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Nada sin amor

Que la proximidad del nacimiento de Cristo nos ayude a reflexionar y transformar nuestra vida. 
 
Estamos en la época de los buenos deseos, si bien es cierto que desde hace dos años todo ha cambiado y se nos recomienda que no demos abrazos ni besos, lo cual resulta bastante complicado para muchos de nosotros que estábamos acostumbrados a esas muestras de cariño, no es impedimento para hacer sentir a los demás nuestro afecto. Y con esto me refiero a que hay muchas maneras de hacer que los demás se sientan queridos y apreciados, aún sin dinero o cosas de por medio, porque creemos que regalar algo siempre será sinónimo de cariño, lo cual no es precisamente cierto.
 
Hace unos años hubo una campaña en México de una dependencia de gobierno conocida en aquel tiempo como instituto nacional del consumidor, hoy Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), que popularizó un anuncio en el que se escuchaba insistentemente a la locutora repetir: “regale afecto, no lo compre”, que tenía como objetivo exhortar a la gente a preferir obsequiar algo hecho por uno mismo, o bien, optar por la compañía de la familia o amigos, en lugar de gastar altas sumas de dinero que solamente dejarían en problemas a quienes se quisieran esmerar en regalar objetos costosos a sus seres queridos.
 
Hoy eso es algo que ha quedado en el pasado, se tiene la idea de que es tiempo de aprovechar todas las ofertas y las “oportunidades” de endrogarnos a “meses sin intereses”, con tal de estar a la moda y no perderse el placer de comprar por comprar, y más ahora que las tiendas son virtuales y ya no hay que perder tiempo o molestarse yendo a algún centro comercial para escoger el regalo, sencillamente deslizamos el dedo sobre la pantalla del celular y con algunos movimientos tendremos la mercancía en camino para recibirla por paquetería. Ventajas de la modernidad. 
 
Pero, ¿realmente comprar para regalar es sinónimo de amor? Ciertamente, no. Para demostrar amor hay que hacer mucho más. Y no tiene nada que ver con dinero. En noviembre tuve la oportunidad de asistir a un retiro dirigido por Marino Restrepo. Para quien no sepa de quién se trata, rápidamente comento que en su momento fue un exitoso productor y músico que trabajó muchos años en Hollywood, el cual tuvo una experiencia mística después de haber sido secuestrado por la guerrilla colombiana. Desde entonces se dedica a predicar, compartiendo su experiencia y tocando diversos temas que acercan a la gente a la fe católica. En uno de ellos escuché algo que me quedó muy grabado, y es que debemos hacer todas nuestras acciones con amor, porque si algo falta en el mundo y es de lo que está lleno el purgatorio, es de gente que vivió sin dar amor. 
 
Entendamos que amor, en este sentido, es equivalente a la palabra “caridad”, la que se refiere a hacer el bien a todos, sin excepciones. Eso es lo que el Señor Jesús dijo en el Evangelio: ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo (Mateo 22 37- 39). Y precisamente ese es el meollo del asunto: amar al otro como a uno mismo. Por supuesto, nuestro Señor no iba a pedir imposibles, ¿cómo se puede amar a aquél que nos ha causado un mal? La respuesta no es sencilla, pero la caridad es la clave: se ama rezando por ese que nos ha dañado y si lo requiere, se le hace el bien. Es decir, se ama con obras y con la ayuda de Dios. 
 
Por eso me parece muy cuerdo lo que Restrepo dijo con referencia a que los huecos que existen en la vida de las personas que se encuentran purgando sus penas luego de morir, son los que han dejado las faltas de amor. 
 
Y no es sencillo, pero el amor es lo único que perdurará luego de la muerte: la fe y la esperanza desaparecerán, dejando lugar a la certeza, gracias al encuentro con Dios, y más aún, el amor es lo único que nos defenderá del juicio, amor transformado en obras en favor de nuestros semejantes, porque nada de lo que hagamos en esta vida será olvidado por Dios, por muy pequeña que parezca la obra. 
 
Por eso, cada mañana, al despertar y después de agradecer a Dios por un día más de vida, hay que pedirle la gracia de que, durante el día, no hagamos nada si no es con amor. Y como ya lo he dicho, no amor sensiblero, como aquel que nos venden en las películas y programas de televisión, sino uno firme y valiente, como el que Cristo manifestó en la cruz cuando expresó esta oración: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. 
 
Que la proximidad del nacimiento de Cristo nos ayude a reflexionar y transformar nuestra vida, pidiendo al Señor por todos los que amamos y nos hacen el bien, pero, sobre todo, por todos aquellos que nos cuesta aceptar y perdonar. 
 
¡Que tengan una muy feliz Navidad!
 
Por: Mónica Muñoz | Fuente: Catholic.net

Acto de consagración a San Miguel Arcángel en su celebración

 

 ¡Oh, gran príncipe de los cielos, fiel defensor de la Iglesia, San Miguel Arcángel, yo, aunque indigno de comparecer ante ti, pero confiando en tu bondad, vengo ante ti, en compañía de mi Ángel de la guarda y en presencia de todos los Ángeles del cielo, a quienes tomo por testigos de mi devoción hacia ti, te elijo hoy como mi protector y abogado particular y tengo la intención de honrarla firmemente como pueda. San Miguel Arcángel, yo me consagro a ti. Me pongo a mí mismo, a mi familia y a todo lo que me pertenece, bajo tu poderosa protección. 

San Miguel Arcángel, yo te consagro mi cuerpo y alma. Te elijo como mi patrón y protector. Sé mi fuerza y el guardián de mi vida. 

  Acrecienta el fervor en mi corazón. Obtén para mi gracia de amar con todo mi corazón a Dios mi Padre, a Jesús, mi Salvador; al Espíritu Santo, mi Santificador, y a María, mi dulce Madre. Que me ayude por su poderosa intercesión para que pueda imitar su valor y lealtad a Dios, confiando en su amable ayuda y protección, que puede ser la victoria sobre los enemigos de mi alma y estar unidos con Dios en el cielo para siempre. 

  Asísteme a lo largo de mi vida para nunca ofender a Dios ni de palabra, ni en los pensamientos. Defiéndeme contra todas las tentaciones del diablo, especialmente en relación con la fe y la pureza, y en la hora de la muerte inculca la paz a mi alma e introducela en la patria eterna. 

  Es pequeña la ofrenda de mi esclavitud, ya que soy un miserable pecador, pero la hago con un fiel corazón, y recuerda que si a partir de hoy me encuentro bajo tu patrocinio, ayúdame en toda mi vida para que mis pecados sean perdonados, infunde en mí el don de amar de corazón a Dios, y dame las subvenciones que se necesitan para alcanzar la corona de gloria. 

  Siempre defiéndeme de los enemigos de mi alma, sobre todo al final de mi vida. Ven, pues, príncipe glorioso, y ayúdame a mí en la última pelea, y con tu poderosa protección líbrame de los ataques del infierno. ¡Que así sea!

 Fuente: www.catolicidad.com


Dios te llama personalmente

 

"Te llama por tu nombre, seas quien seas, Dios se fija en ti a titulo individual. Te llama por tu nombre.  

Te ve y te comprende tal como te hizo. Sabe lo que hay en ti, conoce todos los pensamientos y sentimientos que te son propios, todas tus disposiciones y gustos, tu fuerza y tu debilidad.  

Te ve en tus días alegres y también en los de tristeza. Se solidariza con tus esperanzas y tus tentaciones. Se interesa por todas tus ansiedades y recuerdos, por todos los altibajos de tu espíritu.  

Ha contado los cabellos de tu cabeza y ha medido tu estatura. Te rodea con sus cuidados y te lleva en sus brazos, te alza y te deposita en el suelo.  

Ve tu auténtico semblante ya esté sonriendo o cubierto de lágrimas, sano o enfermo. Vigila con ternura tus manos y tus pies, oye tu voz, el latido de tu corazón y hasta tu respiración.  

Tú no te amas a ti mismo más de lo que Él te ama". 

John Henry Cardenal Newman
 
Fuente: www.catolicidad.com

Ser sacerdote: "Don y misterio". Don recibido, don compartido.

 

El sacerdote vive, en la Iglesia, una misión propia, que nace del corazón de la misión de Cristo: santificar, enseñar, acompañar a sus hermanos en la fe.

Todo ello puede llevarlo a cabo en tareas y lugares diferentes. Hay sacerdotes que sirven en parroquias, otros en hospitales, otros en colegios y universidades, otros en cárceles, otros en monasterios o congregaciones religiosas.

Otros sacerdotes han llegado a la vejez, o sufren por enfermedades que les limitan, pero no por ello dejan de ser sacerdotes: pueden orar, pueden celebrar la Eucaristía, pueden dar consejos.

En un escrito anónimo, quizá del siglo XVII, se enumeraba una amplia lista de tareas desarrolladas por los sacerdotes, que iban desde el coro, el huerto, la asistencia a los huéspedes, hasta los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia.

Pero el autor anónimo añadía una reflexión importante: “No olvides, sin embargo, que el sacerdote conserva su misión propia más en aquello que es y no en aquello que hace; más en lo que Dios ha hecho en él, que no en aquello que él hace por Dios” (Maestro di San Bartolo, Abbi a cuore il Signore, Edizioni San Paolo, Milano 2020, p. 242).

El sacerdote, por lo tanto, se explica desde Dios y para Dios. Lo importante no es lo que pueda hacer, con mayor o menor competencia, sino lo que Dios hace en su corazón y a través de su entrega de cada día, sea cual sea la tarea que realice.

De modo especial, el sacerdote se explica y se comprende en tanto en cuanto “ocupa el lugar de Cristo”, con el que se identifica al imitar el sacrificio del Maestro a favor de la santificación de los hombres (cf. Concilio Vaticano II, Presbyterorum ordinis, n. 13).

Es una tarea enorme, que solo puede ser asumida desde la confianza en Dios, y con una actitud semejante a la Cristo: con la disponibilidad completa en las manos del Padre, y con un amor pastoral hacia las ovejas.

Ser sacerdote es, en definitiva, según el título de un hermoso libro de san Juan Pablo II, “Don y misterio”. Don recibido, don compartido. Misterio que surge desde el corazón de Dios, que llama a algunos para que sean administradores de los misterios de la salvación (cf. 1Co 4,1; Rm 1,16).

Por: P. Fernando Pascual, LC | Fuente: Catholic.net 

Las 12 promesas del Sagrado Corazón de Jesús

 

Jesús promete derramar abundantes bendiciones y con una generosidad verdadera a quien honre a Su Divino Corazón.

Santa María Margarita de Alacoque, en sus escritos, insiste una y otra vez en el deseo ardiente que tiene Jesús en derramar bendiciones con una generosidad verdadera a quien honre a Su Divino Corazón

Estas promesas están dirigidas a todo tipo de personas: a las fervorosas, a las tibias y sobre todo a los pecadores. Abraza a todas las condiciones de vida: sacerdotes, religiosos y seglares. Prometen alivio a los afligidos, resistencia a la tentación, consuelo a los afligidos, paz a las familias, bendiciones en el hogar, el éxito en nuestras empresas, la misericordia al pecador, alta santidad a las almas fervorosas, valor para los corazones fríos. También prometen gran poder a los sacerdotes y consagrados para ablandar los corazones más endurecidos. Prometen fuerza y valor en nuestro lecho de muerte, y nos hablan del don inestimable de la perseverancia final y de un refugio en el Corazón de Jesús en el último momento de vida.

En las palabras brillantes de Santa Margarita María las promesas encierran el misterio del amor de Dios:

"Jesús me mostró cómo esta devoción es, por así decirlo, el esfuerzo final de su amor, el último invento de su caridad ilimitada"

A continuación, explicaremos una por una el significado de las 12 promesas que nuestro Señor dejó a los devotos de su Sagrado Corazón

1.- "Daré a las almas devotas, todas las gracias necesarias para su estado de vida".

Los deberes de nuestra vida diaria son numerosas y a menudo bastante difíciles. Dios nos concede, en respuesta a la oracióny la recepción frecuente de los sacramentos, todas las gracias necesarias para nuestro estado de vida. Hay también gracias extraordinarias que se encuentran fuera de la acción normal de la Providencia de Dios, gracias que Él da a sus amigos especiales. Estas son las gracias más eficaces, las más abundantemente dadas a los devotos del Sagrado Corazón.

2.- "Voy a establecer la paz en sus hogares".

"La paz es la tranquilidad del orden, la serenidad de la mente, con sencillez de corazón, es el vínculo de la caridad". (San Agustín) Fue la primera cosa que los ángeles desearon a los hombres en el nacimiento de Jesús. Nuestro Señor mismo ordenó a sus discípulos que dieran la paz: "En cualquier casa donde entréis, decid primero: ¡Paz a esta casa" (Lucas 10,5)

En el Corazón de Jesús se encuentra la verdadera paz, que hace que la casa sea su reflejo y el anticipo de nuestro hogar celestial

3.- "Voy a consolarlos en todas sus aflicciones"

El deseo de consolar a los tristes es la marca de un corazón noble y amable. El Sagrado Corazón es el más noble y generoso de los corazones, tanto humano como divino. ¿Cómo nos consuela? No necesariamente liberándonos de la tristeza y aflicción. Él conoce, el valor inmensurable de la cruz y por medio de ella, tenemos que expiar nuestros pecados. Por su gracia, Él hace lo que lo doloroso sea tolerable.

"Yo siempre les hablo con toda franqueza y tengo sobrados motivos para gloriarme de ustedes. Esto me llena de consuelo y me da una inmensa alegría en medio de todas las tribulaciones" (2 Cor. 7,4)

4.- "Voy a ser su refugio seguro en la vida, y sobre todo en la hora de la muerte".

"Uno de los soldados abrió el costado de Jesús con una lanza, y al instante salió sangre y agua." (Juan 19,34)

El costado de Cristo se abrió para demostrar que la Divina Providencia quiso que todos los hombres encontrasen en su Corazón Divino un refugio seguro contra los enemigos de nuestra salvación. En su Corazón podemos encontrar protección, fuerza en nuestra fragilidad, la perseverancia en nuestra inconstancia, refugio seguro en los peligros, fatigas de la vida y en la hora de la muerte.

5.- "Voy a conceder abundantes bendiciones sobre todo a sus empresas temporales y espirituales".

Dios es amor. Él está dispuesto a dar a sus hijos abundantes bendiciones temporales, siempre que no pongan en peligro nuestros intereses eternos. Su especial Providencia protege y vela por los devotos al Sagrado Corazón con gran amor y ternura. Sin embargo, no debemos desanimarnos si nuestras oraciones, pidiendo favores temporales, no son contestadas siempre, porque Dios siempre pone nuestro bien eterno antes de nuestro bien temporal.

6.- "Los pecadores encontrarán en Mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia"

La redención es el drama inmortal de la misericordia de Dios; y nuestro Divino Redentor es, por así decirlo, la Misericordia de Dios Encarnado. "…porque en Él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia" (Sal. 129,7)

En la tierra, el Corazón de Jesús estaba lleno de misericordia hacia todos. Ahora en su humanidad glorificada en el cielo, Jesús sigue mostrando Su misericordia sin límites, "viviendo siempre para interceder por nosotros." (Heb. 7,25)

7.- "Las almas tibias se harán fervorosas"

La tibieza es un estado moribundo y lánguido del alma que ha perdido su interés en la religión. El Espíritu Santo expresa disgusto profundo para un alma así:

"Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca." (Ap 3,15-16)

El único remedio para la tibieza es la devoción al Sagrado Corazón, que vino "a traer fuego sobre la tierra", es decir, para inspirar a los corazones fríos y tibios con un nuevo temor y el amor de Dios.

8.- "Las almas fervorosas alcanzarán mayor perfección".

La mayor perfección es la recompensa que Jesús otorga a los devotos fervientes de su Divino Corazón; esta devoción tiene, como su fruto especial, transformarnos en gran semejanza a Nuestro Señor. Esto enciende en nuestros corazones el fuego del amor divino, que, como dice San Pablo: "es el vínculo de la perfección." (Col 3,14)

A través de la devoción al amor del Sagrado Corazón, se dará paso a un celo ardiente por igualar nuestros intereses a los de Jesús

9.- "Bendeciré a cada lugar en el que se exponga y se venere una imagen de mi sagrado corazón".

Las imágenes religiosas son una poderosa y atractiva fuente de inspiración. El Sagrado Corazón es un libro abierto en el que podemos leer el infinito amor de Jesús hacia nosotros en su pasión y muerte. Nos muestra su Corazón, cortado y abierto por la lanza, todo resplandeciente como un horno ardiente de amor, cuyas llamas aparecerán brotando desde la parte superior. Está rodeado de espinas, el angustiante golpe de amor ignorado. Quizás esto siempre nos impulse a los actos de amor y de generosidad.

10.- "Daré a los sacerdotes y a todos aquellos que se ocupan de la salvación de las almas, el don de tocar los corazones más endurecidos".

La conversión de un pecador ocurre a veces por gracias extraordinarias. Dios nunca va a forzar a la libre voluntad de un ser humano. Pero Él puede otorgar gracias con las cuales impulsa al pecador a vencer la actitud rebelde que tienen las almas pecadoras más obstinadas. Esto, entonces, es lo que ocurre en el caso de los sacerdotes que están animados con gran devoción al Sagrado Corazón.

11.- "Los que propaguen esta devoción tendrán sus nombres escritos en Mi Corazón, y nunca serán borrados".

Esta promesa otorga a los promotores de la devoción al Sagrado Corazón una recompensa maravillosa: "tendrán sus nombres escritos en mi Corazón". Estas palabras implican una amistad fuerte y fiel de Cristo mismo, y nos presenta el "Libro de la Vida" de San Juan: "No voy a borrar su nombre del libro de la vida." (Ap 3,5)

12.- "A los que comulguen el primer viernes de cada mes, durante nueve meses consecutivos, le concederé la gracia de la perseverancia final".

Esta promesa contiene una gran recompensa, que es nada más y nada menos que el cielo eterno. "La perseverancia final es un don gratuito de la bondad de Dios, y no puede ser merecido como un derecho adquirido por cualquier acto individual que hagamos" (Concilio de Trento) Se da como la recompensa por una serie de actos continuos hasta el final: "El que persevere hasta el final se salvará" (Mat. 10,22).

Por: Rev. Irenaeus Schoenherr, O.F.M. | Fuente: PildorasDeFe.net // Catholicharboroffaithandmorals.com