adornos, guirnaldas y enormes árboles de navidad?, ¿hemos de limitarnos a servir opulentas cenas y entregar costosos regalos?, ¿hemos de limitarnos a arreglarnos y vestirnos lo mejor que podamos?, todo eso tan sólo son adornos para el exterior.

Recordemos lo que el Señor Jesús nos dijo:

"Cuiden de ustedes mismos, no sea que la vida depravada, las borracheras o las preocupaciones de este mundo los vuelvan interiormente torpes y ese día caiga sobre ustedes de improviso..." Lucas 21, 34

"¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes son como sepulcros bien pintados, que se ven maravillosos, pero que por dentro están llenos de huesos y de toda clase de podredumbre. Ustedes también aparentan como que fueran personas muy correctas, pero en su interior están llenos de falsedad y de maldad. " (Mt 23, 27-28)

"El Señor le dijo: "Así son ustedes, los fariseos. Ustedes limpian por fuera las copas y platos, pero el interior de ustedes está lleno de rapiñas y perversidades. ¡Insensatos! " (Lc 11, 39-40)

La dureza de la expresión es significativa, porque el que se concentra tan sólo en lo exterior, está irrespetando a Dios, siendo que lo sensato es preparar nuestro corazón para que el Señor venga, hacer renovación de nuestro interior, renovación que no es posible sin el Señor. Por eso pide el salmista:
"Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un firme espíritu." (Sal 51, 12)

Y es que el Señor no rechaza el corazón que se convierte honestamente:
"Mi espíritu quebrantado a Dios ofreceré, pues no desdeñas a un corazón contrito." (Sal 51, 19)
En fin, que esta temporada de Adviento camino de la Navidad, y la Navidad misma, sean ocasión especial para que el Señor nos regale un corazón sensato:
"Enséñanos lo que valen nuestros días, para que adquiramos un corazón sensato." (Sal 90, 12)

"Les daré un corazón nuevo y pondré en su interior un espíritu nuevo. Quitaré de su carne su corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Así caminarán según mis mandamientos, observarán mis leyes y las pondrán en práctica; entonces serán mi pueblo y yo seré su Dios." (Ez 11, 19-20)
Así es que tiene sentido la Navidad. Así es que tienen sentido los adornos y las celebraciones, pero en la sencillez que gusta al Señor que es la que conviene a nuestra naturaleza y todo como testigos de una realidad eterna y no pasajera.

Que esta Navidad sea otra ocasión para el nacimiento de Jesús pero en nuestro corazón, lo que supone que nazcamos a la nueva vida como El mismo nos lo enseñó:
"En verdad te digo que nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo desde arriba". Nicodemo le dijo: "¿Cómo renacerá el hombre ya viejo? ¿Quién volverá al vientre de su madre para nacer otra vez?" Jesús le contestó: "En verdad te digo: El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu". (Jn 3, 4-6)


Fuente: apologeticauniversal.blogspot.com/