Aunque toda la vida ha de ser tiempo
de conversión, como enseñaba con frecuencia Benedicto XVI, la cuaresma lo es de
manera especial en cuanto a que la Iglesia incide más en su predicación sobre
este aspecto esencial de la vida cristiana. Pero algunos preguntan….o se
preguntan….¿qué es conversión?……..pues desde una definición teórica podría
ajustarse a la conversión a la fe cristiana desde el ateísmo/agnosticismo o
desde otra confesión religiosa. Todos sabemos que para los bautizados hay una
“conversión” que integra el compromiso de amor vivido día a día desde el “sed
perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto” (Mateo 5, 48). Pero para
plantear una reflexión cuaresmal más concreta (que exhorte en conciencia a
propósitos realizables) desde la espiritualidad católica se proponen varios
“estados” de conversión:
* Conversión del pecado a la Gracia:
es la más decisiva de todas. La cuaresma es tiempo ideal para, a la luz de la
Pasión de Cristo por amor hacia nosotros, consideremos preparar y hacer una
buena confesión. Si hace más de un año que no confesamos, o vivimos
ya habitualmente en pecado grave, pues que esa confesión “no se haga esperar ni
un día más” (en cita del Papa Francisco). Y si de verdad alguno cree que no
tiene pecado, pues “que no se moleste en ir a Misa” (cita también de
Francisco), ya que no hay mayor soberbia que creerse impecable y sin necesidad
de arrepentimiento moral. Esta conversión no pasa solo por el confesonario sino
por un “nuevo camino” en la vida cristiana donde la Misa sea el centro de la
misma y, desde la Eucaristía, asumamos los mandamientos de Dios y su Palabra
(interpretada por la enseñanza de la Iglesia) para hacerlos vida en cada uno.
* Conversión de la tibieza a la
devoción: Si vivimos en Gracia habitualmente pero sin valorar la misma, o sea,
desde la rutina del “cumplo y miento” que nos lleva a no dar importancia al
pecado venial, mantener una mínima vida sacramental como apéndice del resto de
la vida humana, nos deslizamos por el relativismo moral y nadie nota en nosotros
la alegría de ser cristiano, entonces hemos de pedir a Dios la conversión a la
devoción para salir de la tibieza. Para ello es muy necesario la dirección
espiritual que nos libere de la subjetividad propia de vivir la fe
desde una autojustificación permanente.
Un director espiritual que, para que
sea de garantía, ha de tener él también director espiritual, y ha de ser sobre
todo piadoso y fiel al magisterio de la Iglesia, será la ayuda más valiosa para
caminar hacia la vida devota siendo conscientes de la vocación a la SANTIDAD
recibida en el bautismo para todos los bautizados (laicos, religiosos y
sacerdotes).
* Conversión de la devoción al
fervor: Es el paso que sigue al anterior si hay verdadero “enamoramiento” de
Cristo, y la vida cristiana se vive más por motivos sobrenaturales (caridad)
que meramente humanos. Esto sucede cuando cada uno, tras discernir en la
oración lo que Dios le pide, responde que SI a la voluntad Divina y comienza a
vivir plenamente su vocación. Una vocación que en la mayoría de los
casos es santificarse como laico en el trabajo, familia, sociedad…..siempre en
Cristo y desde Cristo y para Cristo; o bien se cifra en la vida consagrada o el
sacerdocio. Descubrir la vocación y decir SI a ella es el estado tercero de
conversión. ¿Cual es la mejor vocación de todas?….la que cada uno ha recibido.
La santidad consiste en responder con amor a la vocación recibida, sea la que
fuere.
Pues vamos a reflexionar, meditar,
orar…..en esta cuaresma para que cada uno de nosotros examinemos primero la
propia vida para descubrir en que estado estamos, y, desde ahí, pedir a Dios
las luces necesarias para que se obre nuestra conversión. Que el SI de la
Virgen María, que trajo la salvación al mundo, sea nuestro faro y guía en esta
tarea.
Por: Padre Santiago González/ www.adelantelafe.com