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El Padrenuestro explicado

 

P. Decid el Padrenuestro. 
R. Padre nuestro, etc. 
P. ¿Quién ordenó la oración del Padrenuestro? 
R. El mismo Cristo a petición de los Apóstoles. 
P. ¿Para qué la ordenó? 
R. Para enseñarnos a orar. 
P. ¿Qué cosa es orar? 
R. Levantar el alma a Dios y pedirle mercedes. 
P. ¿Por qué nos enseña el Señor a llamarle Padre? 
R. Porque le pidamos con afecto de hijos. 
P. ¿Cómo lo somos? 
R. Por el ser que de Él hubimos de naturaleza y gracia. 
P. ¿Por qué decimos nuestro? 
R. Porque como buenos hermanos, pidamos todos para todos. 
P. ¿Cuándo decís Padre nuestro con quién habláis? 
R. Con Dios nuestro Padre. 
P. ¿Dónde está Dios nuestro Padre? 
R. En todo lugar, por esencia, presencia y potencia. Es necesario advertir la presencia de Dios, cómo nos mira en todo lugar y tiempo, y el recato y modestia con que debemos estar delante de Él. 
P. ¿Pues por qué decís, que está en los cielos? 
R. Porque en ellos se manifiesta más particularmente. 
P. ¿Qué peticiones contiene el Padrenuestro? 
R. Siete, dispuestas con muy grande orden. 
P. ¿Con qué orden? 
R. Las tres primeras pertenecen al honor de Dios, y las otras cuanto al provecho del prójimo y nuestro. 
P. ¿Qué pedimos en ellas? 
R. Abundancia de todos los bienes, y remedio de todos los males. 
P. ¿Qué pedís diciendo: Santificado sea tu nombre? 
R. Que sea tenido en reverencia, y alabado. 
P. ¿Qué pedís diciendo: Venga a nos el tu reino? 
R. Que reine en nosotros por gracia y después nos dé la gloria. 
P. ¿Qué pedís diciendo: hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo? 
R. Que la hagan los hombres entera y prontamente, como los Ángeles. 
P. ¿Qué pedís diciendo: EI pan nuestro de cada día dánosle hoy? 
R. Todo lo que es sustento necesario de cuerpo y alma. 
P. ¿Por qué le pedís para hoy limitadamente? 
R. Por quedar necesitados a pedir lo mismo para mañana. 
P. ¿Qué pedís diciendo: Perdónanos nuestras deudas? 
R. Perdón de culpas y penas, debidas por ellas. 
P. ¿Por qué añadís: Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores? 
R. Porque no perdonará Dios al que a otro no perdona. 
P. ¿Qué pedís, diciendo: No nos dejes caer en la tentación? 
R. Que no nos permita darle consentimiento (a las tentaciones). 
P. ¿De cuál mal pedís que os libre, diciendo: Mas líbranos de mal? 
R. Del demonio y del infierno, y de casos desastrosos. 

 P. Jerónimo de Ripalda

 Fuente: www.catolicidad.com

QUÉDATE, SEÑOR, CONMIGO (por el Padre Pío, oración para después de comulgar)

 

QUÉDATE, SEÑOR, CONMIGO 

Has venido a visitarme, 
como Padre y como Amigo.
Jesús, no me dejes solo. 
¡Quédate, Señor, conmigo! 

 Por el mundo envuelto en sombras 
voy errante peregrino. 
Dame tu luz y tu gracia. 
¡Quédate, Señor, conmigo! 

 En este precioso instante 
abrazado estoy contigo. 
Que esta unión nunca me falte. 
¡Quédate, Señor, conmigo! 

Acompáñame en la vida. 
Tu presencia necesito. 
Sin Ti desfallezco y caigo. 
¡Quédate, Señor, conmigo! 

 Declinando está la tarde. 
Voy corriendo como un río 
al hondo mar de la muerte. 
¡Quédate, Señor, conmigo! 

 En la pena y en el gozo sé
 mi aliento mientras vivo, 
hasta que muera en tus brazos. 
¡Quédate, Señor, conmigo!
 
Fuente;www.catolicidad.com

Los siete dolores de la Santísima Virgen

 

 
 

Es una ley en el cristianismo que, cuando más cerca se encuentra un cristiano de Cristo, más cerca tiene que estar también de la Cruz. Según este principio, María Santísima, aunque completamente inocente, debía gustar las amarguras de la Pasión de su Hijo. Hoy es el día de repetir amorosamente la famosa secuencia: Stabat Mater Dolorosa, compuesta en el siglo XIII por Jacopone da Todi.

Hoy (15 de septiembre), es la fiesta de los Siete Dolores de la Virgen María, cada uno de los cuales es un evento dolorosísimo en la vida de Nuestra Señora:

  1. La profecía de San Simeón: una espada de dolor traspasará tu corazón.
  2. La huida a Egipto.
  3. El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo.
  4. El encuentro con Jesús con la cruz la cuestas camino al Calvario.
  5. La crucifixión y agonía de Jesús.
  6. La lanzada y Jesús muerto colocado en sus brazos.
  7. Jesús en el sepulcro.

La devoción a la Virgen Dolorosa arraigó en el pueblo cristiano, sobre todo, a partir del siglo XIII, con la aparición de la Orden de los Servitas, que se consagraron a la meditación de los dolores de María. Así nacieron, desde fines de la Edad Media, las dos fiestas del Viernes de Dolores y del 15 de septiembre. Esta última fue extendida a toda la Iglesia por el Papa Pío VII en 1817, como acción de gracias por su liberación del cautiverio en que lo había tenido Napoleón.

La fiesta de la semana de Pasión nos recuerda especialmente la participación de la Virgen María en el sacrificio de Cristo; la de hoy nos manifiesta la compasión que Nuestra Señora siente por la Iglesia de Cristo, siempre sometida a las pruebas y a las persecuciones.  

Nuestra Señora de los Siete Dolores

"¡Oh vosotros cuantos por aquí pasáis: Mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor, al dolor con que yo estoy atormentada!" (Lamentaciones 1:12).

Las palabras que el Santo Simeón habló, signo de contradicción, fueron una espada de dolor atravesando tu alma... El primer dolor de tu corazón.

El odio de ese rey engañoso, que quería matar al Niño, hizo que huyeras a Egipto... provocando un segundo dolor en tu alma.

Fuiste a Jerusalén, obedeciendo la ley, en el solemne día de Pascua. El Cordero se queda atrás, para cumplir la voluntad de su Padre... sin embargo, todo esto te causó un enorme pesar.

El Cordero cargado con el madero, el altar de su Cruz, se encuentra contigo en su camino a la muerte, otra espada de dolor... dos corazones traspasados por una Cruz.

El Cordero es alzado en lo alto, reinando desde las alturas... una pena más; el Cordero dice siete palabras; Siete dolores de tu corazón, entre la oscuridad, tan sombría.

El costado del Cordero es traspasado con una lanza, de ese costado emana sangre y agua, sobre su rebaño, tan amado para Él; el Cordero desciende de su trono, patíbulo deshonroso, acariciado por tus brazos amantes, puesto sobre tu regazo, cuna de sabiduría... un sexto dolor, Oh dolorosa Pieta.

El Cordero es envuelto en telas de lino, ungido con perfumes; el fruto de tu vientre Inmaculado, colocado en una tumba de piedra... 

Consummatum est, ya todo está terminado, tus dolores están completados...

Fuente: https://fsspx.news/es